La palabra “cambio” es utilizada comúnmente para hacer referencia a la corrección o al mejoramiento de las condiciones en las que se encuentra determinada persona, cosa, organización o inclusive países alrededor del mundo. Sin embargo, el supuesto cambio buscado o propuesto por políticos no siempre genera resultados positivos en la sociedad.
Muestra de ello, han sido los resultados o lo que han implicado los “cambios” realizados por políticos como Hitler, quien en la Alemania Nazi buscaba purificar la raza alemana con la supremacía y única existencia de los “arios”, sin importar que eso involucrara que para llegar a dicho fin se pasara por encima de la vida de minusválidos, judíos, esclavos y todo aquel que no contara con los rasgos característicos aceptados por el Führer.
De igual manera, el Che Guevara, quien luchó por la “imparable revolución” en su afán de cambiar y acabar con el capitalismo, en su intento fallido por consolidarlo, se convertiría en toda una máquina de matar, torturando y asesinando a cientos de personas. Todo el que no siguiera a sus ideales “revolucionarios”, al igual que aquellos disidentes, víctimas del SIDA, religiosos católicos y testigos de Jehová, incluso homosexuales, serían considerados “no aptos” y dirigidos a campos de concentración como el de Guanahacabibes (instaurado desde 1960) donde prevalecía el lema “El trabajo los hará hombres”, a fin de coartar sus libertades individuales y adaptar sus comportamientos a los que le convenían al régimen; un lugar de donde casi nunca se lograba escapar.
En ese mismo orden de ideas, nos topamos también con distintos líderes que han propuesto un supuesto “cambio” en la sociedad y han engendrado pésimos resultados. Tal es el caso de Lenin en Rusia, Franco en España, Chávez en Venezuela, Allende en Chile, Lula da Silva en Brasil, y muchos más sobre los cuales nos extenderíamos demasiado al escudriñar todas sus violaciones a los derechos y las libertades de otros.
En razón a esto, hoy en día debemos tener presente ese oscuro pasado y todas las consecuencias de aquellas políticas que prometen un añorado cambio colectivo para una mejor sociedad, pues los feroces lobos buscarán disfrazarse de ovejas para acabar con estas; asimismo, los políticos, en especial aquellos de la peligrosa izquierda populista, utilizarán infinitos eufemismos para maquillar sus perversos planes, no solo para lograr llegar al poder, sino también para perpetuarse en él.
No todo cambio es bueno. Muchas veces es mejor que el Estado se mantenga al margen y no instruya de qué manera deben comportarse los individuos, pues se convertirían en hombres serviles al gobernante de turno, carentes de pensamiento y libertades; por tanto, más allá de centrar nuestra atención en aquel que asegure un “cambio histórico” y colectivo en toda la sociedad, enfoquémonos en quien nos promueva y nos permita ejercer de una manera más idónea nuestro desarrollo individual, para que de mano con la responsabilidad, cada individuo como miembro de la sociedad aporte sus capacidades y especialidades a todos los que le rodean, y así podamos tener una mejor convivencia y un mejor desarrollo dentro de la misma.
Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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