Un mundo dividido y al borde del abismo: La advertencia de la ONU sobre el futuro

«El Covid y la crisis del clima sacaron a la luz profundas fragilidades como sociedad y como planeta”.


El mundo moderno se ha diferenciado de otras etapas históricas por tres factores fundamentales: Las políticas pacifistas en lugar de las militares; la alta cantidad de recursos económicos y materiales que se producen y el inmenso desarrollo tecnológico y digital que han impactado de manera directa la vida de millones de personas.

También hemos tenido un largo periodo en donde la vida de los individuos se ha extendido. El promedio de años prácticamente duplica las expectativas que se tenían en el siglo pasado y aunado a esto, la medicina moderna ha logrado eliminar enfermedades y controlar otras que incluso no tienen cura.

Pero hay otros factores que a pesar de todos los avances, algunos inimaginables hace apenas unas décadas, siguen poniendo el riesgo el bienestar y el futuro de la humanidad.

La pandemia de Covid-19 evidenció esto. En este periodo se despertaron o fortalecieron muchos prejuicios, miedos y complejos que los seres humanos no podemos eliminar y que se consolidan con ciertas ideologías, que ponen de manifiesto la creencia de que unos son mejores que otros.

Así, con un entorno social debilitado y expuesto a golpes inesperados, nos enfrentamos a nuestros propios fantasmas y al mismo tiempo, las acciones colectivas nos han vuelto más vulnerables para enfrentar los efectos devastadores de la naturaleza.

Pero esta visión pesimista y hasta apocalíptica, la planteó el propio secretario general de la ONU, Antonio Guterres, durante la 76a. Asamblea General de este organismo en Nueva York. «El Covid y la crisis del clima sacaron a la luz profundas fragilidades como sociedad y como planeta”, dijo el dirigente.

Y no exagera Guterres cuando dice que «el mundo nunca estuvo más amenazado o más dividido” y que  “estamos al borde de un abismo”,  ya que la pandemia no solo nos mostró lo frágil que somos ante cosas desconocidas -en esta caso un coronavirus-, sino que ante la incertidumbre, reaccionamos de manera totalmente instintiva y estamos dispuestos a salvar nuestras vidas a costa de quien sea.

Pero el sistema político-económico también es experta en esto. Los países ricos se han asegurado de tener las vacunas a su disposición, acaparando una cantidad exuberante de ellas y dejando a las naciones más pobres sin posibilidad de acceder a ellas. Una nueva forma de control y dominio.

Estas acciones han demostrado que el colonialismo y la idea de superioridad de los países más desarrollados, no ha cambiado a lo largo de los siglos y sobreviven a los cambios de los sistemas de gobiernos.

 «Por un lado vemos vacunas desarrolladas en tiempos récord, por el otro vemos ese triunfo anulado por la tragedia de la falta de voluntad política, el egoísmo y la desconfianza», dijo Antonio Guterres.

Las brechas sociales siguen siendo enormes. La distancia entre los ricos y los pobres es tal vez la más grande de toda la historia. Los gobiernos y las instituciones han perdido la confianza de las personas; la política y la democracia se han convertido en modelos ajustables a los deseos de unos cuantos y el poder económico sigue creciendo y dominando las decisiones importantes del mundo en general.

En ese sentido, Guterres plantea una lista de temas que deberían ser prioridad para corregir los errores y asegurar un futuro más positivo. El líder de la ONU asegura que «en primer lugar debemos colmar las divergencias en la paz, luego las climáticas, aquellas entre ricos y pobres -dentro y entre los países- y las de género”.

Además agrega: “Luego, restablecer la confianza e inspirar esperanza significa colmar las divergencias digitales, y finalmente debemos colmar las divergencias entre generaciones».

No será fácil entender estas demandas y luego intentar solucionarlas. Sobre todo cuando todo apunta a que las divisiones sociales se profundizarán no solo por mala distribución de la riqueza, sino por motivos aún más alarmantes y prácticamente incontrolables: los desastres naturales.

En este aspecto, nadie está a salvo, pero como siempre ha sucedido, los pobres son los más vulnerables. “Los efectos del cambio climático son especialmente profundos cuando se solapan con la fragilidad y los conflictos pasados o actuales. Está claro que el cambio climático y la mala gestión del medio ambiente son multiplicadores del riesgo”, dijo el secretario general de la ONU.

De acuerdo a cifras de la propia ONU, en los últimos años “más de 30 millones de personas se vieron desplazadas por desastres relacionados con el clima y que el 90% de los refugiados proceden de los países más vulnerables con menos capacidad de adaptación al cambio climático”.

La situación empeora rápidamente y con ello la estabilidad del mundo, ya que “los incendios forestales, las inundaciones, las sequías y otros fenómenos meteorológicos extremos están afectando a todos los continentes”, sentenció Guterres.

Sobran los ejemplos de esto, desde las lluvias torrenciales en el centro de Europa hasta huracanes en el Mediterráneo. Zonas devastadas por las inundaciones en Asia y América, erupciones de volcanes en las islas del Pacífico y norte europeo; incendios forestales en California, Bolivia, Brasil… Y así la lista puede continuar.

“Nos movemos en la dirección equivocada”, dijo Guterres y esta frase puede ser una sentencia, una premonición o una oportunidad para cambiar de rumbo, todo depende de la perspectiva desde donde se le quiera ver.

Lo cierto es que el bienestar material y la evolución digital que hemos alcanzado, comienza a cobrar factura y es la propia naturaleza la que nos recuerda que nadie está a salvo a pesar de que creemos lo contrario.

 

Daniel Higa Alquicira

Nací en México y estudié periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); me encanta el fútbol, la música, el cine, la literatura y los viajes. Además de un buen café, la cerveza, tequila y mezcal (puro sabor mexicano). También me encanta platicar con las personas y descubrir lo que piensan y lo que sienten. Soy un enamorado (y lo digo con todo el romanticismo posible) del poder que tienen los individuos para cambiar su entorno a través de acciones simples y que la mayoría de las veces, pasan desapercibidas. La tarea que me he propuesto es encontrarlas y hacerlas visibles.

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