El triste célebre ex-gobernador de Córdoba, Alejandro Lyons, está padeciendo el ocaso del crimen calificado: ser un hombre estructurado y preparado, pero tildado de potencial ladrón, al tener la osadía de saquear los recursos de un departamento con la aprehensión de las regalías y, también, con el cartel de la hemofilia. Entre otros desmedros administrativos, como, por ejemplo, el cartel de la toga.
Un joven con una carrera política promisoria que llegó al departamento de Córdoba, representando la esperanza de un millón seiscientos cincuenta y ocho mil cordobeses, ahondados en la desesperanza por los anteriores gobiernos, resultó peor que sus antecesores. La renovación y el liderazgo que lo caracterizaron en campaña, no fueron más que la máscara de un lobo disfrazado de piel oveja, para enriquecer sus funestos bolsillos y los de su cómplice familia.
Desde el principio, la pretensión de Lyons radicó en saquear el erario de su departamento puesto que, una vez se posesionó como Gobernador, dio inicio a un entramado criminal para apropiarse de los recursos públicos. Ningún servidor público se roba aproximadamente 200.000 mil millones de la noche a la mañana, mucho menos, sin contar con un plan delictivo organizado. Sus intenciones fueron claras y su accionar fue netamente previsto. Y ello es lo que se le reprocha: ¿Cómo alguien postula su nombre para gobernar motivado por intenciones tan oscuras? Algo despreciable de sobremanera. Pues sin duda, su nivel de barbaridad superó los límites de la ética y la moralidad administrativa.
Y ello fue infortunadamente por consecuencia del electorado de Córdoba, ya que al elegir a Lyons, le entregaron erróneamente el alma al diablo. Así lo percibieron con semejante adefesio. “El terrible” como le dicen algunos, no tuvo reparo ni pudor para ejecutar sus planes malignos, toda vez que, aquellos eran prioritarios para satisfacer sus necesidades particulares, consistentes en obtener mejoría para su situación económica de por vida.
No obstante, fue un acto ingenuo por parte de “El terrible” pensar que no lo descubrirían, puesto que, tan notable saqueo no pasa en nunca de agache. Para su desgracia, Lyons fue descubierto en su totalidad. Sin embargo, no deja de ser indignante que, un hombre que representa un peligro efectivo para la sociedad, sea condenado a cinco irrisorios años de cárcel dizque por colaborar con el desmonte del entramado que, él mismo ayudó a organizar. El nivel de cinismo de la justicia tampoco tiene límites. El principio de oportunidad no puede ser un instrumento para beneficiar a criminales de alta peligrosidad y, en efecto, Lyons es uno de ellos, en la medida en que, no existe otro calificativo para quien no tiene compasión al robarse el presupuesto de un departamento excesivamente necesitado.
¡Afortunadamente, para beneficio de la democracia, la Contraloría está solicitando la apertura de tres procesos más en contra de “El terrible”! Su desgracia no termina allí. Al parecer, esto agravará su situación legal. Y no merece menos, porque por ningún motivo lo pueden exculpar. Al corrupto debe sancionársele con severidad, de lo contrario, continuará haciendo de las suyas.