¡Tengo miedo!

“Imaginemos lo que la ingeniería social hacía décadas y años atrás en la manipulación mediática de la población y reflexionemos sobre las poderosas herramientas de inteligencia artificial existentes hoy día, asequibles y baratas, utilizadas y explotadas políticamente para moldear una conciencia colectiva, enfilando las masas hacia un fin específico: ‘escoger’ un candidato democráticamente, provocar un caos social determinado, promover una Ley, sembrar odios, atomizar la población, provocar rupturas sociales y hasta territoriales….”

Latinoamérica se está convirtiendo en el escenario de los extremos políticos diametralmente opuestos. Desde una izquierda irracional hasta una derecha asfixiante, los adjetivos sobran. Tanto para los unos como para los otros se pueden usar los mismos y hasta transponerlos. Pensaría que no se trata solo de izquierdas o de derechas, se trata de una desilusión generalizada donde el escepticismo de las masas y la racionalidad instrumental de la población se convierte en un medio propicio para extremos en cada periodo o ciclo gubernamental.

Siendo del mismo país, del mismo territorio, de la misma comunidad, dichos extremos no se aceptan para trabajar en conjunto en pro del bien común, sino para la privatización de los beneficios del Estado. Dicha privatización consiste en el favorecimiento de ciertos grupos sociales por encima de otros. Incluso las minorías vencen a las mayorías.

Lo políticamente incorrecto camina airoso con potentes binoculares por el balcón de los mass media y hablar del interés de uno u otro grupo poblacional, sea minoritario o sea mayoritario, aumenta considerablemente el riesgo de cancelación. Este nuevo temor hace que la política actual se enfoque en querer favorecer tanto a los unos como a los otros. Luego la imposibilidad de cumplir simultáneamente, a veces por las peticiones entrañablemente antitéticas de cada grupo injerente, aumenta el descontento social y la desesperanza.

Sea de una corriente política o de otra, los discursos camaleónicos pululan por doquier en los territorios nacionales y subnacionales latinoamericanos. Dependiendo del grupo objetivo se adapta el discurso. Aunque agotada, le corresponde a la población tomar partido, sea de un extremo o del otro, todo en una atmósfera de incredulidad.

En la conciencia colectiva el inconformismo crece. Los ciudadanos no hacemos nada. Muchos dirán: ¡claro que podemos hacer! ¡No podemos quedarnos inertes viendo lo que pasa! Siempre se analiza el discurso positivista (¡y hasta cliché!) pero poco se razona el temor, el miedo de las personas. Parece un tema tabú y tratarlo nos expone a ser tildados de cobardes y pusilánimes. Tener un discurso positivista no anula el hecho que pragmáticamente poco o nulo hacemos algo para cambiar el rumbo de Latinoamérica. Preferimos sobrevivir que morir en el intento de cambiar. La muerte no es ideológica, es física, es real. Pero ¿por qué habremos de morir en esta época de modernidad si ya contamos con un andamiaje jurídico y jurisprudencial sofisticado, protector de la vida y de la dignidad humana, acorde a los tiempos? Muchos factores. Pero digamos uno: por la corrupción estructural del momento.

La historia latinoamericana muestra innumerables ejemplos donde líderes sociales que tomaron bandera en la lucha por la justicia social han muerto dantesca y ejemplificantemente, o han desaparecido, escondidos en el olvido. Los que no han muerto han sido sometidos al exilio del descrédito, cancelados sin que la misma sociedad comprenda que han sido inocentes víctimas del inconmensurable poder de la ingeniería social en el amoldamiento del pensamiento y razonamiento de la sociedad.

En países donde la iniciativa privada es muy baja, y todavía incipiente en los territorios subnacionales, la cancelación se traslada al plano laboral. Las personas no podrán sostener a sus familias sin un empleo digno. En regiones pobres los empleos que garantizan un mínimo prestacional de seguridad social están en el sector público, controlado milimétricamente por ideologías políticas extremas a las cuales si no se pertenece tampoco se gozarán de los beneficios económicos y laborales del oficialismo totalitario del poder.

Imaginemos lo que la ingeniería social hacía décadas y años atrás en la manipulación mediática de la población y reflexionemos sobre las poderosas herramientas de inteligencia artificial existentes hoy día, asequibles y baratas, utilizadas y explotadas políticamente para moldear una conciencia colectiva, enfilando las masas hacia un fin específico: ‘escoger’ un candidato democráticamente, provocar un caos social determinado, promover una Ley, sembrar odios, atomizar la población, provocar rupturas sociales y hasta territoriales… En todo caso la lógica es la misma: confusión, temor, división, secuestro del pensamiento, obnubilación del raciocinio social y subliminalización de la intención política. Dicho en otras palabras: crea miedo, activa el cerebro reptiliano, entronízate con el instinto de supervivencia y triunfarás. Matices más, matices menos, la estrategia de los extremos es siempre la misma.

Dice un adagio que el todo es más que la suma de sus partes. A cada uno de nosotros nos toca aportar más que esperar del todo la solución. Así como nos multiplicamos en alteregos a través de las redes sociales, que a veces parecemos boths, así también multipliquémonos para pensar y actuar en nombre del bien común, que será el de nuestros hijos y futuras generaciones.

Se necesita del pensamiento para actuar. Una sociedad puede actuar exenta de pensamiento (u hombres pensantes) pero andará a ciegas, dándose golpes recurrentes con la historia y con los estereotipos inducidos. Es necesaria una colectivización del pensamiento. Hay que sembrar pensamiento.


Todas las columnas del autor en este enlace: Erlin David Carpio Vega

Erlin David Carpio Vega

Ingeniero Ambiental y Sanitario, Especialista Tecnológico en Procesos Pedagógicos de la Formación Profesional y Magíster en Ciencias Ambientales. Más de 15 años de trayectoria en el sector público y privado. Docente, Instructor e Investigador. Autor de varios artículos científicos, capítulos de libro y libros de investigación. En la actualidad es Instructor del Área de Gestión Ambiental Sectorial y Urbana del SENA. También es columnista en El Pilón.

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