Además del pésimo servicio, los buses chimenea, las miniestaciones para esperar los buses, la falta de baños, las puertas dañadas, las filas interminables, el diésel, los trancones, entre otras cosas, Transmilenio es el sistema de transporte más caro de la región en relación al salario mínimo.
Hace más de 15 años, Enrique Peñalosa decidió introducir su anacrónico sistema de buses pegados a Bogotá para «solucionar», de alguna manera, la desastrosa movilidad de la capital del país.
En ese momento, y durante muchos años, la ciudad había estado discutiendo la necesidad de construir un metro, que elevado, que subterráneo, pero al final… Nada. Peñalosa desechó la posibilidad del metro y aprovechó el desorden para meter su sistema.
Actualmente, 22 ciudades de América Latina cuentan con líneas de metro y ninguna cobra un pasaje tan caro como el sistema bogotano, que, valga mencionar, ni siquiera vende pasajes sueltos, sino hay que adquirir una tarjeta que vale $5.000.
Ahora, este ejercicio consiste en comparar el costo del pasaje como porcentaje del salario mínimo para demostrar la desproporcionada tarifa del sistema, aún cuando Peñalosa ha justificado la ampliación de TM con un menor costo de construcción y operación. Por lo que no se entiende cómo es que el pasaje vale $2.400, de los cuales el Distrito sólo recibe 5%.
Hoy, el salario mínimo en Colombia es de $828.116, lo que significa que cada pasaje representa 0,289% del SM. En la Ciudad de México, por ejemplo, el salario mínimo diario es de $102,68, lo cual se convierte en $3.080,4 al mes. Un tiquete de metro vale $5, lo que se traduce en 0,16% del SM, casi la mitad que en Bogotá.
Si se mira la tabla, ni siquiera en Medellín, el pasaje resulta tan caro frente al salario mínimo, aún teniendo el mismo que en Bogotá.
En otras ciudades, como Santiago, Panamá o Buenos Aires, en donde la calidad de vida es mucho mayor, el porcentaje resulta mucho menor que en la capital colombiana.
Y ni qué decir del vecino país de Venezuela, en donde los pasajes resultan muchísimo menores que en cualquier otro país de la región.
Cabe mencionar que en algunas ciudades el precio del tiquete de metro incluye otros servicios, como buses o tranvías, que en Bogotá, ni hay.
Un desastre de servicio, con precios elevadísimos y un alcalde empeñado en seguir expandiendo Transmilenio por doquier.