Conocí a una gran donante americana que se dedica a tejer durante las sesiones del consejo directivo de la fundación que apoya. ¿Por qué lo hace?, le pregunté hace poco. Me explicó que le ayuda a concentrarse más y a pensar en la importancia de unir. Me dejó pensando en Colombia. Tejer es un oficio que requiere tiempo, método y precisión. No hay atajo posible y cada puntada es tan importante como la anterior. Pero al mismo tiempo, deshacer un tejido –especialmente si no está terminado– es algo muy fácil. Solo hace falta jalar de uno de los extremos. Tejer toma días, deshacer es cuestión de segundos.
A nuestro país le está pasando algo parecido. El tejido social, político y económico está hoy amenazado y comienza a romperse. Hoy, más que nunca, es necesaria la unión para defenderlo y seguir construyendo.
El momento que vivimos requiere grandes consensos en torno a tres pilares fundamentales. El primero de ellos es la defensa de la democracia, que es la fuente de la libertad. Hay razones para estar alertas de cara a las elecciones de 2026. A los comentarios del presidente Petro sobre el manejo de la información electoral por parte de la Registraduría y el deterioro de las condiciones de seguridad en varias regiones del país se suma ahora el bloqueo de recursos a entidades como la Procuraduría, la Contraloría y la Defensoría del Pueblo, que garantizan el equilibrio de poderes. Y ni qué decir de la incierta aventura constituyente en la que el Presidente quiere montar al país. Cualquiera de estos elementos, o varios de ellos, podrían utilizarse como excusa para alterar el proceso electoral.
Hay que estar atentos para hacer frente a las amenazas autoritarias, cada vez más frecuentes y disonantes, que nos llevarían por el camino de Venezuela. Seguramente, quienes asesoraron al régimen allá deben estar pensando que también lo pueden hacer acá.
El segundo aspecto es la importancia de rodear a los alcaldes que empezaron su mandato en enero pasado y que no comulgan con la ideología del Gobierno nacional. Ya hay muchos indicios de que enfrentarán una falta de apoyo presupuestal para impulsar los proyectos de inversión que requieren las ciudades. Hay que acompañar a los alcaldes en la ejecución de sus planes de desarrollo facilitando el acceso al financiamiento. Esto significa trabajar con la banca para ampliar plazos y mejorar condiciones. También es necesario que en ausencia del aval fiscal del Gobierno nacional, nuestros gobernantes locales tengan el aval social de la academia, la sociedad civil y el mundo empresarial para tomar medidas audaces que les permitan compensar los recursos que van a dejar de recibir del Ministerio de Hacienda.
En tercer lugar, el acuerdo debe ayudar a sacar a la economía del estancamiento y, al mismo tiempo, facilitar la disminución de las tasas de interés por parte del Banco de la República. Todos los sectores pueden aportar. Los bancos, naturalmente, con una reducción de sus márgenes frente a las pymes. Aunque ya han bajado, se requiere un esfuerzo adicional en las tasas hipotecarias. Los generadores de energía también son claves en esta conversación. Antes de que el Gobierno los pase por la guillotina, pueden reducir el costo de la energía eléctrica –sobre todo ahora que comienzan a llenarse de nuevo los embalses–.
Por su parte, los constructores con inventario pueden ofrecer descuentos adicionales a quienes quieren comprar vivienda. Y, claro, el sector del comercio, que incide en el costo de vida, puede ser determinante frente a los productos que más pesan en la canasta familiar. Esto animaría al Banco de la República a reducir más rápidamente el costo del dinero.
No es momento de candidaturas sino de consensos. Este acuerdo hay que tejerlo de abajo hacia arriba, empezando por muchos compatriotas que han trabajado en el servicio público con experiencia y dedicación –independientemente de si lo hicieron en un gobierno u otro–. Es hora de empezar a concretar las propuestas, que desvíen la atención de la narrativa pesimista y paralizante en las que nos tiene inmersos el Gobierno.
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