En medio de la pandemia que atravesamos y la crisis económica y social que ésta ha agravado, me vi interrogada como profesional de la salud mental y como ciudadana, además de considerar seguir en función tanto de la responsabilidad con mi vida como del acompañamiento a mis seres queridos; ¿qué otra cosa más podría hacer para contribuir a la transformación y construcción de una cultura ciudadana; que nos posibilite a todos avanzar en el reconocimiento de lo humano, de la singularidad, del valor que cada uno tiene y de su papel en esta sociedad?
En esta búsqueda, fui invitada a finales del año pasado por una integrante del CEEZ a participar en el curso «El ser humano ante la muerte: una mirada histórica y existencial», en el que se propuso pensar la muerte desde las reflexiones que ofrece la filosofía, la historia y la literatura, buscando con ello conseguir mejores condiciones para relacionarnos con la muerte como una posibilidad ineludible, y posteriormente decidí participar de su curso «Pensar los celos: una mirada psicoanalítica y ética», en el cual trabajamos los celos desde los elementos que ofrece la filosofía, el psicoanálisis y el feminismo, interrogando sus causas y la relación mortífera que se tiene con estos, así como el hecho de que olvidamos las fronteras de la libertad del otro y el respeto por su vida.
Ante los problemas sociales contemporáneos que hoy se presentan, como la violencia, el comportamiento suicida, las adicciones, los trastornos mentales y los conflictos en la convivencia, entre otros; son múltiples las alternativas que se ofertan por los diferentes medios: algunas con soporte científico, como es el caso de la intervención clínica, pedagógica y social, o los medicamentos, otras en oposición a todo fundamento científico como salidas del sombrero de un mago.
La gran mayoría de los seres humanos hoy buscan desesperadamente respuestas para aliviar la angustia o silenciar los síntomas que padecen, sin que ello implique mayor esfuerzo; a veces recurren con preguntas sobre el «cómo», esperando que inmediatamente se les devuelva una respuesta del receptor. Son muchos los profesionales de la salud, de las ciencias sociales, especialistas y no expertos los que se ven enfrentados diariamente a esta forma de tramitar el sufrimiento humano.
Uno de los aspectos problemáticos en el sistema de atención en salud es la insistencia del síntoma que no se somete a un examen capaz de interrogar al sujeto por su relación con o síntoma; es decir, quien atiende a un sujeto en el sistema de salud no suele intervenir para que éste pueda situarse singularmente frente a eso que padece, de tal forma que pase de la queja a la pregunta, sino que son pocas las veces que se cuenta con un dispositivo de la escucha y de la palabra que favorezca las condiciones para acompañar al sujeto en eso que podría ser su descubrimiento. Además, es necesario que el sujeto tenga la disposición para hacerlo; es decir, renunciar al afán de la respuesta externa, para que se adentre en sus propias respuestas y esto se da no sólo cuando el sujeto quiera sino cuando pueda comprender eso incomprensible que repite.
Frente a este panorama, considero que los cursos del CEEZ sirven como herramienta para contrarrestar la crisis que atravesamos, pues son una apuesta formativa cultural necesaria que cuestiona los mandatos imperantes en nuestra sociedad y que nos invita a pensar por nosotros mismos, a exigirnos hacer una búsqueda personal y auténtica de respuestas, en vez de conformarnos con la recepción de las mismas por parte de terceros.
Los cursos del CEEZ me han permitido afianzar algunas de las consideraciones que he enunciado sobre la singularidad, y desde la reflexión en torno a mi responsabilidad social como psicóloga y trabajadora del sector de la salud, además, me han permitido pensar no sólo como humana sino como partícipe del curso de mi sociedad. Lo anterior, a partir de las reflexiones ofrecidas en cada una de las sesiones, del trabajo propuesto y de la metodología de trabajo que por otra parte, no requiere conocimientos previos.
Por lo anterior, considero muy valioso que estos espacios para pensarnos existan en la ciudad para conversar y acercarnos a la comprensión de la complejidad humana, y todo cuanto ella implica: la vida, el amor, el odio, los celos, la muerte, etc.; espacios para enriquecernos desde la participación como sujetos diversos, para replantearnos prioridades como la vida, el lazo social y el deseo.
Agradezco al CEEZ por su compromiso decidido en esta importante apuesta. En mi experiencia como profesional valido el rendimiento de estos espacios de conversación y reflexión, e invito a todos aquellos que se identifiquen con la necesidad de transformación para alcanzar una mejor sociedad a que participen del nuevo curso que está ofreciendo el CEEZ «¿Qué significa leer para Estanislao Zuleta?», curso sobre el cual pueden obtener más información en el siguiente enlace: https://www.ceez.org/formacion-ciudadana/cursos-virtuales/leerparazuleta/ o comunicándose al [email protected] o al (+57) 320 687 59 21
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