“La ciencia es así un saber pragmático, una actividad constructiva que se desarrolla a beneficio de las voluntades individuales, y por eso mismo es intrínsecamente parcial y limitada.” (J. Choza. Pg. 128.)
Me alegra pensar que el entusiasmo social por la presencia del máximo delegatario colombiano, Gustavo Petro, sigue siendo la misma que en el periodo de la contienda electoral. Sobre sus promesas y quereres políticos, es difícil pronunciarse; la línea invisible entre amarillismo, radicalismo y apatía política es difícil de sortear sobre un resultado favorable o negativo. Colombia es sus colombianos, su futuro biográfico, y biológico. Sin embargo, la polarización y la mentira siguen siendo un fenómeno difícil de limitar formal y materialmente; ¿la gente se informa? ¿Qué información es la más acercada a la verdad?
Como lo ilustra muy bien Jacinto Choza, en el pequeño extracto que me da gusto compartir; las ciencia sociales son una suerte de azar conceptual determinado por patrones de comportamiento e interés. Difícilmente, se puede esperar un resultado previsible en cuanto a saber humano, parece entonces que todo ello depende del momento en específico, y no tanto del esfuerzo por acercarse a la verdad o al bien común racional.
Los políticos, siguen negociando con vidas, con futuros, con aspiraciones, y con la porvenir biográfico. Los esfuerzos necesarios no han sido materializados; con dolor, considero que ello, es por la falta de vocación. Y claramente, porque las políticas se toman en virtud de la favorabilidad, que, ello presupone en la percepción del sujeto al que se le ha denominado constituyente primario; si, somos una materia prima electoral.
El querer hacer el cambio, positiva y racionalmente debe ser aplaudido. No estoy intentado convencer al lector sobre el apoyo a un alto delegatario en específico; más bien me gustaría orientar la atención de dicho constituyente a la autorrealización analítica de lo que debemos esperar de un Estado en pleno siglo XXI; afortunadamente, los grandes pensadores de diferentes países han adoptado la Dignidad Humana como presupuesto y parte de la estructura esencial de los Estados; falta materialización y acercamiento al ciudadano, sin embargo es positivo.
La muralla de Teodosio, protegió a la Europa de antaño de los conflictos beligerantes que acabaron con miles de vidas humanas. Sería anacrónico de mi parte tomar partido en los conflictos de Constantinopla y Bizancio; lo uso es más bien como alegoría que conlleva considerar; ¿Quién o que nos protege de las mentiras? Me encantaría escribir que Petro como gobierno personalista; tal vez, Dios como fuerza espiritual; algún organismo multilateral, por medio de sus solemnidades poco practicas; la oposición de gobierno, que hace un ejercicio racional y crítico sobre el terrible Petro; o las instituciones y corporaciones que tienen a su cargo dirimir controversia abstractas o materiales en el plano jurídico, pocas veces más allá de eso.
La verdad es que todos los ejemplos, así como la muralla de Teodosio, son como Kerkaporta; no son funcionales. Para que la muralla de Teodosio, la que no puede ser derruida, funcionara correctamente, debe articularse, cuidando de asegurar la puerta del olvido, Kerkaporta. Es decir, para que Petro pueda obrar conforme la vocación pública que se predica de sus discursos proselitistas, o que se predica del cargo que ha sido magullado durante gran parte de nuestro desarrollo social y político; debe entenderse con la oposición, con los organismos multilaterales, con la fuerza espiritual de lo que lo impulse en los momentos difíciles, con las corporaciones, instituciones, y la gente; pero, principalmente, debe centrar su atención en la verdad, o más bien en el acercamiento a la misma.
El afán por convencer, no va a morir, como si lo hizo la vocación pública (Tal vez con Cicerón en Roma), considero; siempre que seamos la materia prima de los procesos democráticos, que, algún vivo caudillo del pueblo surgirá para enaltecer el valor de la pigmentocracia, del Pretty Privilege, y de la retórica política. Pero, no es tarde; la información está al alcance de todos, el uso racional de las instituciones, de la mano de un pueblo educado, que sepa que quiere, porque sabe de dónde viene; y coadyuvado por el resurgimiento de la vocación pública nos pueden hacer un país que reconozca la otredad, la periferia, a la Colombia grande, que no es solo Bogotá, Medellín, Cali, y Gustavo Petro. Colombia somos todos, incluyendo la cordillera central.
Lamento mucho lo que ha pasado esta cuarta semana de enero del 2024, en la cordillera de los Andes; es momento de tomar decisiones.
Gracias por leerme. 1329.
Juan Munar.
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