SOCIEDAD CIVIL O PAISANAJE
LA PERVERSIÓN DEL CONCEPTO
“En este combate contra el Estado Total, la sociedad civil no sólo está sola y entregada al vigor de sus propias entrañas.Está obligada a estarlo. Lo está ahora y lo estará siempre.
O no habrá democracia en América.”
Antonio Sánchez García @sangarccs
“La democracia consiste en poner bajo control al poder político”.
Karl Popper
“El Estado es una boa constrictor”
Karl Marx
No porque los funcionarios del Estado – burócratas, jueces, policía y militares, entre otros – vistan ocasionalmente de civil y vivan en sociedad, son parte constitutiva de la llamada “sociedad civil”. Pues en rigor, si lo son en tanto individuos, no lo son en tanto miembros de unas corporaciones: forman parte del aparato de Estado, y le dan basamento a lo que, en rigor, ha de ser llamado “sociedad política”. Tampoco los partidos políticos son, en rigor, parte de la sociedad civil. Antes pertenecen también, luego de haberse institucionalizado y servir al funcionamiento orgánico del sistema mismo, al Estado en cuanto tal.
El concepto sociedad civil, de vieja data, encuentra su primera articulación en la Filosofía del Estado y del Derecho, de Hegel, para quien la totalidad histórico social había de ser comprendida como constituida por el Estado, la sociedad civil y la sociedad política. La sociedad civil, die bürgerliche Gesellschaft, es la base social misma, la encargada de la reproducción espiritual y material del sistema. El Estado y la sociedad política los encargados de la administración y control del funcionamiento de la sociedad. Ya en la modernidad, fue Gramsci quien rescató el concepto de entre las ruinas del delirante estatismo que se veía venir en la conformación de los totalitarismos. Y la extraordinaria socialización seguida del industrialismo el que la pondría a valer como instancia de autonomía hegemónica.
De allí mi asombro al seguir las entrevistas por CNN la noche de ayer con miembros de la sociedad civil de Cuba y Venezuela realizadas por Fernando del Rincón, para quien todo lo que sea civil viene siendo sociedad civil: los 400 acarreados por el gobierno de Nicolás Maduro a Panamá a costos del erario nacional para servir de comparsa “social y civil” a su estreno en sociedad tanto como los jóvenes defensores de los espacios de libertad para sus sociedades que participan en los foros de la sociedad civil en el marco de la Cumbre de las Américas: la hija de Payá y el joven disidente que la acompañaba tanto como los matones cubanos agentes de los aparatos represivos estatales cubanos llegados para reprimirlos.
Se equivoca Del Rincón al pasteurizar el concepto y homologarlo al que yo calificaría de “paisajane”: no todo civil pertenece a la sociedad civil ni todo funcionario de paisano representa los intereses civiles de “la civilidad”, valga la redundancia. No es que tanto en Cuba como en Venezuela “la civilidad” o “paisanaje”, por darle algún nombre, sea idéntica a la sociedad civil y que quien sea un esbirro del castrismo tenga tanto derecho a representar a la sociedad civil como lo tiene cualquiera de los miembros de las Damas de Blanco. Es más: las abuelas de la Plaza de Mayo dejaron de ser automáticamente exponentes destacadas y magistrales de la sociedad civil argentina en cuanto se matricularon en el proyecto neofascista del kirchnerismo. Hoy son funcionarias del peronismo castrochavista representado por Cristina Fernández. La plena subsunción de lo que podríamos llamar civilidad con su Estado, castra el atributo de civilidad que le sería propio en tanto sociedad civil. De no entenderse, desaparecería el concepto de totalitarismo, pues una sociedad es totalitaria cuando el conjunto de sus componentes ha sido engullido por el Estado, que pasa a convertirse en un Estado Total en la medida en que el Estado y lo que fuera la sociedad civil pasan a conformar un todo articulado. Los dos clásicos ejemplos son el Estado totalitario fascista y el Estado totalitario bolchevique. En América Latina: Cuba y Venezuela, que han logrado el prodigio no sólo de reciclar ambas formas de Estado totalitario, sino de amalgamarlos en un solo amasijo represor y constrictivo.
Imposible mejor explicación de la relación entre democracia y dictadura que la que da Karl Popper cuando define en rigor lo que es una democracia: no, como suele creerse, una sociedad marcada por la división institucional de los poderes y la periódica elección de los miembros de sus corporaciones, rituales propios e inherentes al sistema democrático que suelen desplazar su contenido real: “La democracia, dice Popper, consiste en poner bajo control al poder político”. En otras palabras: la democracia no sólo no se sustenta en el Poder Político: se sustenta en la sociedad civil que lo controla para impedirle su natural tendencia al desafuero totalizante.
¿Quién habría de poner bajo control al poder político sino, precisamente, la sociedad civil? Una sociedad deja de ser propiamente democrática cuando su poder político no sólo escapa a todo control social, sino cuando pasa a controlar con su aparato, qua poder político, al conjunto social. La democracia desaparece, en cambio, cuando el Estado se la engulle. Punto. Una tendencia invasiva a la totalidad que es inherente al Estado por su naturaleza misma. De allí que no exista mejor definición metafórica del Estado que la dada por Karl Marx en La Ideología Alemana: “el Estado es una boa constrictor”.
De allí que constituya una aberración pretender que los funcionarios, agentes, militantes, adherentes y fieles manumisos del aparato cubano o su hermano menor secuestrado por él, el aparato de estado venezolano, sean tan legítimamente sociedad civil como lo es el conjunto de la sociedad que lucha por liberarse de sus cadenas y echarle mano al control del Estado para garantizar el pleno desenvolvimiento de la sociedad.
Y de allí el error de principio de creer que unos enviados de Maduro y otros de los Castro podían confrontar y dialogar con aquellos miembros de la sociedad civil cubana o venezolana en igualdad de condiciones. Dichos enviados son el Estado dictatorial. Frente a los cuales, los representantes de nuestras sociedades civiles están tan solos como cuenta haberse sentido Sebastian Haffner ante el Estado hitleriano: náufrago ante un mar infinito.
Un hecho inevitable. En este combate contra el Estado Total, la sociedad civil no sólo está sola. Está obligada a estarlo. Lo está ahora y lo estará siempre. Y de sus entrañas deberá sacar las fuerzas para imponer la libertad. O no habrá democracia en América.
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