Resiliencia

Estando indagando sobre el término “cuarentena”, muy popular por estos días, encontré que proviene del italiano quaranta giorni que traduce “cuarenta días”. Esto puede parecer obvio, pero lo interesante es su origen histórico, posiblemente de la época de la peste negra, cuando la población de Venecia – en Italia precisamente – lideró la toma de medidas sanitarias para evitar la propagación de la pandemia a mediados del siglo XIV. Una de estas medidas era implementada  en las embarcaciones que arribaran a la ciudad, la cual consistía en que no se permitía el descenso de la tripulación del barco durante cuarenta días, para que así ocurriera una de dos cosas: o se bajaban los tripulantes sanos al día cuarenta, corroborando que no portaban la enfermedad, o en el transcurso de ese tiempo morían dentro del mismo barco si la portaban.

Leer sobre este terrible suceso histórico, como lo fue la peste negra, me ha hecho reflexionar sobre el difícil momento por el que estamos pasando. Con más de 280.000 casos confirmados en el mundo y más de 11.000 muertes, el brote de COVID-19 (declarado pandemia por la Organización Mundial de la Salud el pasado 11 de marzo)  ha desatado una crisis global como hacía tiempo no se relataba.

Esta historia de la peste negra, me hace pensar en que de cierto modo es como si todos fuéramos en uno de esos barcos, donde no importa si somos migrantes, nacionales, profesionales, habitantes de calle, trabajadores del hogar, presos, ejecutivos, empleados, comerciantes, desempleados, estudiantes, niños, adultos, funcionarios públicos o transportadores, pues aunque unos viajen en la peor clase y otros en la sala vip, todos estamos sujetos a enfermarnos por igual. Nuestra fragilidad es muy grande, es mutua y por ellos es necesaria una respuesta unitaria a este problema.

Ciertamente me preocupan de sobre manera el manejo de algo desconocido, sumamente veloz y mortal para el ser humano, sin embargo, he llegado a encontrar en el fondo de mi raciocinio que la única necesidad verás que puedo atender, sin ser alguna autoridad científica, militar o política, es la firme voluntad de acatar las normas y de trabajar en equipo. Nada más. Sin duda, la mayoría de expertos concuerdan en que la superación de la pandemia será más fácil, rápida, probable y segura para quienes trabajen en equipo, acaten disciplinadamente las medidas dispuestas por las autoridades y no acaparen los bienes esenciales para uso personal. No se ve tan complicado.

Si acatamos las medidas indicadas por las autoridades, que además se basan en acciones tan sencillas como estar en casa, no salir y tomar las medidas básicas indicadas para evitar la propagación del virus, no sólo detendremos la expansión de esta pandemia y podemos ganarle la batalla a un enemigo gigante, sino que podríamos gozar de la forma en cómo de una situación tan impredecible y riesgosa, como la que vivimos actualmente, pueden surgir elementos que logren ayudarnos a avanzar como sociedad en otros temas.

No sabemos cómo va a terminar todo esto, pero puede que una pandemia logre ayudar a que por fin logremos tener empatía los unos por los otros, y así reconocernos como familia, amigos y  vecinos en este país que ha vivido masacrándose por sus diferencias durante más de doscientos años. Quizá el hecho de que nos afecte a todos, por igual, y que las medidas tomadas en este momento requieran la misma importancia y precaución para quienes viven en las grandes ciudades como para quienes habitan Toribio, Caloto, Tame o Riosucio, le permita a muchas personas entender el terror que produce la posibilidad constante y real de la muerte de un ser querido, y así nos comiencen a dolores más las muertes de este país sin ningún tipo de distinción.

Quizá este difícil momento nos lleve a replantearnos las formas de consumo. Puede que nos lleve a entender, al acudir a los supermercados y tiendas y ver los estantes vacíos, que no es suficiente con tener dinero en el bolsillo, salir a la tienda, tomar un producto y pagarlo para tenerlo. Puede que valoremos un poco más la cadena de producción colombiana y la importancia del consumo de los productos nacionales, cosechados por nuestros campesinos, frente a lo que nos llega en masa de otros países.

Quizá después de que este mal trago finalice, entendamos que los héroes y las heroínas visten de blanco, y que hoy la sociedad debe respetar al sector salud, valorarlo, oírlo y ofrecerle condiciones de trabajo dignas. Quizá cuando esto termine se pueda generarle conciencia a quienes llevan décadas privatizando la salud y lucrándose de él, y permita que se les calquen las palabras del presidente de Francia cuando en días pasados dijo: “lo que ya ha revelado esta pandemia es que la sanidad gratuita, sin condiciones, no son costes o cargas, sino bienes preciosos, unas ventajas indispensables (…) y que este tipo de bienes y servicios tienen que estar fuera de las leyes del mercado[1].

Quizá la pandemia del coronavirus logre ser un ejemplo de colaboración global, que le enseñe a las nuevas generaciones la necesidad de vencer otros desafíos de la humanidad que ya venían de antes: la desigualdad, los cambios climáticos, la intolerancia, el racismo, la xenofobia, las políticas de exclusión.

En fin, la solución está en nuestras manos y cada uno puede aportar a ella. Si logramos unirnos como sociedad, trabajar en equipo, y si tomamos las medidas a tiempo, sin duda saldremos fortalecidos de este nuevo reto como ya lo hemos hecho antes. Unidos superaremos más fácilmente esta epidemia, como unidos superamos aquella que casi acaba con un tercio de la población de Europa por allá en el siglo XIV, como superaremos las demás que estén por venir.

[1] https://elpais.com/sociedad/2020-03-12/macron-ordena-el-cierre-de-guarderias-colegios-y-universidades-hasta-nueva-orden.html

Daniel Porras Lemus

Estudiante de Derecho de la Universidad de Medellín. Apasionado por la Política, el Derecho y la Historia. Investigador en temas históricos y constitucionales. Sangileño. Santandereano.