Ser buena gente

“La inteligencia artificial es una amenaza para el rutinario, para quien se resiste a cambiar, para quien se fosiliza en el presente con recuerdos de ayer. Pero es la gran oportunidad para quien busca oportunidades, es el cambio para los que buscan el cambio.”

Mucho se ha hablado sobre inteligencia artificial (en adelante IA). A veces parece redundante escuchar variantes del mismo tema en un medio u otro. Se dice una cosa, se dice otra. No obstante, es un área de la tecnología que día a día experimenta cambios. La IA se convierte entonces en un empuje para que miles de personas salgan de su zona de confort y se dediquen a cultivar habilidades blandas.

La IA es un ultimátum a aquellos profesionales y personas dentro de la sociedad del conocimiento que no se esmeran en ser buenas personas. Aunque este último término puede resulte ambiguo, llevémoslo a nuestro contexto. Una recepcionista que trata mal a un usuario de un servicio es una pieza fácilmente reemplazable. Un médico que no tiene sensibilidad al tratar a sus pacientes es vulnerable frente a los avances de la IA. No solo en precisión para diagnósticos (1) sino también en sensibilidad al comunicar con el paciente (2).

Imaginarlo ahora es para muchos algo completamente distópico, fuera de nuestra realidad, pero la democratización de la IA, la automatización de procesos, el aprendizaje de máquina y la robótica pueden hacer esto posible en unos años. Nada más que un empresario sepa que usar una tecnología disruptiva como las mencionadas le puede significar ahorro en salarios, horas extras, recargos nocturnos, recargos dominicales, primas, vacaciones, liquidaciones y potenciales indemnizaciones, para que esté dando el salto hacia su incorporación en sus procesos productivos. Goldman Sachs plantea que 2 de cada 3 trabajos en Europa y Estados Unidos son vulnerables a ser automatizados, al menos en cierto grado (3).

Se analiza el efecto de la IA en los empleos. Sin embargo, también están las relaciones humanas. En la actualidad muchos jóvenes no ven factible contraer matrimonio y tener hijos. En Estados Unidos, una joven llamada Rosanna Ramos creo su hombre perfecto a través de la IA y se comprometió con él. Con solo $300 dólares, este avatar creado por Replika AI permite que Rosanna se comunique con él telefónicamente y tengan conversaciones más íntimas (4).

Antes para comprar un tiquete aéreo debía uno acercarse a una oficina para gestionar la compra. El internet poco a poco cambió ese escenario, sobre todo en Colombia. ¿Cuántas oficinas cerraron por causa de este diminuto avance tecnológico? ¿Cuántas personas tuvieron que reinventarse por la pérdida de empleos? Son cifras para reflexionar. No obstante, la diferencia es que los diminutos saltos tecnológicos permitían adaptarse a las personas. Hoy con la IA los saltos no son diminutos sino cuánticos, por usar un término. Y en la medida que se perfeccionen los algoritmos y redes neuronales de la IA los cambios van a ser en cuestión de días y horas.

La inteligencia artificial es una amenaza para el rutinario, para quien se resiste a cambiar, para quien se fosiliza en el presente con recuerdos de ayer. Pero es la gran oportunidad para quien busca oportunidades, es el cambio para los que buscan el cambio. No es el fin dominarla. Al final puede ser una caja negra indomable de la que no conoces sus interacciones. Nuestra tarea es usarla responsablemente conociendo sus potencialidades y también sus alucinaciones, y desde luego ponerla a producir para beneficio nuestro. Y mientras la ponemos a producir, no olvidarnos de ser ¡buena gente!