Cayetano Betancur Campuzano fue un importante filósofo antioqueño de la primera mitad del siglo XX, nacido en Copacabana Antioquia, y radicado en Bogotá hasta el día de su muerte. En uno de sus muchos textos aparece como estrella reluciente una –aparentemente- simple columna de prensa titulada Mente y Corazón de un hombre de Estado. Si bien Cayetano dirigía su columna a la congratulación de una administración presidencial conservadora, en el fondo de la columna se percibía un tema que lastimosamente fue olvidado por nuestros directores de campaña: la mente y el corazón.
En efecto, Cayetano afirmaba, ya no solo en esta columna sino en diversos apartados de su obra, que la política no puede ser únicamente pensada en función de la capacidad de gobierno (diríamos hoy: de gobernabilidad) sino también en función del gobernante. Quién fuera este, cómo actuara en su vida cotidiana, cómo se expresara y qué valores morales le caracterizaran, eran asuntos que todo tenían que ver con el mundo de la política, entendida esta como administración dirigida a un conjunto amplio de ciudadanos.
La campaña política no aparece, sin duda, como un lugar común que tiene que ser repetido cada tanto en función de que quede el candidato que parezca mejor. La cuestión radica sobre un asunto muy particular que puede resumirse en la pregunta: ¿será buen gobernante? Un buen gobernante no solo puede administrar en función de su mente, esto es, de su racionalidad computada. Es esta la perspectiva maquiaveliana del todo vale en el mundo de la política, donde la preservación del poder es la clave permanente. Un buen gobernante debe tener buen corazón.
En este punto, el cínico puede reírse: adelante. Cada vez que hablamos
de corazón y sentimientos, el imbécil que cree que nada puede ser cambiado levanta su rostro y hace muecas para que lo vean y digan “Mira qué inteligente es que nada se cree”. Sin embargo, ni el mundo ni las personas funcionan como el cínico quiere que lo hagan. Los humanos sentimos, queremos, deseamos, proponemos, y amamos tanto como podemos odiar. Pensar en la habilidad cordial en el mundo de la política no tiene por qué ser un absurdo: llevamos pensado lo contrario el tiempo suficiente como para considerar que es precisamente eso lo absurdo.
Amigos lectores, me sumo a la vocación betancuriana de abogar por la mente y el corazón. Está bien que requiramos de candidatos que tengan la suficiente racionalidad como para solucionar asuntos nacionales, pero también debe estar bien que lo haga en función de los demás. No sea que la razón lo lleve a actuar por sí mismo. No olviden, estimados lectores, que una campaña es la muestra de las posibles acciones de un gobierno. Votar por una campaña sin corazón, es votar por un gobierno sin corazón. Igualmente, votar por una campaña sin mente, es hacerlo por un gobierno estúpido. Piense de nuevo su voto, está a tiempo.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://fbcdn-sphotos-d-a.akamaihd.net/hphotos-ak-prn1/t1/1488896_10202086754224487_208028205_n.jpg[/author_image] [author_info]Andrés Felipe Tobón Villada Politólogo de la Universidad EAFIT y actual candidato a la Maestría en Estudios Humanísticos de la misma Universidad. Ha publicado en revistas académicas locales como Cuadernos de Ciencias Políticas del pregrado en Ciencias Políticas de la Universidad EAFIT, y en revistas indexadas internacionales como Razón Española. Asimismo, participó en la creación del cuarto tomo del Diccionario crítico de Juristas Españoles, Portugueses y Latinoamericanos (Hispánicos, Brasileños, Quebequenses y restantes francófonos) de la Universidad de Málaga. Actualmente se desempeña como docente y consultor analista en la Universidad EAFIT. Leer sus columnas.[/author_info] [/author]
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