Repensando el desarrollo local

Si queremos descongestionar las ciudades y derramar las oportunidades en el grueso del territorio nacional, que es principalmente rural, se debe promover la creación y /o el asentamiento de empresas en dichas zonas”.


Las personas que nacimos en pueblos pequeños, crecimos con una narrativa que nos hacía ver que el progreso, el éxito, el futuro, estaba en las grandes urbes y que el que se terminara quedando en el pueblo se iba a estancar, no iba pelechar y mucho menos progresar, quedarse en el pueblo era incluso vergonzante.

Todo comienza desde la escuela y desde allí se empiezan a formular preguntas como qué querer ser cuando se sea grande, normalmente surgen sueños y profesiones que no son posibles desarrollar dentro del mismo territorio; luego en el bachillerato y especialmente en los años finales, empieza la carrera contra el reloj: ¿Qué hacer cuando se termine el colegio? ¿Qué estudiar? ¿Dónde estudiar? ¿Con qué recursos? ¿Si no estudio qué me pongo a hacer?

Los compañeros que emigran a la ciudad e ingresan a la universidad, se convierten en referentes, pero paradójicamente no vuelven con frecuencia a su pueblo natal, hacen su vida en las grandes ciudades, allí encuentran empleo y mayores herramientas para desarrollar sus proyectos de vida; regresar a la ciudad de origen solo se limita a cuando hay vacaciones, puentes festivos o fiestas tradicionales.

Ese fenómeno, a mi modo de ver, tiene dos consecuencias: uno, que las grandes ciudades van a ser cada vez más sobrepobladas y con ello se agudizarán fenómenos que ya conocemos: mala calidad del aire por mayor flujo de vehículos y empresas, gran pérdida de tiempo en desplazamientos para ir de un lugar a otro y deterioro de la calidad de vida; si no hay tiempo para hacer cosas distintas a trabajar y transportarse, se está dejando de invertir en uno mismo; la segunda consecuencia está relacionada con la emigración sistemática de los jóvenes de los pueblos a las ciudades, en los pueblos se termina quedando principalmente la población que no está en edad de trabajar, por la escasez de oportunidades, y pocas facilidades y herramientas para generar empresa. A largo plazo, los pequeños pueblos irán perdiendo identidad, pero, sobre todo, su capital social.

La gente se termina yendo para donde le vaya mejor, eso está directamente relacionado con el empleo, si queremos descongestionar las ciudades y derramar las oportunidades en el grueso del territorio nacional, que es principalmente rural, se debe promover la creación y /o el asentamiento de empresas en dichas zonas y alineadas con las potencialidades de cada territorio para trabajar por un desarrollo endógeno, con el cual se podrá fortalecer las capacidades de los habitantes locales, con los nuevos conocimientos que pueden adquirir, y que pueden ser expandidos en otros campos, además, facilitará el desarrollo de los proyectos de vida en las propias localidades, permitiendo que la gente pueda vivir, estudiar y ser feliz en el sitio donde nació; que si algunos decidieron irse, fue porque así lo quisieron y no porque se vieron obligados.

En Colombia se han planteado iniciativas en ese sentido como las Zomac – Zonas más afectadas por el conflicto – que consisten en que las empresas que se asienten en dichas zonas puedan recibir beneficios tributarios, pero aún falta unir voluntades.

Los gobiernos locales, que dependen principalmente de las transferencias de los Departamentos y la Nación, no pueden hacer mucho para transformar esa realidad, teniendo en cuenta sus presupuestos, pero sí deben ser protagónicos en la gestión y liderazgo de los comités Universidad – Empresa – Estado, para que, desde los sectores académicos, productivos y gubernamentales, se piensen y se desarrollen los territorios desde lo local, para que las nuevas generaciones vean un futuro atractivo e inspirador en sus propios municipios.

Los teóricos Michael Porter y Mark Kramer en su texto La creación de valor compartido, resumen esta idea diciendo que las empresas pueden crear valor económico creando valor social: “Las necesidades de la sociedad, y no sólo las necesidades económicas convencionales, son las que definen los mercados, y los males de la sociedad pueden crear costos internos para las empresas”.

José María Dávila Román

Comunicador Social - Periodista de la UPB con Maestría en Gerencia para la Innovación Social y el Desarrollo Local de la Universidad Eafit. Creo que para dejar huella hay que tener pasión por lo que se hace y un propósito claro de por qué y para qué, hacemos lo que hacemos. Mi propósito es hacer historia desde donde esté, para construir un mundo mejor y dejar un legado de esperanza y optimismo para los que vienen detrás. Soy orgullosamente jericoano.

Nota al pie: El columnista tiene o ha tenido vinculación laboral con la minera AngloGold Ashanti. 

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