Esta extenuante campaña electoral, que hoy llega a su fin, no solo dejará en los rines a uno de los dos candidatos que llegaron a la segunda vuelta y a su entorno, sino a un número considerable de personas.
Periodistas
El balance de la jornada electoral para algunos periodistas es absolutamente desastroso. Muchos comunicadores olvidaron que su responsabilidad es informar de manera veraz y objetiva, pero se convirtieron en militantes del Centro Democrático. En las facultades de comunicación deberían preocuparse por archivar buena parte de esos reportajes realizados en varios medios de comunicación, en los que quien oficiaba de entrevistador fue contradictor abierto de las tesis y programas contrarios a los de su candidato. Ese será un buen material para que los periodistas del futuro aprendan cómo no entrevistar. Quienes así procedieron seguramente creerán que tendrán el tiempo suficiente de restablecer su estropeada credibilidad, cuando ya arranque el gobierno de Duque, que es el que quieren que triunfe. Se equivocan. Los colombianos hoy no tragan entero y van guardando en su conciencia todos esos bandazos de periodistas hinchas que no informan porque les rinden culto a sus intereses y pasiones de toda índole.
Lagartos y manzanillos
Y si por el lado de los periodistas llueve, por el de ciertos personajes públicos no escampa. Varios de ellos precipitadamente respaldaron a Duque, unos en nombre de la social democracia y otros en el de la supuesta reconciliación que va conseguir el presidente impuesto por Uribe. Lo que dejaron en evidencia fue el afán de que se les estaba acabando el tiempo para dejar constancia de su apoyo al que suponen arrasará en las elecciones de hoy, porque aspiran a canonjías, ministerios, embajadas o contratos que sabrá dispensar el nuevo gobierno. Estos heliotropos, asesores de todos los gobiernos, ya sienten que se han acomodado y han hecho las señales necesarias para que Duque o Uribe los tengan en cuenta a la hora de repartir el botín. Pero detrás de ellos ha quedado el desprestigio de haberle vendido el alma al diablo, incurriendo además en contradicciones insalvables, como la de maldecir el Partido Liberal por las equivocaciones de Gaviria y despotricar de Pastrana, pero irse a las toldas uribistas a hacerle compañía al expresidente liberal que anda dando palos de ciego, además al exmandatario conservador, y, como si fuera poco, al troglodita de Alejandro Ordóñez y a la beata Viviane Morales. Ahí están, esos son.
Encuestadoras
Se las arreglarán para que mediáticamente se difunda la sensación de que acertaron en sus vaticinios, a pesar de que la realidad muestre otra cosa. Así procedieron en la primera vuelta, pues se ufanaron de que sus pronósticos resultaron certeros, aunque ninguno se detuvo a analizar el inmenso error de que ninguna de esas firmas pudo detectar a tiempo el ascenso que en las dos últimas semanas alcanzó Fajardo. De haber presentado esta medición a tiempo, seguramente muchos de los indecisos que votaron por Vargas Lleras o De la Calle habrían tenido la posibilidad de contemplar al menos la opción de votar por el Profesor. El encuestador de inocultable tendencia uribista Martín Orozco tímidamente reveló, luego de la primera vuelta, que él sí había ido a una notaría el sábado anterior a la elección, para dejar constancia secreta de que sabía lo que sin embargo prefirió callar. Valiente forma de hacer las mediciones y darlas a conocer, luego de haber manejado durante meses unos datos que en vez de medir la opinión determinaron peligrosamente el resultado electoral.
Agridulce
Los ministros que están por dejar sus cargos de la noche a la mañana recobran su perdida simpatía y la naturalidad que olvidaron durante los años de poder; mientras que los que aspiran a sucederlos empiezan a hacer el ridículo y a desnucarse con tal de que los pongan en el desgastado sonajero. Pobres todos, los que salen porque vuelven al pavimento y a defenderse, pero también los que nombren a partir del 7 de agosto porque, cualquiera sea el gobierno que los designe, habrán comprado su ingreso al infierno del servicio público.