Hasta hace unos siglos la medicina, como todo lo que hoy conocemos, no era como ahora. Acudir a un médico era cuestión de tener mucho dinero, de invertir fortunas enteras en el cuidado de la salud. Enfermedades que parecían incurables encontraban su remedio en el exilio y la discriminación. La muerte era vista como un medicamento posible ante tanto sufrimiento y dolor. Pero… entonces no es tan diferente como pareciera. La nueva reforma a la salud pretende hacer del acto médico un privilegio, un “regalo de navidad” asequible a unos pocos, sí, quienes tengan el dinero suficiente para costear no solo sus medicamentos sino también la asistencia médica necesaria. Las enfermedades de alto costo de manejo o de alta complejidad poco a poco tendrán que ir desapareciendo de las listas de obligaciones del estado para los mas desprotegidos, exponiéndolos al exilio y a la condenación del olvido entre una sociedad que discrimina a todo el que “no es normal”.
Poco a poco la tecnología, la genética y los llamados ‘avances’ de la medicina, han creado multiformes padecimientos que encuentran descanso en la muerte. Requiem aeternam dona eis, se le rezaba en latín a los muertos hasta un poco antes de la segunda mitad del siglo XX, hoy tendremos que unir nuestra voz y anhelar el descanso eterno del sistema de salud y seguridad social del Estado colombiano.
No se me hace raro que luego de la posible reforma empiecen a aparecer nuevas manifestaciones de medicina alternativa donde quizá la fe de las personas sea la que cause procesos somáticos en su organismo y encuentren salud. No me extrañará ver iglesias que busquen curar personas y otras que se conviertan en el brazo invisible que exprime el dinero, los bienes y la voluntad de sus creyentes dándoles una promesa de curación física y de salvación eterna. Si eso es hoy en día, donde al menos después de horas de espera en una sala de urgencias le atienden (a quien sea muy privilegiado) con el registro del SISBEN, y existe gente que confía más e las plantas y en la acción de lo divino, me imagino qué pasará cuando veamos pasar por nuestras calles la procesión fúnebre de los hospitales, clínicas y facultades de medicina, en un camino que concluye en el cementerio del odio y el olvido. Allí, el silencio de los vivos será llenado, como dijeron por ahí, con los gritos de los muertos.
Salud colombiana: que si esto sigue así, descanses en paz.
NOTA CONCLUSIVA: Mis respetos a los estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia que supieron en el momento correcto y bajo la causa justa manifestar su parecer ante el sepelio de la salud colombiana.
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