Sobre la discriminación de género en el Sacramento del Orden Católico

¿Existe discriminación en el catolicismo para la ordenación de pastores?

El Catecismo de la Iglesia Católica, documento teológico doctrinal que sintetiza los fundamentos de la fe católica, en su numeral 1536 ss explica que “El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico”.

El sacerdocio ministerial, ejercido por los “curas” “padres” “sacerdotes” tiene su prefiguración en la antigua alianza y encuentran en Cristo su cumplimiento al ser “único mediador entre Dios y los hombres” (1 Tim 2, 5). Melquisedec, es considerado por la tradición cristiana como una prefiguración del sacerdocio de Cristo, único “sumo sacerdote según el orden de Melquisedec” (Hb 5, 10).

El sacramento por la cual hombres comunes se hacen partícipes de aquel sacerdocio de Cristo es conocido como “Sacramento del Orden”. Orden indica un cuerpo eclesial, del que se entra a formar parte mediante una especial consagración (ordenación), que, por un don singular del Espíritu Santo, permite ejercer una potestad sagrada al servicio del pueblo de Dios en nombre y con la autoridad de Cristo (CEC, 1537-1538).

El sacramento del Orden tiene tres grados: Episcopado, o ministerio apostólico que se deriva directamente del ministerio de los apóstoles, se consagra como Obispo a un presbítero a fin de presidir una comunidad de fieles, de la cual es también pastor. De allí el nombre, extraído del sustantivo griego que se traduce como “el que cuida estando más arriba”. El posee el orden en toda su plenitud, pues es partícipe del sacerdocio directo conferido por Cristo a sus apóstoles. El Presbiterado, donde los que llamamos sacerdotes, están unidos a sus obispos en el sacerdocio, de ellos dependen en su ministerio y, en virtud del sacramento del orden, han sido consagrados como verdaderos sacerdotes participando, en su grado, del ministerio de Cristo, único mediador. 1 Tes. 2,5. Y el Diaconado que es el grado inferior del orden sacerdotal. El diácono (que existe desde la Iglesia Apostólica) tiene las siguientes funciones: administrar solemnemente el sacramento del Bautismo, conservar y distribuir la Eucaristía, bendecir los matrimonios, llevar el viático a los enfermos, leer a los fieles la Sagrada Escritura, predicar, bendecir, presidir los ritos funerales y sepelios (sin la celebración eucarística).

Pasada este análisis doctrinal, y en consonancia con los recientes señalamientos de la Pastora Piraquive acerca de la idoneidad corporal de los ministros de la palabra, se ha rotulado este como un acto discriminatorio por cuestiones físicas, y a tenor se levanta el debate en torno a la discriminación por género en la Iglesia Católica.

El Código de Derecho Canónico, documento de derecho privado que estipula el comportamiento e interacción jurídica de la Iglesia y los particulares, además que señala los fundamentos teológicos del actuar eclesial, establece, en el C-1024, que «Sólo el varón (vir) bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación». Basados en el texto evangélico original, escrito en griego y posteriormente traducido en la Vulgata al Latín donde Jesús eligió a hombres (viri) para formar el grupo de los doce Apóstoles (cf Mc 3,14-19;Lc 6,12-16). “Doce” en este caso, sigue siendo un tema polémico entre teólogos y exégetas que coinciden en la simbología de los números (12=comunidad) pero no en la interpretación del pasaje: se parte de los simbólico (12) o de lo nominal (nombres de los doce apóstoles). Hay bibliotecas enteras que toman postura en este tema y no es propio de este artículo.

Los Apóstoles, servidores fieles y amigos cercanos a Jesús durante su vida pública, hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores (1 Tm 3,1-13; 2 Tm 1,6; Tt 1,5-9) que les sucederían en su tarea. San Clemente Romano, en Epistula ad Corinthios 42,4; 44,3 narra la labor desarrollada por los sucesores de los apóstoles y sus colaboradores en la Iglesia cristiana naciente en la antigüedad, donde las persecuciones a causa de la fe eran en forma distintas pero en materia iguales a hoy.

El colegio de los obispos, con quienes los presbíteros están unidos en el sacerdocio, hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo el colegio de los Doce. La Iglesia se reconoce vinculada por esta decisión del Señor. Esta es la razón por la que las mujeres no reciben la ordenación (cf Juan Pablo II, Mulieris Dignitatem 26-27; Id., Carta ap. Ordinatio sacerdotalis; Congregación para la Doctrina de la Fe decl. Inter insigniores; Id., Respuesta a una duda presentada acerca de la doctrian de la Carta Apost. «Ordinatio Sacerdotalis») (CEC 1577).

En este sentido y a los ojos de la fe no es derecho de nadie recibir el sacramento del orden, ni siquiera, haciendo paralelo con otras denominaciones cristianas, a predicar en nombre de Dios y de su reino. Nadie puede atribuirse a sí mismo este oficio. Es impensable que algo tan sobrenatural y que solo a la luz de la fe pueda ser entendido, con las implicaciones que esto acarrea (no solo en la cuestión del celibato sino en convertir a un sujeto en foco de atención no solo religiosa sino como referente social para los que le rodean). Puede reconocerse un llamado al servicio de los demás. Soy partidario de la idea de que la vocación al servicio social y comunitario es múltiple. Para servir al Pueblo [de Dios] no necesariamente tiene que serse sacerdote o pastor. La pluriforme gracia divina se distribuye de tal manera que en el corazón de cada persona, creyente o no, pone la semilla de la benevolencia y la conmiseración, impulsándolos por un deseo de empatía a trabajar por la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Este llamado debe ser aceptado con humildad y por tanto quien reconoce este llamado debe “someter humildemente su deseo a la autoridad de la Iglesia a la que corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a recibir este sacramento. Como toda gracia, el sacramento sólo puede ser recibido como un don inmerecido” (CEC 1578).

Un sacerdote es un hombre, elegido por Dios para servir a los hombres, en las cosas de Dios. El ejercicio de los pastores, en la Iglesia Católica responde a aquel llamado de entrega total y sumisión de la voluntad a la del mandato divino que es entendido –a la luz de la fe- por el magisterio de la Iglesia. Si bien el cisma cristiano es una opción que el hombre, en uso de sus facultades de libre arbitrio, válida, la desobediencia y la arrogancia nunca serán la base de un anhelo de administración de la fe y de la interpretación de la Sagrada Escritura.

Todos podemos ser sacerdotes en la Iglesia Católica, la única Iglesia fundada por Cristo sobre el cimiento de los apóstoles hace ya casi dos mil años no excluye a nadie por ninguna razón, incluso ni por religión y fe de ello es el diálogo interreligioso y el ecumenismo promovido en primera instancia desde la Santa Sede. Los cristianos bautizados en la pila somos consagrados como “sacerdote[s], profeta[s] y rey[es]” (Rito del Bautismo). Ante ello la inclusión se da pues “Cristo, sumo sacerdote y único mediador, ha hecho de la Iglesia «un Reino de sacerdotes para su Dios y Padre» (Ap 1,6; cf. Ap 5,9-10; 1 P 2,5.9). Toda la comunidad de los creyentes es, como tal, sacerdotal. Los fieles ejercen su sacerdocio bautismal a través de su participación, cada uno según su vocación propia, en la misión de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación los fieles son «consagrados para ser […] un sacerdocio santo» (LG 10)” (CEC 1546).

Quien quiera hablar de Dios y subirse al púlpito para anunciar su Palabra puede hacerlo sin ninguna discriminación alguna. Para ser sacerdote se debe aceptar humildemente lo establecido. Y si el fin de aquella protesta a lo establecido es el cambiar el paradigma ortodoxo de la Iglesia y el deseo de satisfacer el ego por un título de “pastor” “pastora” es el que invade la razón y el sentimiento de alguien ¿qué más se puede esperar? ¿Acaso la Madre Teresa de Calcuta, siendo una mujer, buscó ser ‘sacerdotisa’ para hablar de Dios y trabajar por los más necesitados?

 

JOSE A. COLLAZOS MOLINA Huilense, Estudiante de Ciencia Política de la Universidad de Antioquia.  Asesor Administrativo en el Comité de Asuntos Estudiantiles del Consejo Académico de la Universidad de Antioquia. Subdirector del Grupo Juvenil Ruah en Prado Centro.  Editor y Diagramador en la Escuela de Teología “San Miguel Arcángel” en 2010. Director y conductor del programa radial “El esplendor de la verdad” en 2011.
JOSE A. COLLAZOS MOLINA
Huilense, Estudiante de Ciencia Política de la Universidad de Antioquia.
Asesor Administrativo en el Comité de Asuntos Estudiantiles del Consejo Académico de la Universidad de Antioquia. Subdirector del Grupo Juvenil Ruah en Prado Centro.
Editor y Diagramador en la Escuela de Teología “San Miguel Arcángel” en 2010. Director y conductor del programa radial “El esplendor de la verdad” en 2011.

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10 Comments

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  • Estoy seguro que la mayoría de creyentes simplemente jamás leerán un artículo tan enriquecedor en cuanto a las raíces de sus doctrinas católicas. No soy creyente, pero me parece acertado que brindes bases teológicas para aquellos que nos interesamos por el tema. En general, es un gran artículo, pero en cuanto a la siguiente pregunta . Ya no es un misterio para nadie que ella jamás le importó luchar por los más necesitados, sólo lucho por mantener su emporio económico a cuestas de la desgracias de los que tú llamas «los más necesitados».

    Saludos cordiales.

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