La ciudad es el motor del desarrollo a nivel mundial, a través de ella se miden los niveles de desarrollo y subdesarrollo de cualquier sociedad, los académicos al respecto sugieren que las Ciudades Globales, término introducido por Saskia Sassen en el año 1991, serán las causantes del advenimiento de un nuevo orden mundial reemplazando la importancia de los Estados. Por eso para recorrer la historia del mundo la lupa de estudio deberá ser la ciudad. Veamos:
Las barriadas surgidas en el siglo XIX tras el desarrollo industrial van a caracterizar un fenòmeno que se ha extendido en latinoamèrica durante el siglo XX, el nacimiento de barrios marginales perifèricos, con los cuales se aumenta los problemas de segregaciòn y encasillamiento espacial (Cepal, 2005). En palabras de (Gravano, 2005) El crecimiento fabril trajo como consecuencia una profundización de la segregación territorial tradicional, en tanto que la burguesía construyó barrios residenciales y comerciales donde habitaron cómodamente; pero los trabajadores y los sectores no integrados a los empleos bien remunerados fueron desplazados a barrios pobres y segregados donde vivían o más bien “sobrevivían” en forma hacinada y lejos de los servicios públicos dignos.
Estos barrios marginales periféricos conocidos como las favelas en Brasil, los ranchos de Caracas, los tugurios en Colombia, barriadas o pueblos jóvenes en Perú, conventillos en Chile o ciudades perdidas en México (Méndez, 1998), demostraron el contraste notorio al interior de las mismas ciudades latinoamericanas, de un lado crecían barrios económicamente activos y de otro barrios con escasos recursos que recibían los migrantes y marginados, cabe anotar que es un fenómeno que se sigue presentando e intensificando en pleno siglo XXI.
La polarización en América Latina resultó del principio de estructuración espacial más importante seguido por otro principio subordinado: el del crecimiento celular fuera del perímetro urbano (Borsdorf , 2003), desde el cual aumentaron las desigualdades de ingreso y de acceso a las ofertas urbanas entre la poblaciòn. Segùn (Enriquez, 2011) en la década del ‘70, el 50% de los habitantes de Recife, el 30% de Río de Janeiro, el 49% de Guayaquil, el 49% de Caracas y de Lima vivían en asentamientos urbano –marginales, lo que conllevo a una pèrdida o debilitamiento de las identidades y referencias con respecto a la representaciòn polìtica y a la instituciones polìticas que actuaban en los territorios (Cepal, 2005).
Colombia no escapa a esta realidad, según el Centro de Estudios Urbanos (CEUS) de la Universidad del Rosario, nuestro país vive actualmente un proceso de desplazamiento masivo: cerca del 74% de su población habita en zonas urbanas y lo más preocupante es que esta tendencia va en aumento. Este fenómeno ligado a otros como la violencia urbana y la llegada masiva de inmigrantes, está colapsando las dinámicas urbanas y violentando el derecho a la ciudad de los mismos ciudadanos.
Uno de los casos más visibles que evidencian este fenómeno de congestión urbana es el que se presentan en los barrios el Pinal y Manantiales en límites entre los municipios de Bello y Medellín del Área Metropolitana; en este sector se presenta el asentamiento de refugiados más grande de nuestro país, con albergues construidos a base de cartón y madera. La no presencia del Estado se ve reflejada en carencias básicas como el agua potable, alcantarillado y luz, lo que convierte a esta localidad en caldo de cultivo para la criminalidad a base de la presencia de bandas criminales de sectores aledaños.
El Pinal y Manantiales con relación a otros barrios del municipio de Bello y Medellín presenta una atraso que se podría equiparar a 50 años, es decir, mientras estamos en el 2019 los pobladores del Pinal se encuentran en 1969; ridículamente son barrios que miran a la ciudad más innovadora del mundo desde los cerros paupérrimos del abandono.
El derecho a la ciudad se debe convertir en el eje central de las políticas públicas de cara a las futuras elecciones de alcaldes en el Área Metropolitana, avanzar en la presencia estatal a través de la institucionalidad que busque garantizar condiciones de vida digna para los ciudadanos es el verdadero motor que mide los niveles de desarrollo de una sociedad, no podemos seguir respondiendo a situaciones politiqueras y pendulares que se mueven a la luz de intereses mezquinos de las clases políticas tradicionales locales, pensar que nuestro único problema es la seguridad, hace olvidar que es el mismo Estado quien condena a la muerte a sus ciudadanos no brindando condiciones para el mínimo de existencia, lo que nos lleva a pensar en la criminalización estatal del viejo Leviatán, la seguridad no se mide con pie de fuerza, la seguridad se mide con garantía de derechos que se traduce en presencia institucional en todo sentido no solo con brazo armado.