Carta abierta al señor Philip Morris, quienquiera sea, doquiera esté, comoquiera compre conciencias y cuandoquiera tenga tiempo
Y muy inteligente, porque usó toda la imaginación y mercadotecnia que está a su casi infinito alcance económico y legal para seguir viviendo por muchísimo tiempo más de la adicción de los que ya eran fumadores, de los que se están convirtiendo en fumadores y de los que se convertirán en fumadores atraídos por la falsa promesa del daño reducido de sus cigarrillos electrónicos.
De poco servirá la evidencia científica de que estos también crean tanta dependencia y desprenden tanta nicotina como aquellos vetustos cigarrillos de combustión de los que usted con taimado afán pretende deshacerse antes de 2035, y todos esos pictogramas y frases de advertencia que por obligación usted debe adherir a esas cajetillas pequeñas seguirán yéndose rotativa y concurrentemente a la basura o a las alcantarillas, lo que más cerca se encuentre de sus múltiples y variopintos expendios.
Porque usted, señor Philip Morris, ha sabido usar para sus propósitos una nueva adicción que ha pasado desapercibida hasta el momento y que hace que el fumador olvide entre calada y calada que el consumo de tabaco causa todo lo malo que se sabe y está comprobado que causa. A usted ya no le basta con la adicción al tabaco, y por eso necesita explotar ahora la adicción al tiempo.
El afán por no desperdiciar los 6 minutos durante los que funciona el calentador crea en el fumador los incentivos necesarios para inhalar compulsivamente y abusivamente antes de que el dispositivo se enfríe y finalice cada una de las experiencias -como usted y solo usted llama a los cigarrillos- que vienen en cada cajetilla. El amo se convierte en esclavo: la persona fuma en función del tiempo del cargador. Señor Philip Morris: usted es diabólico.
Barbara Davis, Monique Williams y Prue Talbot, científicas que seguramente no gozan de sus afectos ni de su financiación, encontraron que para maximizar el uso de su dispositivo los fumadores reducen el tiempo entre caladas o incrementan la cantidad de humo que inhalan. En ambos casos, el resultado es el mismo: mayor inhalación de aerosol y, por ende, mayor consumo de nicotina.
Estas científicas también encontraron que su dispositivo de calentamiento sí se calienta lo suficiente para carbonizar el cigarrillo, lo cual degrada el filtro en cianohidrina de formaldehido. Además de la nicotina, su grey también puede estar envenenándose en silencio inhalando esa cianohidrina con la que se fabrican resinas y solventes, sin siquiera imaginarlo ni ser advertidos.
Y es que la carbonización se incrementa cuando el dispositivo no es limpiado entre uso y uso, pero usted recomienda que dicha limpieza solo se haga después de los 20 usos. A usted se le puede acusar de todo, menos de incoherente: que nada interrumpa las caladas, y cuantas más y más rápidas sean -como dice usted: 14 caladas o 6 minutos, lo primero que ocurra-, mejor.
¡Larga vida al señor Philip Morris! Y que en paz descanse el epocoso Hombre Marlboro.
P.D. El artículo de Davis, Williams y Talbot está disponible en https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29535257/
Comentar