Podríamos iniciar hablando del autor de esta maravillosa obra cinematográfica; podríamos concentramos en abordar la complejidad y la evolución académica y artística del maestro Martin Agudelo Ramírez, su influencia en incontables abogados, jueces, artistas y escritores, entre los que humildemente me sitúo. Estoy seguro que faltarían palabras para expresar su legado y huella; pero no, en esta ocasión dejaré de lado al maestro, para centrarme en una de sus creaciones, en su obra más reciente, «Sara, la fuerza del mar».
El largometraje es una inmersión mágica y a su vez realista sobre la vida de una juez, que se ha visto sofocada por un mundo de formalidades, lujos y apariencias. El conflicto planteado en esta obra muestra cómo la protagonista debe encarar la realidad de ciudad y país en el que habita, en el que debe afrontar sus propios miedos y demonios.
En este trasegar fílmico, el derecho visto desde la formalidad y la estricta legalidad no parece suficiente para dar solución a los múltiples problemas que se generan en la vida cotidiana. Se confrontan diferentes visiones de la justicia, una en sentido material y otra desde una perspectiva formal.
Sara es una mujer joven, dotada de una sensibilidad social y moral poco frecuente; es una mujer que, de una u otra forma, se ha visto favorecida con una posición social privilegiada. El personaje central de la película inicia un proceso de formulación de preguntas y respuestas que la llevan a tomar un pequeño receso de su actividad judicial. Es el mar, en su inmensidad y en su profundidad, quien la arropa y le brinda, ese refugio necesario para abrazar la eternidad.
En sus procesos de búsqueda, Sara se ve enfrentada entre dos mundos, uno de libertad, creatividad y justicia en un sentido material, y otro de formalidad, legalidad, pero de profunda contradicción. Comprenderá que lo legal no necesariamente compagina con lo justo, y lo justo al parecer es ilegal.
Es en la inmensidad del azul en donde Sara encontrará el amor y la magia de la existencia, pero a su vez, el lugar donde se desata la tormenta, esto es, el retorno a la realidad, arrojándola a los infiernos de las desdichas, los dolores y las angustias que allí se esconden.
Los seres humanos vivimos en espacios de incontables contradicciones, en ocasiones nuestra vida es un castillo de naipes endeble; quizá al mover una pequeña pieza, todo ese armatoste de ilusiones puede derrumbarse; y es precisamente este el proceso que debe afrontar nuestra valquiria.
«Sara, la fuerza del mar» nos muestra, con delicadeza artística y sensibilidad poética, que la vida está cargada de contradicciones, de altas y bajas, y que, en ocasiones, se debe tener el valor para cambiar una vida, aunque en apariencia decorosa y brillante, no genera la satisfacción vital y la alegría de la existencia que todo ser humano debe tener.
Sin duda alguna, «Sara» replantea el cine tradicional colombiano y latinoamericano; su fotografía impecable y sus montajes denotan un homenaje a la diversidad étnica y cultural colombiana, lo que lleva a otro nivel esta producción audiovisual. Sus escenas, cuidadas en el mínimo detalle, sus diálogos profundos y los múltiples cuestionamientos morales, hacen que esta obra sea digna de ser vista, estudiada y llamada a convertirse en una película de culto desde el plano ético y jurídico.
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