Se presentó en el congreso de la república el proyecto de ley que busca reformar el sistema laboral en Colombia, una norma que busca crear herramientas para que el derecho al trabajo se garantice en el país, dirán, ahora en negativo, los sátrapas de la economía estándar que una reforma de este tipo promueve la informalidad y desincentiva la creación de nuevos puestos de trabajo. Digo ahora en negativo, porque en positivo, cuando estaban en el gobierno, disminuyeron las garantías para desincentivar la informalidad y crear empleos sin éxito.
El argumento principal que subyace en este proyecto es que las décadas de desmonte de garantías laborales no han significado una mejora en las cifras de empleo. Es la realidad y no la teoría la que deja claro que no es la flexibilización de los vínculos laborales la que favorece al empleo.
Es evidente las cifras agregadas de desempleo no han tenido una variación significativa en los últimos 20 años, además, la cifra de informalidad laboral agregada de los últimos 20 años no ha aumentado gradualmente; a lo que se suma que en las relaciones formales laborales la excepción ha sido regla: las modalidades que se entienden excepcionales como la obra o labor, el contrato a término fijo, el contrato temporal y el contrato de prestación de servicios determinan la mayoría de las relaciones laborales formales.
La reforma procura resolver el problema de la flexibilidad laboral, promueve con herramientas ciertas la estabilidad de los trabajadores sin afectar las cifras de empleo, pues por mera lógica, si quitar las garantías no generó más empleo y menos informalidad, recuperarlas no afectará negativamente las cifras.
Esta reforma, que busca hacer justicia histórica con los trabajadores, debe permitirnos discutir a profundidad la cuestión laboral en nuestra sociedad. El trabajo como lo conocemos tiende a desaparecer, esta es una oportunidad para abrazar conspiraciones neoludistas y destruir las máquinas o, por el contrario, para evaluar que debe significar el trabajo en nuestra sociedad.
El trabajo en nuestra sociedad tiene un lugar moralmente preponderante en la validez de la vida, en esta sociedad se nace para “producir”; hasta el ocio, que es el escenario en el que podemos ser nosotros mismos ha sido invadido por la manía de la productividad, creo sinceramente que si el ocio es productivo es otra cosa, no es ocio y el ocio es el escenario predilecto para ejercer nuestro derecho a no producir.
Aunque pareciera que la improductividad es un privilegio solo permitido para herederos, los avances tecnológicos inminentes podrán eliminar muchísimas actividades que hoy son trabajos, esta me parece una oportunidad vital para tener una sociedad más contemplativa, menos productiva, en la que valga la pena vivir en sí mismo y no para producir, para rascarse la barriga, para dejar de sentirnos culpables por trabajar menos. Es importante la reforma legal del trabajo, pero debemos avanzar en una reforma moral del trabajo, debe dejar de ser el trabajo el escenario de sacrificio judeocristiano que legitima la vida. Trabajar deberá ser solo una actividad en la vida y cada vez una actividad que demande menos tiempo del día.
Esta “utopía” que presento solo es posible con un modelo económico de mayor redistribución. Otro mito, que fortalece la moralización del trabajo, es que el éxito económico se debe a mayor esfuerzo cuando son los trabajadores informales y populares los que menos descansan en Colombia, madrugan pero dios no les ayuda.
Porque en una sociedad desigual, el trabajo duro solo reproduce la riqueza de las que la tiene acumulada. Fortunas como las de Sarmiento Angulo son el síntoma de que la economía colombiana es disfuncional.
La meta tendrá que ser trabajar menos y mejorar los ingresos mínimos, esto por el contrario de quebrar los empresarios generará un impulso vía consumo de la productividad que generará mayor productividad y por tanto mayor empleo, necesitamos más empleados no gente más tiempo trabajando.
En buena hora llega la reforma para hacer justicia el debate que sigue, en el que está el mundo, es el de reducir el trabajo, no como cifra macroeconómica, sino como aspecto preponderante en la vida. La próxima reforma, deberá ser para trabajar menos.
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