“En este país combatir a los bandidos es delito, pero ser un delincuente paga, y se paga bien, con curul en el Congreso y amnistiado de crímenes de lesa humanidad”
La experiencia de la frustración invade el corazón de justas almas colombianas que encontraron en un hombre, en todo el sentido de la palabra, la esperanza y la vida que por años le fue arrebatada al pueblo que hoy parece sufrir de un nocivo Alzheimer muy avanzado, que fue creado gracias al deterioro cognitivo que ha sido provocado por unos pérfidos rufianes que deberían pertenecer al octavo círculo del infierno de Dante que ya tienen las narices asomadas al noveno círculo, si no es que ya están adentrados en el y que ya le arrebataron el puesto al mismo Lucifer.
El caso del Presidente, del “presidente eterno” como le llama la afligida comunidad mamerta que por cierto, cada vez que lo llaman “presidente eterno” es como si se enterraran la tizona, habla y es espejo de la corrupción de la Corte Suprema colombiana que poco o nada cumple con administrar justicia. Con esta decisión que no parece para nada ajustada a derecho, sino más bien, un acto al mejor estilo de Poncio Pilato, el pretor romano que condenó a Jesús por presiones políticas y que la ultima ratio fue impuesta por el mismo pueblo, aquí pasó lo mismo, la presión de la comunidad de la nefasta y deplorable izquierda se impuso ante los jueces influyendo en la decisión que la colectividad debió, bajo la inferencia razonable de imponer una medida de aseguramiento no privativa de la libertad y de esta forma continuar afrontando el proceso penal como lo ha venido haciendo, de frente y libre.
Me invade un profundo pensamiento analítico, pienso que el proceso penal de Álvaro Uribe Vélez cada vez se asemeja al del Nazareno. En el 2019 tuvimos al Barrabás colombiano, el “cieguito” Santrich, ni tan ciego porque se les “voló”. Ese mismo al que pedían a gritos que fuera liberado, el que se hizo la “vistima” con unos rasguños de “emo”, el que no podía caminar y lo vimos salir en silla de ruedas. Sí, ese mismo al que el lagañoso, repugnante, repulsivo, repelente, sucio, mugriento y sobre todo corrupto de Iván Cepeda defiende y que también posaba en sus fotos cual prepago con sus clientes mafiosos. Ese inválido que se levantó de la silla de ruedas como un milagro y se echó a correr para huir de la “benevolente” corte. A ese, a ese no le dictaron medida de aseguramiento porque no representaba peligro para las miles de víctimas, ni para la comunidad, ni para el proceso; allá está en Venezuela con sus camaradas burlándose de las víctimas, del país y de la Corte.
¡Tranquilos! (con sarcasmo) que, Uribe no es un bellaco como Santrich, Uribe es un tigre que le da todas las batallas de frente a ese montón de hienas de la política colombiana, empezando por el líder de la jauría, Gustavo Petro y terminando por crías de diferentes hembras como Nicolás.
En este país combatir a los bandidos es delito, pero ser un delincuente paga, y se paga bien, con curul en el Congreso y amnistiado de crímenes de lesa humanidad.
Como cantaba el gran Benny Moré: “que se me caigan los dientes si miento”–
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