“No hay cosa más emocionante que sumergirse en el mundo de los libros y encontrar textos o artículos que nos sorprenden, máxime cuando en estos se unen autores y temas de nuestras más hondas preferencias; es como si en un punto casi mágico de la historia se hubiesen unido las genialidades y los intereses para juntarlos y legar al mundo la palabra en categoría de sublime: Miguel de Cervantes y Helcías Martán Góngora.”
Para el caso que nos compete se unen dos genialidades, distantes en el tiempo y en el espacio, pero unidos por el idioma y por el gusto por una obra que, sin duda alguna, ha marcado la historia no solamente de las letras, sino de la cultura en su conjunto. Me refiero a Miguel de Cervantes Saavedra, y con él a su principal obra, la del Ingenioso Hidalgo don Quijote de La Mancha; he dicho en otra oportunidad, que si la humanidad pudiese proyectar una sombra sobre una superficie, esta sería la de Don Quijote y Sancho cabalgando sobre sus fieles y enjutos jumentos. Ahí está la razón y la pulsión, la cordura y la insensatez, la parquedad y la avidez, no separados, como inútilmente se ha intentado señalar, demarcando unas cualidades para el soñador Don Quijote y otras para el humilde Sancho, ¡no!, la verdadera grandeza de Cervantes radica en conjugar las psiquis de los dos principales protagonistas, para finalmente terminar Sancho quijotizandose y el Quijote sanchizandose.
Y por otra parte, encontrar como autor de ese texto a uno de los escritores más influyentes del Pacifico colombiano, me refiero a Helcías Martán Góngora[2], cuya obra está transida por un profundo sentimiento de justicia social; él, testigo presencial del olvido y la desidia por uno de los territorios biodiversos más importantes del planeta, por la pobreza y la ignorancia impuesta desde las capitales a sus habitantes, negros principalmente, ese Pacífico en el que navegó con su palabra, buscando siempre la reivindicación para todos esos a quienes consideró siempre los suyos. Las obras de Martán Góngora ocupan varios volúmenes, abarca multitud de temas, preferentemente los literarios, forjando un sincretismo también con la herencia oral que heredó de su propia génesis.
El artículo que aquí presentamos fue publicado en la revista Norte, de la ciudad de México, en el año 1977, No. 275, dirigida por el español, Fredo Arias de La Canal, radicado en México durante décadas, escritor y humanista que buscó la recuperación de la tradición literaria española, así como el impulso por el concepto de hispanidad. En cuanto al artículo, esperamos que sean los propios lectores quienes encuentren la fineza en la pluma del escritor guapireño en este importante texto que hemos rescatado para Ustedes. La ilustración y la viñeta aparecen en el original, pero sus autores no aparecen en los respectivos créditos.
NEOQUIJOTISMO Y OTRAS NOTAS CERVANTINA
Helcías Martán Góngora
La «sola sombra larga» de don Quijote de la Mancha, no se da por vencida. Regresa en libros y revistas, en discursos y ensayos. La vitalidad de la criatura cervantina se mide por centurias y kilómetros de hojas de papel impreso. Don Alonso Quijano, el bueno, reta a la vejez. Y salta al ruedo hispanoamericano siempre que sus comentaristas y glosadores se lo exigen.
La justicia en el Quijote fue el tema que expuso el doctor Mario Alario D` Filippo[3], al ocupar su sillón como miembro correspondiente de la Academia Colombiana. Sobre los tipos delincuentes del Quijote ya había escrito un estudio monumental el catedrático Ignacio Rodríguez Guerrero[4], laureado en España y editado en el Ecuador. Sin embargo Mario Alario di Filipo proyecta nuevas luces al relato intemporal del Caballero Andante, «ese compañero de camino de la humanidad«, tal como lo llamó justamente el recipiendario. El desfacedor de entuertos ya se lo había dicho al escudero Sancho: Que su misión era la de «ayudar a los menesterosos, poniendo los ojos en sus penas y no en sus bellaquerías».
El escritor es un neurótico que está tratando de resolver un conflicto interior por medio de sus escritos o poemas, asegura Edmund Bergler[5], en la versión del psicoanalista mexicano Fredo Arias de la Canal[6].
En su Intento de Psicoanálisis de Cervantes, Arias de la Canal emplea los patrones científicos de la mecánica mental de Bergler, uno de los más afortunados continuadores de Freud, en cuya clínica realizó estudios sobre el masoquismo y el psicoanálisis del escritor.
El ensayo de Fredo Arias de la Canal se orienta a la demostración de la paternidad responsable de Cervantes, a quien denomina «el padre de la filosofía existencialista».
Gracias al envío generoso del autor, quien dirige, además, la revista Norte, tribuna del pensamiento hispanoamericano, en la capital azteca, se facilita reproducir algunas de sus opiniones, lo que a continuación hago a título de información bibliográfica: Tánatos sobre Eros, tal parece ser en síntesis el conflicto, que asedia al hombre de letras, cuyo prototipo, don Miguel de Cervantes, se defendía del mundo con el lanzón de la ironía, la que esgrimió lo mismo contra la Inquisición que frente a los cuadrilleros.
«Cervantes transfiere su masoquismo a don Quijote y al mismo tiempo simboliza al hidalgo con el propio ego-ideal, tratando de ridiculizarlo con ironía como defensa de su ego contra los despiadados ataques de un daimonion que lo acusa de ser pasivo.» La cita es de Bergler y susceptible de aplicación a los caricaturistas: «el humorista es un masoquista psíquico, un individuo que se queja de sus desgracias y las goza inconscientemente al mismo tiempo.»
Muchos dirán que Freud ya está revaluado. Sin embargo, las especulaciones de psicoanálisis literario e histórico de Fredo Arias (también estudió la personalidad de Hernán Cortés, entre otras figuras claves de la Hispanidad), cumplen su objetivo de suscitar discusiones en torno al fenómeno de la creación artística y del animal racional de pluma, pincel o escoplo. Como esta analectas, traducida de Bergler, en torno al tema imprescriptible del amor: «Los escritores y poetas han consistentemente, a través de los siglos, mal interpretado el problema del amor y han creado una imagen exagerada del amor romántico (…) y producen un cuadro exagerado del amor simplemente para encubrir su incapacidad de amar. Lo que pueden obtener del amor es un deseo masoquista inconsciente de que los maltraten. Su defensa inconsciente es: ¡No es verdad que soy incapaz de amar: el amor real es muy poco para mí!«
Y la pregunta y la respuesta de Arias de la Canal, aluden a la pobreza crónica de los escritores que en el mundo son: «¿Por qué la mayoría de los escritores viven en la pobreza? La razón está en su masoquismo. El escritor por lo general es un neurótico que no tiene tiempo más que para defenderse de sus acusaciones inconscientes, y que en el fondo disfruta al sentir lástima de sí mismo.»
¿Será verdad tanta tortura? También en México, el mismo Fredo Arias de la Canal amplía, ahora, las tesis de su Intento de psicoanálisis de Cervantes. La indagación se concreta a la «locura de Cervantes». Y acude obviamente a la autoridad de Freud, al testimonio de Nietzsche y al Elogio de la locura, de Erasmo de Roterdam. La polémica tiene faz retroactiva. Se remonta a Lord Byron, quien acusó a Cervantes «del deterioro moral de España«. Arias de la Canal rompe una lanza y analiza otras causas de la decadencia peninsular. Aquí de la vocación masoquista inconsciente que Cervantes hizo evidentísima en el Quijote, aunque para esto tuviera que sacrificar a su hijo: Don Quijote de la Mancha.
Desde la primera lectura, creí que el texto feliz entrañaba una apología del paraíso perdido. «Todo tiempo pasado fue mejor«, según las coplas elegíacas de Manrique. «Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas palabras de tuyo y mío.»[7] Reproduciendo este discurso ejemplar, escribe Víctor Maicas[8], de Cervantes: «Como poeta acertaba y vislumbraba cómo habría de ser el remoto futuro del mundo.» En su testimonio de agradecimiento a los cabreros, por el convite rural, Don Quijote exclama: «La justicia se estaba en sus propios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y del interés, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen.»[9] Es así como, por boca de su criatura de ficción, Cervantes da fe del hambre y sed de justicia, que él padeció en la propia carne mutilada. La sugeridora escena de los tasajos, el fogón y el caldero humeantes, las pieles sobre el verdor del campo y el grupo animado de figuras humanas, invita al pintor y reta al escultor. Don Quijote, como lo esclarece Maicas (Norte, de México, 1974), no «desciende» sino «eleva» hasta su mismo nivel a su criado, como igualmente con su gesto concierta con los pobres cabreros. Don Quijote, pues, «imparte limpia lección de sociología«. El perfil del Caballero de la Triste Figura se ilumina, de pronto, con un resplandor más humano, que pertenece a nuestra época. Al coro teatral y solidario de «¿Quién mató al Comendador? Fuente Ovejuna, señor«[10], hay que sumar la oración inolvidable de don Quijote de la Mancha, la que rubrica el cantar agradecido del cabrero: «Toda esta larga arenga que se pudiera muy bien excusar«, como donosamente lo hace en veces el Manco de Lepanto. Arenga que, trocado el pretérito en futuro, puede servir de pauta elocuente a más de un candidato sin programa y sin electorado.
A la reivindicación del escudero acude Lázaro Seigel[11]. En su Defensa y elogio de Sancho, rompe más de un prejuicio el ensayista austral. La vilipendiada efigie del escudero fidelísimo se destaca en este libro con perfiles de humanidad y de justicia. Porque, en verdad, Sancho no fue el grosero, patán de la imagen distorsionada, que sólo se preocupaba de las cosas de comer, del mezquino yantar.
El gobernador de la Ínsula Barataria, con su arsenal de refranes y su prudente acción de hombre público honesto, bien podría servir de espejo a muchos de nuestros gobernantes.
Prueba del idealismo soterrado del buen Sancho fue el desinterés con que se adhirió a la causa del Caballero Andante. Su fe en el designio singular de don Quijote no se opacó nunca en el menguado juego de las especulaciones.
Hombre de amor y hogar, su fuego y lealtad hacia Teresa en nada desmerecen de la pasión platónica de su amo por Dulcinea.
Lázaro Seigel es un buen guía para seguir la ruta de Sancho Panza por el paisaje de la Mancha, y también porque al mismo tiempo nos explica las razones y las sinrazones y las entretelas de quien, lejos de ser el epígono, se configura en el más noble colaborador y amigo del Caballero de la Triste Figura.
La supervivencia del tema cervantino se prolonga en Colombia. Darío Achury Valenzuela[12], un verdadero humanista, sin la pedantería del magister, nos sirve, en sabrosas páginas, una agradable síntesis de los famosos «duelos y quebrantos[13]«, la comida sabatina de don Alonso Quijano. Desde Pellicer[14] hasta nuestros días, muchos escritores se han desvelado por determinar en qué consistía el manjar quijotesco. Nuestro muy ilustre Rufino J. Cuervo[15] tampoco se eximió de aportar conjeturas, en torno al nutritivo tema. No obstante, la incógnita permaneció entre el humo estimulante de los más apetitosos comentarios, de literatos y gramáticos.
Palabras con azar, por Darío Achury Valenzuela, es el tomo VIII de la serie La granada entreabierta, que edita, en Bogotá, el Instituto Caro y Cuervo.
Don Quijote de la Mancha y su padre don Miguel de Cervantes, las preferían rubias. Al ingenioso Hidalgo se le iban los ojos tras el dorado de las mujeres que encontró en su camino. La anotación pertenece al académico uruguayo don Julio Garet Mas[16], y forma parte de su libro Poesía y notas quijotescas[17]. Caret Mas descubre también cierta alergia vegetal en el léxico quijotesco, en donde las flores, con nombre propio, son raras. Contrasta lo anterior con la riqueza de la fauna: «Arca de Noé sui géneris; por supuesto, no con parejas sino con ejemplares solitarios de las distintas especies animales que van entrando, por unidades o en manadas, al ámbito de la obra.» Subyuga la obsesión visual por las adorables criaturas de rubios cabellos largos. Don Julio, quien, dicho sea de paso, es un gran conocedor de la literatura colombiana, cita a nuestro Ignacio Rodríguez Guerrero y su Tipos delincuentes del Quijote, obra reeditada ahora, por Bedout, de Medellín[18].
Perdura en el relato inmortal de Cervantes, conjuntamente con el fulgor de ojos garzos, el áureo resplandor de cabelleras sueltas al viento. «Diríase que el ser rubias las mujeres hermosas era para Cervantes condición poco menos que sine qua non. Es de creerse que más que las morenas y las pelirrojas, aquéllas lo cautivaban. Prefería a las rubias, y de ahí lo de «sus cabellos son de oro» en la descripción de Dulcinea; por eso sus heroínas quijotescas resultan en buen número rubias, como en su casi totalidad bellas«, es el comentario.
La reivindicación de Sancho Panza, tan calumniado como mal juzgado por los lectores apresurados del Quijote, que vierten sobre él el zumo agrio de la calificación de vulgaridad y materialismo, constituye otro bien razonado capítulo de Garet Mas. Ahí de la cita de Unamuno[19] sobre «el bueno de Sancho, en quien desahogamos los intelectuales el dolor de nuestras no satisfechas ansias, insultándolo; el bueno de Sancho que guarda tesoros de sabiduría en su ignorancia y tesoros de bondad y de vida en su egoísmo…»
Ni Altisidora ni Maritornes; ni la ama ni la sobrina; ni Marcela ni la Trifaldi, doña Rodríguez de Grijalva, ni Teresa Panza. Sólo Aldonza Lorenzo y la Hija del Ventero acunaron, en sus pechos, la viva llama de la simpatía, en combustión de amor hacia el Caballero Andante.
Tristeza de Aldonza: «no volverá a pasar más nunca por aquí. ¡Si supiera él cómo lo recuerdo! Porque, Dios me perdone, que hasta me hago la señal de la Cruz, pero desde que vi pasar a ese caballero, es como si yo fuera otra. Por sí, esto es: por lo menos, no me siento tan sola.»
Certeza fabulosa de la Hija del Ventero: «…esa sonrisa suya no se me borrará jamás de la memoria. Yo callaba y también me sonreía. ¿Qué más podría hacer? Estoy segura, segura de que aquel suspiro y aquella sonrisa se los inspiré yo misma.»
El monólogo del Cura y los decires de Sancho y Merlín, el barbero y otros personajes de alto coturno cervantino, se truecan en diálogo en las bocas de las mozas del partido, como en coloquios de sobremesa de los Duques:
-«No olvides, doña María, que al mejor cazador se le va la liebre.
– Pues ahí fuimos nosotros los burlados. Caímos, sin darnos cuenta, en nuestras propias redes.»
Pedro Pablo Paredes[20], poeta y profesor venezolano, quien enseñó en el Valle del Cauca, escribió de mano maestra sus Leyendas del Quijote[21], una recreación, en primera persona, de la obra inmortal.
Pedro Pablo Paredes también ofrece una gavilla de lumbre, haz de quince sonetos de impecable factura e inspiración. Sea don Lorenzo, tras declarar que «Don Quijote es el más original poeta que camina sobre la faz de la tierra«, quien repita en Acoso:
Ilumíname más. Tenme al relumbre
de tu aureola para que mi día
se vuelva árbol de cálida alegría
en flor de rumorosa mansedumbre.
No procuran más ramas por costumbre,
para su desatada algarabía,
mis pájaros. Ten, pues, el alma mía,
sujeta, sin más treguas, a tu lumbre.
Radiante vas y vienes dondequiera,
que tu mano sin fin funda reposo
y dibuja tu pie dulce pradera.
Ilumíname más: hasta el ocaso
más implacable. Y no halle yo manera
de escapatoria alguna al alborozo.
J. Mauricio Chaves-Bustos
[email protected]
[1] Presentación y notas J. Mauricio Chaves-Bustos. Las notas se hacen con el fin de contextualizar el texto con los autores y obras citados por el autor.
[2] Helcías Martán Góngora. (Guapi, febrero 27 de 1920 – Cali, abril 16 de 1984). Abogado de la Universidad del Rosario. Fundador de la revista Vanguardia. Miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. Autor de más de 30 libros publicados, entre los cuales están: Evangelios del hombre y del paisaje (Bogotá, Imprenta de la Penitenciaría Central, 1944); Humano litoral (Popayán, Universidad del Cauca, 1954); Los pasos en la sombra (Bogotá, ediciones Medusa, 1964); Breviario Negro (Cali, Esparavel, 1978); Retablo español (Barcelona, Ediciones Ronda, 1981), entre muchos otros más. Colaborador de varios periódicos y revistas en Colombia y varios países de Hispanoamérica.
[3] Mompox, 1920 – 1977. Abogado, magistrado, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. Autor de un Lexicón de colombianismos. El autor se refiere al discurso para posesionarse como miembro numerario de la Academia de la Lengua, el 6 de agosto de 1975.
[4] Pasto, 1909 – Cali, 1983. Humanista, catedrático, escritor; miembro de múltiples academias, entre otras la Academia Colombiana de la Lengua, Academia Colombiana de Historia y de la Real Academia Española. Rector de la Universidad de Nariño. Publicó un sinnúmero de libros y ensayos de carácter histórico, literario y social. Con el libro Tipos delincuentes del Quijote, obtuvo el premio quinquenal internacional de estudios cervantinos “Isidre Bonsoms” (1961 – 1966) del Instituto de Estudios catalanes de Barcelona, conferido el 23 de abril de 1966.
[5] Viena, 1899 – Nueva York, 1962. Médico psiquiatra, fiel seguidor de las teorías freudianas. Sus teorías afirman el sufrimiento emocional y la auto culpa, heredadas de la infancia.
[6] México, 1939, de ascendencia española. Autodidacta en psicoanálisis, fundador del Frente de Afirmación Hispanista, director de la revista hispano americana Norte. Autor del ensayo: Intento de psicoanálisis de Cervantes, en: El Quijote liberal y otros escritos cervantinos, México: 2004, Frente de Afirmación Hispanista, A.C.
[7] Miguel de Cervantes Saavedra (1935). El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha. Barcelona: Editorial Ramón Sopena, p. 120.
[8] Escritor español, colaborador de la revista Norte. Autor del ensayo: Desventuras de Cervantes, publicado en Litoral: revista de la poesía y el pensamiento, No. 61-63, 1977.
[9] Cervantes, ob. cit. p. 121.
[10] Fuenteovejuna, obra teatral de Lope de Vega.
[11] Escritor argentino. Autor del libro: Defensa y elogio de Sancho. La Plata: Universidad Nacional de La Plata, 1968.
[12] Guatavita, 1906 – Bogotá, 1999. Cofundador del Instituto Caro y Cuervo, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, director de la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, director de la Radio Nacional.
[13] Darío Achury Valenzuela. En: Eduardo Caballero Calderón, Cervantes en Colombia. Madrid: Afrodísio Aguado, 1948.
[14] Carlos Pellicer Cámara, Tabasco, 1897 – México, 1977. Escritor, poeta, museógrafo y político. Realizó una edición anotada de Don Quijote de La Mancha, Madrid: Gabriel de Sancha, 1797-1798, 5 volúmenes.
[15] Bogotá, 1844 – Paris, 1911. Filólogo, lexicógrafo, humanista y erudito. Inició a escribir el enjundioso Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, finalizado por el Instituto Caro y Cuervo en 1994, obteniendo el premio Príncipe de Asturias en 1999. Para el tema tratado: Carta manuscrita a Adolphe Morel Fatio, publicada en facsímil por Francisco Rodríguez Marín: Don Quijote de La Mancha, edición crítica, Madrid: 1928.
[16] Julio Garet Mas, Montevideo, 1899 – Salto, 1984. Poeta, periodista, fundador de la revista Numen.
[17] Poesías y notas quijotescas. Montevideo: Editorial Florensa & Lafon, 1972.
[18] Medellín, 1974.
[19] Miguel de Unamuno, Bilbao, 1864 – Salamanca, 1936. Filósofo y escritor español, perteneciente a la generación del 98. Escribió varios géneros literarios, como poesía, novela y ensayo. Rector de la Universidad de Salamanca. Autor del libro: Vida de don Quijote y Sancho, Madrid: Librería de Fernando Fe, 1905.
[20] Trujillo, 1917 – 2009. Periodista, poeta y ensayista venezolano.
[21] Pedro Pablo Paredes, Leyendas del Quijote. Mérida, Universidad de Los Andes, 1976.
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