¿Seguirías siendo ético si fueras invisible?

y comprendí que el ejercicio de la ética se construye a partir de cuestionarse a uno mismo en los actos que ejecuta día a día. Es un acto tan personal e intransferible, que, en realidad, solo depende de uno mismo, porque la ética es un desarrollo de la autonomía.


 

«Si ustedes me preguntan ¿qué es lo que a usted más lo apasiona en la vida? yo les diría: la ética, mi pasión es la ética, y me gusta la ética, entre otras cosas, porque en la ética hay un elemento de la autonomía, de tener que decidir.” Así respondía Carlos Gaviria Díaz a la pregunta sobre sus pasiones.

Pienso que la ética es un principio y valor del ser humano para poder ser social. Sin embargo, no creo que el ejercicio de la ética sea un don natural brindado a las personas, pues, para poder llevarla a cabo en todos los aspectos de la vida, se deben domar muchos sentimientos, que también son humanos, y encausarlos por las vías correctas. Es un trabajo arduo, sí, ya que implica un profundo conocimiento propio, una incesante valoración de variables, una imperiosa capacidad para cuestionarse y darse palo, pero también para reconocerse al acertar.

Podría decir que mi atención firme y decidida sobre la ética, nació a partir de mi admiración hacia Carlos Gaviria Díaz. Lo que comenzó por ser un interés académico en razón a mi sueño de algún día ser Magistrada de la Corte Constitucional, desencadenó en la formulación de una forma de vivir cuestionándome a raíz de lo que aprendí de un hombre que, desde su función de interpretación de la Constitución Política de 1991, expuso un ideal de Estado que lo haría ser admirado por muchas personas.

Entonces mientras estudiaba en la Universidad y aprendía sobre la Constitución, la ley y jurisprudencia, también descubría cómo desnudaba el poder a los seres humanos y cómo actuaban las personas cuando creían no ser vistas, como mis compañeros políticos que se copiaban en los exámenes y hoy gozan de grandes cargos (¿A costa de qué?) y comprendí que el ejercicio de la ética se construye a partir de cuestionarse a uno mismo en los actos que ejecuta día a día. Es un acto tan personal e intransferible, que, en realidad, solo depende de uno mismo, porque la ética es un desarrollo de la autonomía. Y a raíz de comprender lo anterior, comenzar a edificar una especie de test de proporcionalidad con el que antes de tomar una decisión, me preguntara qué beneficios y qué costos me implica tomarla.

Sé que es complejo, alrededor de nosotros suceden muchos fenómenos que, a veces, pueden confundirnos y así comenzamos a correr la línea ética trazada, porque vemos que los demás la corren, pero mantenerla en el lugar donde la deberíamos poner decididamente, es lo que nos da la tranquilidad de haber ejercido de manera correcta nuestra autonomía.

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Mi invitación es a que destaquemos a quienes son ejemplo y le hacen honor a lo correcto, a la ética, a la bondad, a la compasión, a hablar y actuar con la fuerza del amor. Como decía Carlos Gaviria, la persona que simplemente muestra su conducta y la muestra abiertamente, nos está seduciendo, nos está encantando, nos está invitando a que la imitemos.

En las complejidades de la vida, recordar que en un mundo de ganadores deshonestos que pasan por encima de los otros para llegar primero, la virtud está en llevarles la contraria. Pues, aunque seas el único en todo el mundo que lo practica, bastas para ser testigo irrefutable de toda la nobleza humana, como lo sostendría Luis Cernuda.

Por eso, la ética como una forma de sentir la humanidad y de desarrollar de manera adecuada la autonomía, no depende de quién te vea actuar o no, más bien, depende de la percepción y tranquilidad que desees tener contigo mismo, la certeza de poder mirarse y poderse reconocer, de saberse incorruptible, de mantenerse en la posición en la que siempre quiso verse, en no defraudarse, en hacerse honor y verse como cuando era un infante, que si alguna vez actuó de formas inadecuadas, lo hizo por ignorancia, pero nunca por maldad.

Debemos recordar, porque se nos olvida, que el proyecto más importante en nuestra vida somos nosotros mismos y que aquella se va de una manera tan efímera, que el trabajo debe iniciarse ya. Por eso escribo esto, para recordarme el compromiso que inicié conmigo, pero que, en realidad, es con la humanidad.


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María Alejandra Trujillo Ortiz

Abogada, apasionada por la justicia y orgullosa de llevar la pesada, pero honrosa carga de defender los Derechos Humanos. Con la fortuna de vivir a sabiendas de que fracasaré porque siempre elijo las causas perdidas.

Escribo porque, aunque no podamos crear el paraíso en la tierra, podemos ser el paraíso y estoy convencida que no podría existir algo así, sin la literatura. Para no morir, para resistir, para tener algo en lo que creer. Humanidad, bondad y ética, las únicas palabras que espero me describan toda la vida.

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