“…quiero decir que nuestras sociedades prohíben y castigan a los depredadores sexuales, pero también son sociedades que crean y producen sistemáticamente depredadores sexuales …”
Actualmente, uno de los temas más sensibles y que más conmueven en nuestras sociedades es el de la sexualidad. Ha sido un ámbito que se apodera cada vez más de la opinión pública, en el que los ojos están bien puestos y las voces listas para pronunciarse en casos de denuncia y señalamiento. Sin embargo, en esta ampliación que tiene socialmente la sexualidad, hay tendencias que de alguna forma constituyen cierta hipocresía, la cual quisiera exponer en este momento.
Por una parte, podemos ver como en el tiempo se ha consolidado institucionalidad, controles, prácticas y demás que regulan el tema en cuestión; y cuando hablo de regular, no me refiero únicamente a prohibiciones y castigos (que efectivamente se han desarrollado), sino que también han surgido posibilidades, derechos y garantías para el ejercicio de la sexualidad. Así lo demuestra el paso de la prohibición a la apertura de formas y prácticas como la homosexualidad, la bisexualidad, el travestismo, transexualidad, y demás, que -en términos generales- ya no son ilegales o patologizadas, sino que son permitidas (cada vez en muchas más partes) e incluso se ha desarrollado institucionalidad para garantizar sus derechos. Es decir, la sexualidad obtiene mayores posibilidades y permisos, a la vez que se crean mecanismos que la protegen y la garantizan. Todos estos controles que se van creando e implementando son los que permiten hacer y divulgar las denuncias sociales sobre vulneraciones y violaciones; de esta manera se constituyen así en medios para garantizar y empoderar al individuo en cuanto a la sexualidad como una esfera de autonomía y autodeterminación. Nótese entonces cómo, en general, son importantes avances, dignos de aplaudir y promover, los cuales aseguran y protegen a todos los individuos, niñas y niños, hombres y mujeres, progresistas y tradicionales, en el ejercicio de su sexualidad.
No obstante, paralelo a estos desarrollos, existe una tendencia en nuestras sociedades a la hipersexualización. Aunque los desarrollos sociales e institucionales recién mencionados pueden tener cierto vínculo con esto, quiero señalar sus perversas e hipócritas consecuencias.
Hoy en día, el sexo está en todas partes. Con esto me refiero a que, por donde se mire, lo físico, lo estético, lo sensual, lo erótico, lo atractivo, inunda múltiples y diversos ámbitos, condicionando los pensamientos y deseos de los individuos. Evidencia de esto son los multimillonarios negocios cosméticos o de maquillaje, productos para la piel, el cabello, las uñas, pestañas, dientes, etc.; el boom de las cirugías plásticas y estéticas de todo tipo; la masificación del ejercicio físico, las horas diarias en los gimnasios con sus respectivos productos; la industria de la moda y sus marcas; entre tantos otros ejemplos que no alcanzaría a mencionar. Toda esta tendencia, aunque tradicional y mayoritariamente dirigida a las mujeres, ahora incluye y es también exigencia para los hombres, como da cuenta el nacimiento de la metrosexualidad y su inclusión en todos estos espacios y mercados recién mencionados.
Esto quiere decir que ahora es generalizada la imposición de generar deseo, atracción sexual, sex-appeal. El sexo y la producción de deseo está en todas partes: publicidad, películas, series, redes sociales, etc. Pero importante: es solo la producción e incitación del deseo, nunca su completa satisfacción, tan solo un consumo banal y neurótico, de manera que el deseo se mantenga como motor, como necesidad sin satisfacer, como hambre voraz. Es así entonces que una sociedad hipersexualizada produce sujetos hipersexualizados, los cuales están obligados, por un lado, a producir e incitar el deseo, y por otro lado, a consumirlo en sus diferentes presentaciones y formas sublimadas, ya que de cualquier forma que se “consuma”, ya no es suficiente para calmar el insaciable apetito que la sociedad ha producido en los individuos.
De esta manera, a partir de todo lo expuesto anteriormente, quiero decir que nuestras sociedades prohíben y castigan a los depredadores sexuales, pero también son sociedades que crean y producen depredadores sexuales. Y lo digo no porque estén en los titulares cada cierto -y recurrente- tiempo, sino porque es un fenómeno estructural: en Colombia, cada día hay 46 casos de violencia sexual contra menores de edad[1], y diariamente se reciben alrededor de 7 denuncias por actos de acoso sexual en diferentes regiones del país[2]. La problemática, evidentemente, va mucho más allá que de unos cuantos titulares de prensa. Es algo profundo al medio en que vivimos, y por eso es necesario buscar medidas estructurales.
Nuestras sociedades están criando cuervos, para los cuales no sirve de nada aumentar las penas hasta el infinito si se continúa produciendo abusadores y violadores en masa como sucede actualmente. Y es que el panorama vigente es sumamente preocupante en la sociedad que vivimos cuando evidenciamos la peligrosa mezcla entre restos de una cultura patriarcal, acostumbrada a relaciones asimétricas sobre la sexualidad de los más vulnerables, y las nuevas y potentes tendencias de hipersexualización ya expuestas. Repito, para los cuervos hipersexualizados que produce nuestro ambiente, no alcanzarán las penas y castigos, sencillamente porque no se está llegando a la raíz del problema.
Igualmente importante, quisiera señalar que aquellos depredadores, abusadores y violadores que exponen los medios en ocasiones, no son monstruos o aberraciones de la naturaleza, porque si fuese así no sería un fenómeno estructural como los datos evidencian. Tratarlos como casos aislados y excepcionales no permite evidenciar lo profundo y grave de la problemática sino que, contrariamente, la minimiza y reduce a anormalidades ocasionales. Las personas que cometen estas transgresiones y delitos son producciones de su entorno, de la sociedad en que se desarrollaron.
Por último, y sin pretensiones a tener la respuesta a tan preocupante y compleja problemática, considero que si es importante tomar conciencia como sociedad del rol que le damos a la sexualidad, a lo físico, lo sensual, lo erótico y la producción de deseo. Al mercado le fascina el consumo generado a partir de la hipersexualización que nos rodea, pero somos nosotros como sociedad, especialmente las personas más vulnerables, quienes pagan el precio y las consecuencias de esto.
[1] https://www.elespectador.com/colombia/mas-regiones/en-colombia-cada-dia-hay-46-casos-de-violencia-sexual-contra-menores-de-edad/
[2] https://www.radionica.rocks/analisis/acoso-sexual-callejero-san-andres-providencia-denuncias
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