Tutela a la privacidad

Los diferentes términos en que se menciona a la utopía pueden concordar en un argumento: lo improbable. Y es que no hace falta ir más a fondo del mismo concepto para llegar a dicha conclusión. Tal es el caso de la privacidad, no como concepto; ni como temática a debatir, sino como derecho.

Es interesante el alcance que ha tenido el derecho a la privacidad en los últimos decenios, más si se analiza el desarrollo que tiene la vida moderna frente a este bien jurídico. No menos interesante, la influencia directa de la tecnología y la red en todas nuestras vidas. Pero este análisis no entrará en términos genéricos a los que siempre nos lleva este tema. Más bien enfoquemos este primordial derecho o de primera generación, en la actualidad tanto afuera como dentro de nuestro territorio.

Recientemente se generó un escándalo en las altas cortes por diversas interceptaciones a lo largo y ancho de la vida de muchas autoridades judiciales vía móvil. Lo cual no generó mucho escándalo en el público pero que en lo personal, la reacción de la sociedad me genera mucha incertidumbre. Por otra parte, en el ámbito internacional y dado al revuelo que generó la revocatoria de asilo al fundador de Wikileaks, Assange, se ha registrado demasiada evidencia que compromete la intervención de muchos estados con sus poblaciones. El derecho a la privacidad nunca ha estado más vulnerado y lo que es peor todavía, olvidado por sus reales patrimoniales.

El problema no radica en la detracción de dicho derecho, que sin duda es susceptible de manera mas acentuada a la vulneración. Más bien yace de la poca percepción que tenemos los ciudadanos y en general toda la población de tutelar mencionado derecho.

Contaba una excelsa letrada en clases, que al fungir como servidora pública le era normal sentir las «chuzadas» en su red telefónica. La tranquilidad como una abogada penalista lo mencionaba, me llenaba de intriga. Aceptamos así que nuestro derecho de primera generación no es más que una concepción utópica. Otros ni siquiera notan su presencia, y la constante vulneración lo ven con constante aceptación. Un lamentable circulo vicioso en el que hemos caído todos, a tal punto que no medimos la gravedad del mismo asunto.

Así mismo, relataba un acádemico laborista qué la privacidad es de las instituciones más abandonadas en todo el mundo. Reiteraba que la defensa de esta misma, solo se concretaba bajo los intereses de las grandes potencias y eso no sucedería.

Hoy, se hace sentir la necesidad de abrir el debate público al respecto. La evocación dinámica de nuestras vidas no puede distraernos de lo realmente importante. Los derechos de primera generación son de tal reputación porque garantizan la libertad y democracia, hacia el individuo; hacia la sociedad. Quizás la tutela de este derecho sea una lucha sin fondo o asunto, pero tanto como se pueda hay que mantenerla en nuestras conciencias. No por el hecho de pelear sin causa, pero si por el hecho de mantenernos libres en el tiempo, y por ende humanos.

 

 

 

 

Martin Alvis Gonzalez

Estudiante universitario de la Facultad de derecho, interesado en temas políticos nacionales e internacionales; socio-económicos y culturales del país. Actual investigador en derecho penal.