A los 7 años Stanimir Todorov (Sofía, Bulgaria, 1967) soñaba con ser violinista. Sus papás escuchaban música clásica y él no veía la hora de tocar el violín en una sala de conciertos.
Tal fue su insistencia que un tío abuelo suyo, que conocía al director de la Escuela Nacional de Música Lyubomir Pipko, accedió a presentárselo. Cuando llegaron a la Escuela el director, sin más, le dijo a Stanimir que sus manos estaban hechas para tocar el chelo, en vez del violín.
Desde ese momento, y en medio del autoritarismo y la censura impuestos por el gobierno socialista de Bulgaria, Stanimir no se despegó del chelo. Entre 1988 y 1991 tomó clases con el maestro Zdravko Jordanov en la Academia Estatal de Música Pancho Vladiguerov. Fue becario de la Academia Internacional de Música Menuhin en Gastaad (Suiza), donde perfeccionó su destreza en el chelo con el maestro Radu Aldulescu. Allí también aprendió música de cámara con el gran Yehudi Menuhin, Alberto Lysy, Lorry Walfisch y demás maestros.
Tras su paso por la Academia Internacional de Música y el Conservatorio Europeo de Música de París, ingresó a la Camerata Lysy Gstaad como primer chelo y participó en prestigiosos festivales como el Menuhin Festival (Suiza), Festival Musical de Granada (España) o Berlín Music Encounters (Alemania).
Su disciplina y talento lo han llevado, además, a orquestas de gran renombre como la New Synphony Orchestra de Sofía y la Orquesta Filarmónica de Montecarlo. Aparte de chelista, ha sido profesor en los conservatorios de Copenhague (Dinamarca), Malmö (Suiza) y el de la Academia Internacional de Música Menuhin, de donde es egresado.
Países como Argentina (donde reside en la actualidad), Bolivia, Guatemala, España y Sudáfrica han escuchado a este “coloso del chelo”, título que le dieron los críticos y el público debido a la emotividad de su interpretación.
Medellín se sumará a su itinerario y este jueves la capital antioqueña tendrá el privilegio de escucharlo. La cita es las 8:00 p.m. en el Teatro Universidad de Medellín, donde junto a la Orquesta Filarmónica de Medellín (Filarmed) y bajo la batuta del maestro chileno Francisco Rettig, Todorov actuará como solista en dos obras que realzan la potencia del chelo: Schelomo, rapsodia hebrea para violonchelo de Ernest Bloch y Concierto para chelo en Re mayor de Joseph Haydn.
Filarmed cerrará esta velada sinfónica con La mer, obra en la que el compositor francés Claude Debussy recrea los sonidos del mar y expresa su amor por la naturaleza.
Sin duda alguna, un concierto imperdible para deleitar los sentidos. A propósito, el maestro Todorov conversó con Al Poniente sobre su vida y obra:
A los 7 años usted empezó a tocar el chelo ¿Cómo recuerda ese momento y qué tan decisivo fue para su carrera?
Lo recuerdo siempre por una sola cosa: sentir amor por el sonido del instrumento y eso, con los años y el tiempo, nunca cambió. Uno a veces le sale mejor o no tanto, pero las ganas de hacerlo mejor posible son innegociables.
¿Qué lecciones le dejaron sus maestros y cómo ha logrado mantener una sólida carrera que lo ha llevado por los escenarios más prestigiosos del mundo?
El mensaje más importante de mis maestros fue que hay muchos caminos y que no hay un techo del aprendizaje ¡Uno siempre llega a descubrir algo y ya está el próximo escalón para subir! Entonces, uno tiene que estar muy bien armado con una técnica sólida para poder dominar las emociones y buscar la simpleza en todo.
¿Sintió el autoritarismo en su país durante el gobierno socialista? ¿Qué tanto afectó este su vida y formación como músico?
¿Sobre el autoritarismo qué se puede decir? ¿A quién le gusta vivir encerrado en una celda sin poder tener contacto con otras culturas y, sobre todo, poder expresar libremente sus pensamientos? Yo soy de esa generación que se educó hasta los 21 años en ese sistema y que vivió el cambio luego de la caída del muro de Berlín.
Como todo en la vida, no todo es blanco o negro. Este sistema tenía algo muy bueno y fue la educación y la cultura. Se invertía mucho en ello y para nosotros, como niños y adolescentes, fue darnos la posibilidad de estudiar y aprender. También de tocar y tener mucha práctica, que forma enorme parte del aprendizaje. Uno estudia en su casa, pero no toca para el perro o el gato. Nosotros teníamos la posibilidad de tocar en público, hacer repertorio con piano, música de cámara y orquesta.
A usted lo llaman “el coloso del violoncello” ¿Qué piensa de semejante título? ¿Tenerlo implica una gran responsabilidad o cómo se lo toma?
Cuando leí y escuché por primera vez lo de “coloso” me dio riza y luego vergüenza. Me parece algo demasiado sólido y grandioso como para describir la fragilidad y las dudas de un artista.
Debe haber sido un invento de un periodista para promocionar un concierto y ha quedado como una marca que yo no siento representar. La música y el arte van más allá de poner apodos con esta pomposidad. Uno no es bueno en todo y tiene que conocer sus límites para poder progresar.
Hablemos de las obras que interpretará con Filarmed este jueves. Schelomo, rapsodia hebrea para violonchelo de Bloch está inspirada en la vida del Rey Salomón ¿Cómo logra transmitir el chelo el dramatismo y la religiosidad de esta obra?
La rapsodia de Bloch es una obra muy emblemática y poco tocada. Toca todas las cuerdas expresivas del alma y, como en Don Quijote de Strauss, el violonchelo representa un personaje como es el Rey Salomón. Para haber sido escrita en 1916 es muy vanguardista, sobre todo en la forma de rapsodia, donde los diferentes temas, en un momento, se mezclan entre la orquesta y el solista, con melodías y poliritmias impresionantes. Todo es muy expresivo, exuberante y el desafío es justamente el poder sonoro del instrumento, al cantar y declamar a la vez.
El Concierto para chelo en Re mayor de Haydn es exigente, ya que explora las infinitas posibilidades del chelo ¿Qué retos le plantea a usted esta obra?
Haydn es transparente, elegante y presenta una cantidad de obstáculos técnicos que parecen una carrera de saltos donde, por determinado tiempo, uno tiene que tratar de bajar los menores obstáculos posibles sin que lo note el espectador.
Ambas obras son importantes para la historia de la música, pero no son muy comunes dentro del repertorio de una orquesta ¿A qué se debe esto y por qué Medellín tendrá el privilegio de escucharlas este jueves?
La sonoridad es diferente y la orquestación permite que se escuche cada pequeño detalle, lo cual puede ser un arma de doble filo. Es un desafío importante y como artista uno vive de estos desafíos, buscando los límites y aprender cada vez más.
En una entrevista concedida al diario El Clarín de Buenos Aires usted aseguró que “en los tiempos difíciles de la humanidad nacen grandes obras de arte” ¿Con la amenaza latente de la guerra, el terrorismo y el autoritarismo cómo pueden ayudarnos la música y el arte a ver la luz en medio de tanta oscuridad?
En tiempos difíciles, como en la actualidad, solo la cultura, la educación, el arte y la música nos dan las herramientas para combatir el fanatismo y la ignorancia. Sin ellos volveríamos a la era de piedra.
No hay mejor arma que la educación para que el mundo cambie. Lo que digo puede parecer idealista, pero creo que hay que invertir en educación. El resultado se ve a largo plazo y parece difícil, pero es un buen camino.