Sobre la Imaginación

Después de una serie de breves y aún incompletas observaciones, el observador podría llegar a la conclusión de que incluso la observación es un privilegio. Esta premisa, no debería ser motivo de soberbia, sino de humildad. Existen ocasiones en las cuales los telescopios y los microscopios pueden ser una transitoria posesión de una persona pudiente, en otras, estos artefactos son un regalo anónimo para aquellos que menos tienen; todo esto, en desigual proporción. No obstante, esta columna de opinión no versa sobre la desigualdad, pero sí trata de aquellos pocos tuertos que se aprovechan de la ceguera de muchos, y como, a partir de la distancia con la realidad, la alternativa que hallan es la imaginación.

Los sistemas políticos, los sistemas jurídicos, las ideologías, son constructos visibles para algunos y para muchos más son, inclusive, conjuntos tangibles. Estos, no son más que imaginaciones que oscilan entre la distancia y la cercanía con los objetos, los hechos, la verdad; asimismo, estas imaginaciones basan su existencia en la aprobación y el consenso. Hace varios años, las orientaciones distintas a la heterosexualidad eran, para el público general, un pecado; ahora, aunque con opiniones divididas, es un derecho. Lo mismo sucede con el aborto y la eutanasia.

El derecho, así como el capitalismo, así como el comunismo, nace a partir del intercambio que alumbra al pacto social; el intercambio de lenguaje, de ideas, de miedos que posteriormente formaron una comunidad sobre un grupo de humanos. Sin embargo, estas estructuras idílicas parten de una serie de elementos materiales que constituyen verdades que no siempre son vistas, entendidas y mucho menos atendidas: las debilidades del cuerpo humano. En los albores de la sociedad, el humano no pensó en la utilidad del poder para el desarrollo de ideas y materias; en los albores de la sociedad, el ser humano supo que tenía hambre.

La necesidad es la madre de las ideas. En este punto, es vital hacer énfasis en que las ideas son un grupo de métodos y técnicas con las cuales el humano busca entender la materia y darle un uso que satisfaga sus necesidades, desde las más básicas, hasta las más específicas. Una vez que las ideas o sistemas de ideas, han dado éxito – o no – se vuelven una realidad: el capitalismo es el único modelo de producción que funciona.

Con esto, no pretendo proponer una crítica o alternativa al capitalismo, ese no es el objetivo de esta columna; con este ejemplo, pretendo mostrar que, incluso si empíricamente el capitalismo ha sido el único modelo que ha funcionado, esto no implica que este no sea un conjunto de ideas que los humanos han tenido para satisfacer algo que no pueden cambiar: la necesidad. Así como la experiencia un día le otorga la utilidad a un sistema de ideas, al otro día, puede señalar su expiración, en determinado tiempo, espacio y coyuntura.

La política, es también un sistema de ideas, la política no lo es todo, aunque lo trate de abarcar todo. La política se constituye con poder, libertad, justicia, autoridad e igualdad. Estas palabras, nombran a una paleta de observaciones sobre variaciones más o menos similares de un conjunto de elementos nucleares de un concepto.

Por ejemplo, la igualdad es que las partes involucradas en un intercambio posean, al final del día, materiales a los que le atribuyen igual valor. Desde esta sencilla premisa – que no deja de ser interpretación – se pueden derramar un sinfín de perspectivas. ¿Quiénes son las partes involucradas? ¿Intercambio de qué? ¿La igualdad es para todos y sobre todos los intercambios? Para una persona que se identifica como “de determinada ideología” la igualdad puede y debe funcionar solo entre las partes de una élite, un grupo selecto; para las personas que se autodeterminan como de otra ideología, la igualdad puede y debe ser para todas las partes. Variaciones similares ocurren entre las ideas sobre cómo debería de operarse el poder, la libertad, la justicia y la autoridad.

Irónicamente, aunque la utilidad de las ideas sea la satisfacción de las necesidades, la gran diversidad de las mismas, suele ocasionar conflictos entre aquellos que dejan de ser portadores transitorios de ideas y comienzan a observarse como propietarios de ideas o aquellos que pierden el control sobre las ideas que una vez manejaron y que estas, ahora desviadas, los manejan. Muchos olvidan que las ideas, si son herramientas, no construyen solas, y si son armas, no se disparan solas.

Ante la acrecentada distancia de una idea con su objetivo, aquellos que se encargan de operacionalizarla, comienzan a construir una realidad distinta a la que alumbró su hambre, una imaginación. Con este gran constructo, aquellos que son pocos manipulan a los muchos, haciéndoles creer a ellos – y a sí mismos – que el interés es absoluto, una norma preexistente a la sociedad y que, por tanto, el cambio de sistema de ideas no es algo posible; otros, hacen creer que la división de clases no solo es perenne, sino que debe serlo y que además la desventaja debe disfrutarse.

Tanto lo que se denomina como la izquierda y lo que se denomina como derecha tienen su conjunto de manipuladores y también su conjunto de inocentes. Los manipuladores, aun siendo menos limitados, no entendieron las ideas y crearon una realidad en donde los inocentes están seguros de entender y defender reglas que, en realidad, no existen fuera del mundo humano. Un sismo o un tsunami no se detendrán para respetar los derechos humanos, así como un animal carnívoro, no se detendrá de atacar a un humano porque su fuerza es superior.

En muchas ocasiones, aquellos que trabajamos más de cerca con las ideas, olvidamos que no estamos solos en este mundo, olvidamos que las ideas en realidad no son a prueba de balas, que el tiempo las envejece y los espacios las rodean. Después de todo, e irónicamente, lo único que puede aportar a resolver los conflictos de ideas, es otra idea, una que no sea sobrepuesta, pero tampoco sea olvidada, una dicha y hecha para construir. Una idea que no esté sola, sino que esté acompañada por seres humanos que estén dispuestos a hacer del mundo un lugar mejor, para todos

 

Andrés Erráez Cobos

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