Ser – tener – parecer

Pasamos de la cultura del Ser a la cultura del Tener con catastróficas consecuencias, pero la solución planteada es aún peor: negar un cáncer en expansión es fatal.

La cultura es catalizadora del cambio y el desarrollo, o del estancamiento y el atraso. Medellín mantiene el 10% de la población de Colombia, y sin embargo ha influenciado poderosamente la cultura de todo el país; por lo menos en los últimos 60 años.

Primero fue la cultura del Ser hasta los años sesenta. El Ser trabajador, madrugador, perseverante, frentero, cumplidor de la palabra, en resumen “Ser Berraco”. Ninguna montaña u obstáculo podía erosionar el ímpetu del antioqueño.

Fue la época de oro en el desarrollo de Antioquia: los grandes ingenieros de la escuela de Minas (de la Universidad Nacional); la sociedad minera El Zancudo (1848); el Ferrocarril de Antioquia (1875); la Compañía Colombiana de Tejidos, COLTEJER (1907); la Fábrica Nacional de Galletas y Confites, NOEL (1916); la Fábrica de Licores y Alcoholes de Antioquia, FLA (1920); la Compañía Nacional de Chocolates (1924); Tejidos el Cóndor, Tejicóndor (1934); Industrias Metalúrgicas Unidas, IMUSA (1934); Hilanderías Pepalfa (1936); la Siderúrgica de Medellín, SIMESA (1938); el Instituto de Fomento Industrial, IFI (1940); Compañía de Cementos ARGOS (1943); el Banco de Colombia, (1875) y el Banco Industrial Colombiano, BIC (1945) hoy BANCOLOMBIA; Empresas Públicas de Medellín, EPM (1955); y la Sociedad de Fabricación de Automotores, Sofasa (1969); fueron el resultado de la cultura del Ser.

El desarrollo llevó a la acumulación, y la acumulación nos llevó a la cultura del Tener. El objetivo y espejo del desarrollo se convirtió en el “Tener más” que reemplazó al “Ser mejor”. En los años setentas los referentes del éxito ya no eran los más estudiosos y trabajadores, sino los más ricos y “avispados”. De la cultura del Tener son hijos el narcotráfico, el dinero rápido, el “todo vale”, y toda aquella cultura de crimen y guerra que se extendió por más de treinta años. Tocamos fondo cuando narcotráfico, corruptelas, desplazamientos, muertos e inequidad se expandieron por la sociedad hasta institucionalizarse.

El Tener y sus efectos sociales, humanitarios e institucionales que algunos llaman “cultura del narcotráfico” llevó a una reacción masiva. Esta reacción se erige como la cultura dominante de nuestro presente. Sin embargo, la de hoy no es la cultura de “Ser mejores” sino la de “Parecer los mejores”. En vez de solucionar los problemas, elegimos darles la espalda y maquillar nuestra realidad.

Hoy importa poco mejorar los indicadores de calidad de la educación, derrotar el analfabetismo o minimizar el déficit de infraestructura educativa; lo que importa es parecer “La Más Educada”. Es irrelevante aumentar el número de patentes, los emprendimientos de alta tecnología, o que las empresas existentes mejoren en sus procesos, productos o mercadeo; lo relevante es parecer “La Más Innovadora”. La prioridad no es disminuir la tasa de homicidios, de secuestros, de desplazamientos forzados o si asesinan periodistas y líderes sociales, lo prioritario es mejorar “la percepción de inseguridad”. Hoy los gobernantes no son los mejores por sus ejecutorias sino según su “percepción positiva”. Hoy es la democracia del qué dirán. Colombia es el único país del mundo donde la agenda pública está determinada por las encuestas de percepción, más que por los indicadores objetivos de lo que realmente pasa.

La cultura del Parecer tiene implicaciones (anti) democráticas: Cuantiosos recursos públicos no se invierten en solucionar los problemas reales de la población sino que se gastan en publicidad, comunicación y manipulación mediática. Los gobernantes hacen más esfuerzos en ocultar los problemas que en enfrentarlos y solucionarlos. Se abre el espacio para el voto influenciado por sentimientos intestinos (miedo, odio, o indignación), cerrando la puerta a la democracia inducida por el análisis, la racionalidad, y el diagnóstico de los problemas reales y sus posibles soluciones. Es el reino de los demagogos.

Es urgente sincerarnos respecto a las dificultades que hoy persisten como precondición para superarlas. Mentir solo acrecienta los problemas que de todos modos tendremos que enfrentar tarde o temprano. Las nuevas generaciones en los medios de comunicación, la sociedad civil organizada, la empresa, la academia, y las valiosas personas que aún existen en los partidos políticos, deben ser protagonistas de un cambio cultural que nos lleve de nuevo a “Ser Mejores”.

 

Esta columna es elaborada por un miembro de IBSER. 

Juan Pablo Durán Ortiz

Economist and Master of Science in Finance. Eafit University (Colombia).
Master of Science in Urban Studies and Planning. MIT (US).