La cantante Felisa se encuentra por estos días en Medellín, donde este jueves realizará un concierto en Naturalia Café desde las 7:30 p.m.
Tiene los ojos tan vivaces como el fuego. Pero lo que más impresiona de ella es su voz. Así no cante, cuando habla suena como el viento acariciando las hojas de un árbol frondoso. Una voz fresca, colorida, radiante, dulce, de eso no hay duda.
Ah, pero cuando está al frente de un micrófono con su guitarra como compañera es pura poesía. Quien la escuche puede sentirse que duerme entre corales o que en su corazón florece un guayacán amarillo. Esa voz tan suya sacude al corazón, sí, pero también lo acaricia.
Pero hoy no vino a cantar, sino a conversar con un periodista sobre sus canciones. Nos encontramos fuera del almacén Éxito del Centro Comercial San Diego, al sur de Medellín. Llega a nuestra cita muy puntual, virtud extraña en este país de impuntuales como el nuestro. Lleva puesta una blusa negra y un jean claro, un bolso café en los hombros y un suplemento del New York Times en las manos. Luce radiante, a pesar del asfixiante sofoco que trae la 1:30 p.m.
Luego de saludarnos, me pregunta dónde podemos sentarnos para conversar y yo le digo que caminemos, que en el camino encontramos puerto. Ella sonríe y comenta que le parece bien, que prefiere caminar, que cuando camina las ideas le salen más frescas.
Se llama Laura Restrepo, aunque se siente más a gusto con su sonoro nombre artístico: Felisa. Es abogada de profesión, pero cantante por feliz convicción. Vive en Estados Unidos, para ser más preciso en la ciudad de Nueva York, aunque dentro de poco se trasladará a la enseñadora Boston. Por estos días se encuentra en Medellín, vino a visitar a su familia, a los amigos de siempre y, claro, a cantar sus canciones.
“Nueva York es una ciudad agresiva, pero al mismo tiempo tan diversa”, dice Felisa con asombro mientras camina a paso lento pero firme por las vitrinas del centro comercial. Cuando la miro caminar me es inevitable tararear en la mente esta estrofa de su bella canción “Paso a paso”, que aparece en el EP Geometría Natural: “Y aunque vaya lento yo prefiero ir/Paso a paso, pero con mi ley/Paso a paso aquí me siento bien/Con cada paso voy, en cada paso estoy/En este caminar quiero estar hoy”.
Haciéndole honor a estas palabras llenas de fuerza y determinación, le pregunto si fuera de Medellín ha podido recorrer ese camino de la música que visualizó cuando era una niña, y si en La Gran Manzana el camino es más fácil para un músico. A la primera pregunta responde que sí, sin muchos rodeos. Pero antes de responder la segunda pregunta se queda en silencio por un momento y luego, con mucha sinceridad, comenta que en esa enorme ciudad la escena musical es fuerte, pero que hay que saberse mantener, ser disciplinado, constante y creativo.
Seguimos conversando y caminando por el centro comercial, aún no hemos llegado al puerto donde continuaremos con nuestra conversación. La gente viene y va, algunas personas se detienen a mirar las vitrinas que exhiben ropa, juguetes, electrodomésticos y demás artículos vistosos, mientras que otras caminan a paso rápido, como si compitieran con las manecillas de un reloj que no paran de correr.
Llegamos a un café y decidimos que este es el sitio idóneo para conversar. Felisa me muestra el suplemento del New York Times que antes de nuestro encuentro leyó con atención. Es sobre la guerra en Oriente Medio, está en inglés, off course. Tiene testimonios, reportajes, fotos, gráficos y mapas que dan cuenta de cómo esta región del mundo se convirtió en una bola de fuego que no se apaga.
Por la propiedad con que habla de lo que está escrito en este suplemento, se nota que Felisa no es ajena al mundo y sus convulsiones, que tiene una posición clara frente a lo que pasa a su alrededor y que la vida misma es el material de sus canciones.
Ya sentados en unas sillas de madera y con el delicioso olor a café paseándose por nuestras narices, empezamos la sonora conversación. Primero le hago esta pregunta que tiene que ver con su nombre de pila, que seguramente muchos le han hecho y que de tanto hacérsela parece lugar común:
Sabemos que Laura Restrepo nació en Medellín y que es abogada, pero ¿Cómo se define a sí misma Laura Restrepo?
Ella sonríe y sin alterarse por la repetitiva pregunta dice estas palabras con calma, como si estuviera acariciando las cuerdas de su guitarra:
-Yo me considero una artista. Nunca había querido nombrarme así, pero fue algo que vi muy claro en este último año. Porque soy una persona sensible, percibo cosas que tal vez no todo el mundo percibe. Siempre elegí la música como una forma de expresar esa sensibilidad, pero también me encanta el arte en general. La vida es larga y uno no sabe en qué otro arte quiera hacer algo. Pero sí, yo me defino como una artista.
Aparte de componer y cantar canciones, hace yoga para mantener esa disciplina que le es tan necesaria al momento de crear:
-El yoga es mi disciplina no sólo corporal, sino también espiritual. Llegó a mi vida en un momento súper crucial. Empecé y ya ahora me certifiqué como profesora, pero más que por enseñar lo hice por aprender más. Muchos amigos me pedían que les diera clases y el año pasado abrí unos grupos, pero los tuve que dejar porque me fui de viaje. Pero es algo que me gusta mucho hacer y sé que siempre estará en mi vida, porque el yoga es uno de los pilares de mi vida.
Además del yoga, el arte y la música, el conocimiento es otro pilar de Laura. La hace sentir viva y le abre su curiosidad por el mundo. Cuando se interesa por un tema lee, investiga y se hace preguntas para comprenderlo al derecho y al revés.
Laura me cuenta que no creció en un hogar de músicos, sino de puros comerciantes. De niña quiso ser veterinaria porque tenía con los animales “una compenetración muy fuerte”. Sus papás le dejaban tener en casa perros, gatos, conejos y hasta pollos. Pero la balanza se inclinó más por la música. A ella le gustaba cantar y su mamá la inscribió a clases de iniciación musical con la creencia de que eso le ayudaría a aprender idiomas más adelante. Cierto o no, Laura se quedó enganchada a la música y durante toda la infancia tomó clases “de coro, teoría musical y piano, que ya se me olvidó. Me quede con la guitarra, que empecé a estudiarla mucho después”.
En el aire se me queda la pregunta de si su familia, aunque le pagara las clases de música, estuvo de acuerdo con que fuera cantante. Pero ella, como si la intuyera, afirma lo siguiente:
-Para uno decir que quiere ser artista o músico es difícil, porque de una te preguntan “¿Usted de qué va a vivir?” ¿Por qué no estudia una carrera y después le da a las dos cosas?”.
Las preguntas de sus familiares le rondaron en la cabeza por mucho tiempo y cuando terminó el colegio decidió estudiar derecho en la Universidad EAFIT. Sintió que esta carrera le enseñaría a formarse un criterio propio y a valerse por sí misma, así que no le resultó una experiencia traumática. Aunque todos los días aprendía de leyes y códigos, no guardó en el cajón del olvido su sueño de ser cantante y, por esas gratas coincidencias de la vida, volvió a encontrarse en su propia universidad con la belleza y el encanto de la música.
-Cuando uno de verdad quiere algo y lo ama tanto, la vida se encarga de ponérselo ahí. O la vida no, es como si uno lo atrajera o lo llamara. La Facultad de Derecho de EAFIT queda al lado de la de Música…
Laura hace una pausa para reírse y yo le digo que del derecho a la música hay un solo paso. Ella se ríe más fuerte y continúa con su relato:
-Me hice amiga de los de Música, sobre todo de los de énfasis en jazz. Tuve grupos con varios de ellos y fue una experiencia bacana porque me permitió foguearme como cantante de jazz.
¿Y el derecho nunca peleó con tu amor por la música?
No, porque me fue bien en la universidad y para mí era sagrado sacar un tiempo para la música. Nunca mis papás me regañaron porque llegaba súper tarde de cantar y al otro día tenía que madrugar a clase de 6:00 a.m. Todo se dio y yo siempre logré balancear las cosas, responder a lo académico pero nunca abandonar lo otro.
Uno de los grupos de jazz en los que Laura cautivó con su voz fue Triciclo, trío de gypsy jazz (estilo francés) también conformado por Felipe Gómez en el contrabajo y Daniel Tamayo en la guitarra gypsy. Para ella fue “una escuela impresionante” porque un grupo de este tipo suele ser integrado por siete u ocho músicos, lo cual aumentó su exigencia como cantante.
Tras presentarse junto a Triciclo en diferentes lugares de Medellín, como el café de la Casa Museo Otraparte o el Centro Colombo Americano, Laura decidió hacer camino aparte y convertirse en Felisa, la mujer que le canta a la vida, a la felicidad, al amor y a la naturaleza.
Bueno ¿Y de dónde viene este nombre tan sonoro?
Felisa era mi bisabuela y todo el mundo la recuerda como un ser humano muy sensible. Era de esas mujeres querendonas que todo el mundo tenía que ver con ella, porque terminaba invitando a medio pueblo a almorzar en su casa. Y el nombre significa felicidad, para mí era bonito tener como modelo a una mujer que dio tanto amor.
Pero además de hacerle honor a su amorosa bisabuela, optó por llamarse como ella por una razón bastante práctica: no quería que la confundieran con Laura Restrepo, la célebre escritora colombiana, autora de novelas como Delirio, La isla de la pasión o Hot sur.
Aunque Felisa y Laura viven en el mismo cuerpo, ambas son muy diferentes. Mientras Laura es tímida y reservada con sus palabras, Felisa es más extrovertida y dice lo que piensa con total pasión.
-Crear ese personaje hace que uno se pueda liberar de lo que otros creen que yo soy, o ser lo que a uno le nace ser en un escenario-, explica.
Esa autenticidad que tanto la distingue le dio vía libre para crear un estilo musical bastante sui géneris al que denomina “indie pop latinoamericano”, una mezcla entre el sonido anglo (jazz, rhythm and blues o soul) y los ritmos latinos (bolero, samba o bossa nova) que estuvo influenciada por artistas como Natalia Lafourcade, Julieta Venegas y Kendrick Lamar.
Esta mixtura tan propia y colorida puede escucharse en su EP debut Geometría Natural, publicado el año pasado y que la ha puesto en el mapa musical de Medellín y otros rincones.
Hablemos de Geometría Natural ¿Cómo fue el proceso de grabación y qué lecciones te dejó?
Yo quería tener la posibilidad de llevar las canciones que tenía escritas al proceso de grabarlas y compartirlas con la gente. Para mí fue un proceso de aprender, nadie que no sea músico y haya grabado se imagina la cantidad de cosas que hay que hacer desde el momento en que se tiene la canción con letra, melodía y armonía, hasta que uno la lleva a grabar. Se necesita mucho trabajo y de ahí a que la grabación esté lista y se pueda compartir hay mucho trecho. Aprendí de qué tratan todos esos procesos, porque la verdad me metí a ellos de una manera súper ingenua. Pero fue muy bacano porque aprendí muchísimo.
¿Y de qué hablan las cuatro canciones que conforman este EP?
Es una colección de cuatro canciones que eran las que más me gustaban en ese momento. Las letras las siento como una reafirmación, confiar en el camino que uno elige y no dejar que otra gente me interrumpa. Por ejemplo, “Respira” es una canción sobre la confianza, de esos días en los que uno se siente abrumado por la vida y hay que respirar, pensar simplemente que todo pasa en la vida, lo bueno y lo malo. “Paso a paso” es una reafirmación de mi camino, de ser rebelde y testaruda. Yo he sido rebelde toda mi vida, pero no se trata de ser rebelde por ser rebelde, sino de que a uno la vida le exige pararse en la raya para defender la idea de felicidad que uno tiene. Hay una canción de amor, “Al ritmo de tu risa”, que se la dediqué a mi novio, y “Andar sin voz” es muy introspectiva, una reafirmación de mi voz interna.
Quien escuche Geometría Natural no sólo disfrutará de una colorida mezcla de sonidos anglos y latinos, sino que también escuchará un mensaje positivo que lo animará a alcanzar aquello que lo hace feliz. Todas las canciones incitan a la contemplación, a mirar el mundo sin afanes y sentir los latidos del corazón con regocijo.
Tras la publicación de este EP muchos elogiaron la dulce voz de Felisa, así como su talento para componer canciones. Suficientes motivos tuvieron para hacerlo, ya que Geometría Natural es bastante vital y da la sensación de que fue hecho con esmero, como si de un mantel bordado se tratara.
¿Cómo te tomas estos elogios?
Es como cuando a uno le dan un regalo y lo agradece. Pero en ningún momento he sentido que soy la más tesa y ya. Lo agradecí, me pareció muy chévere que mucha gente me escribiera y dijera que tal canción le pareció perfecta. O sea, es algo bonito porque el acto artístico es egoísta, pero qué nota cuando después uno lo comparte y hay un mensaje que resuena en una persona. Lo digo porque muchas canciones me han salvado la vida o me han llevado a pensar cosas en las que no había pensado.
¿Y cuál crees que es el sello que te distingue?
Siento que el sello de Felisa es una transparencia muy grande en la forma de expresar lo que siento y mis canciones no están atadas a un género, tienen melodías muy pegajosas. Nunca me gustaría atarme a un género o a una estética, sino ir mutando, ir explorando y encontrando un camino y lo que quiera hacer en ese momento.
Esa transparencia de su expresión podrán sentirla quienes asistan al concierto que hará este jueves en Naturalia Café desde las 7:30 p.m. Será una velada íntima en la que Felisa cantará las canciones de Geografía Natural y otras que harán parte de su primer disco, al que aún no le tiene nombre y del que dice será un viaje repleto de sonidos e historias de amor:
-El disco estará hecho con canciones que nadie conoce. Todas estarán entrelazadas y girarán en torno al concepto de amor, pero no del amor romántico. Hay canciones que hablan del amor propio, el amor por la naturaleza, el amor por otras personas que no conozco o que tal vez la sociedad y la cultura me han hecho pensar que son mis enemigos. Ese es el concepto de las letras y ya en la parte musical será una fusión de ritmos afro latinos con afro americanos. El ritmo tendrá una importancia muy grande y siento que me diferenciaría un poco del estilo de cantautora.
Y es que a Felisa han tratado de encasillarla de solista o cantautora, pero a ella no le importan esas etiquetas porque lo único que le interesa es cantar y fusionar sonidos que le erizan la piel o le dan ganas de bailar.
Al otro día de su concierto en Naturalia Café, el único que hará en Medellín, Felisa regresará a los Estados Unidos. Lo hará satisfecha porque durante los días que estuvo en Medellín aprovechó el tiempo para descansar, hacer yoga, leer, escribir cuentos, poemas y ensayos que alimentarán su blog, trabajar en las canciones de su próximo disco y volver a sentir el calor de esta tierra montañosa que la vio nacer.
En Boston le será inevitable sentir nostalgia por el terruño, pero estará abierta a los cambios que la nutran como cantante y persona. Estar allí ha sido una experiencia transformadora y sumamente beneficiosa para ella.
¿Qué cambió en ti el estar lejos de casa, como cantante y como persona?
Yo creo que le da a uno la posibilidad de ver las cosas en perspectiva. Eso me permitió darme cuenta de que acá están pasando cosas chéveres y que hay mucha gente trabajando para que la música independiente en Colombia crezca. Yo soy de las que creo que está creciendo no sólo en Bogotá, sino también en Medellín y tengo una posición muy optimista con respecto al tema, siento que hay más bandas que se ponen las pilas para hacer conciertos memorables. Eso me emociona muchísimo.
Es extraño – continúa Felisa – pero estar lejos me permitió ver todo lo que han avanzado Colombia y Medellín en pro de ello. Y bueno, estar lejos también me permitió tener mucha más libertad, sin lugar a dudas. Desmarcarme mucho de lo que la gente cree que yo soy o lo que voy a hacer, y simplemente ser yo misma, crear algo desde adentro, desde los temas que quería hablar y sin pensar en más.
El olor a café recién hecho sigue acompañando nuestras palabras. Antes de terminar esta conversación le pregunto a Felisa por otros lugares dónde le gustaría llegar con sus canciones. Pero ella, en vez de fantasear con una bitácora de viaje, prefiere pensar en el aquí y el ahora:
-A mí me parece bacano tener sueños, pero yo disfruto mucho el día a día. Me gusta mucho lo que estoy haciendo ahora y siento que si me obsesiono con esa meta de que voy a llegar a otro lugar antes que impulsarme, me retiene. Me encantaría tocar en festivales, tanto en Colombia como en otros países de Latinoamérica. También me gustaría ir a México, pero quiero que todo se vaya dando paso a paso.
Esa confianza en el presente no es un capricho, sino una prueba fehaciente de su disciplina. Por más contradictorio que parezca, Felisa es una rebelde bastante disciplinada que cuando se propone alcanzar la felicidad no hay distracción que la aleje de tan loable propósito.
-Ser feliz requiere disciplina, si vos te ponés ver. A veces uno sabe con tanta certeza qué es lo que a uno lo hace feliz, pero lo evade o no lo hace. Es ahí cuando se generan esos procesos de resistencia todos malucos y uno se siente mal porque no está haciendo lo que le gusta. Yo siento que tengo la ventaja de ser disciplinada, la tengo desde niña gracias a mi mamá y espero tenerla hasta donde me lleve.
¿Es mejor vivir el presente?
Yo opino que sí, porque si me muero mañana moriré feliz por todo lo que he hecho hasta hoy. Es una decisión de vida que tomé hace muchos años y que ha sido muy liberadora para mí.
Felisa sonríe y se ve orgullosa por el camino recorrido hasta el momento. Son casi las 3:00 p.m. y ambos abandonamos el oloroso puerto donde nos sentamos a conversar. Volvemos a caminar por el centro comercial sin el afán de las personas que vienen y van a nuestro alrededor. Hablamos sobre Energía, el nuevo álbum de J Balvin, y ambos coincidimos en que es excelente y ha puesto al reggaetón en otras esferas. Cuando regresamos al punto donde antes nos encontramos acordamos conversar en otro momento sobre las rítmicas canciones de su esperado primer disco y nos damos un abrazo de despedida. Felisa se pierde entre la afanosa gente con sus pasos lentos, pero firmes. Son los pasos de una mujer feliz que compone canciones felices. De eso no hay duda.