Reto

Como sociedad, nos queda el gran reto de la unión y la paz grande, esa que se construye en la cotidianidad y con pequeñas acciones diarias”


Leí hace poco en redes sociales, que este 2021 había sido como otra versión del 2020, o que había sido como su segunda temporada. Y es que este, como el año pasado, fue un año raro y complejo para muchos, pero en este tal vez se tenía una mayor esperanza: la de superar cosas que  nos marcaron el año pasado, la de salir de crisis económicas, familiares, sentimentales o emocionales que se enredaron con esta pandemia que aún no acaba. Mas sin embargo, como es costumbre en esta época, se empieza a hacer un balance de las metas cumplidas y las no cumplidas, metas que nos propusimos alcanzar al principio de año. Y también se empiezan a renovar estas metas o a plantear nuevas para cumplirlas el otro año. Pareciera que todos estuviéramos esperando el año nuevo para plantear de nuevo metas y deseos que se irán desinflando u olvidando mes a mes, como sucede cada año, pues no nos alcanzaron los 365 días de este año más que para repetir patrones, afianzar derrotas, y formular los mismos deseos una y otra vez.

Unos miden sus logros con dinero ganado, otros con ejercicio o kilos bajados, otros con propiedades compradas; yo los mido por libros leídos y reseñas escritas. Imagino que el gobierno nacional medirá sus logros año tras año por masacres cometidas, o bajas en combates falsas como en los viejos tiempos del auge del uribismo. Sin duda alguna el gran logro de Iván Duque en la presidencia, fue cumplir su promesa de campaña, la de hacer trizas la paz, y con esto, lograr que la violencia en Colombia se recrudeciera al punto de volverla comparativa con la de los primeros años de este siglo, los años ochenta y noventa del siglo pasado, o incluso con la violencia bipartidista de los años cincuenta del siglo XX, todo esto de la mano de su tercer ministro de guerra, el doctor Diego Molano. Con esto a la vez, o como resultado de esto y de sus políticas de muerte y miseria, logró desatar de nuevo, un estallido social que venía creciendo desde el 2019 y 2020. Nueva y lamentablemente, este año como los anteriores de su gobierno, los ciudadanos tuvimos que salir a las calles para exigir el cumplimiento de acuerdos pactados en protestas anteriores, y nuevamente, Iván Duque, con su autoritarismo y arrogancia, que ya no se le pueden llamar falta de experiencia o aprendizaje, volvió a arremeter contra el pueblo protestante, enviando su fuerza militar y policial, a reprimir manifestaciones, a gasear a marchantes, a disparar directo a la cara a miles de jóvenes que en democracia caminaban por las calles pidiendo ser de nuevo escuchados.

Nuevamente Iván Duque tuvo un año de gobierno lleno de errores, tropiezos y decisiones autoritarias, aprobadas por las mayorías de un congreso enmermelado, acomodado a las necesidades de grandes empresarios, banqueros y politiqueros. Nuevamente los grandes damnificados fueron los pobres, la clase media y trabajadora, que junto a su ilustre ministro de hacienda, el doctor Alberto Carrasquilla, pretendían clavar una reforma tributaria que le regalaría grandes beneficios a las minorías ricas de este país, y le pondría a pagar altos impuestos a quienes ganaban menos. Al fin y al cabo se salieron con las suyas, pues hoy los precios de la canasta familiar y los alimentos básicos están por las nubes, con la excusa de un paro que se acabó hace meses.

En salud ni hablar, pues tras segundo año consecutivo de pandemia, por fin llegaron las vacunas contra el virus que tantos muertos ha dejado. Tardíamente y después de dudosas negociaciones, llegaron las vacunas al país en un show mediático que parecía un circo, retrasando el proceso de vacunación porque tocaba esperar horas para que el presidente de la república y su ministro de salud, el doctor Fernando Ruiz, llegaran a los hospitales para tomarse una foto. Habría que mencionar aquí, que varias denuncias hubo, de vacunas que se perdieron, o se las robaron a pesar de tener un alto esquema de seguridad, pues escoltadas con tanquetas del ESMAD y policías motorizados, llegaron a las ciudades.

Si pasamos por la educación, que siempre ha sido víctima de estos gobiernos, obligatoriamente tenemos que mencionar setenta mil millones de pesos que se perdieron en manos de la doctora Karen Abudinen, ministra de las Tecnologías de la Información  y las Comunicaciones de Colombia; aquella plata, que hoy no se sabe dónde está, estaba destinada a financiar la llevada de internet a los colegios públicos del país.

Pero como no todo es malo, y como me niego a resignarme, prefiero sacar mi lado positivo y resaltar lo bueno de todo esto, si es que acaso se puede sacar algo bueno de todo esto.

Este gobierno, pésimo como todos los que ha tenido Colombia en los últimos dos siglos, nos ha dado una gran lección que espero todos hayamos asimilado. Y es que Colombia no puede seguir por ese mismo camino del cual se ha negado a salir. Colombia debe pasar por una transición hacia una era de paz que no da más espera, pues aquella violencia que antes era exclusiva de los campos, ahora la vemos en las grandes ciudades. Uno de los grandes retos que los colombianos tenemos para el año que viene, es no solo cambiar el gobierno, para elegir uno con propuestas que beneficien especialmente a las inmensas minorías que por años, siglos ya, han sido olvidadas, sino también cambiar el congreso de la república, vergonzoso y recordado por sus leyes para legalizar el asesinato de civiles desarmados por ejemplo, o para autorizar el aumento de sus vacaciones pagas por la ciudadanía.

Como sociedad, nos queda el gran reto de la unión y la paz grande, esa que se construye en la cotidianidad y con pequeñas acciones diarias. El vencimiento de los fanatismos que de ningún lado son buenos. El reto está en aprender a convivir en sociedad, en aprender a dialogar y respetar nuestras formas de ser y de pensar, así sean distintas, diversas, diferentes. El reto está en la construcción de un país que deje de un lado el atraso y las peleas sin fin, los fanatismos. Un país que supere la violencia y sea capaz de transitar hacia la paz. Un país que encuentre diferentes causas para unirse y aprender a superar las diferencias. El reto está en nosotros, el reto es también cambiar nosotros mismos.

Leonardo Sierra

Soy bogotano, me gusta leer, amante del arte, la literatura, y la música. creo en el cambio, así que propongo cambios para esta sociedad colombiana en la que vivo, creo en la paz, la reconciliación y el perdón. respeto y defiendo toda clase de libertad y expresión.

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