“No disponemos de un nombre con gancho para designar una agenda constructiva que reconcilie los logros a largo plazo con los reveses a corto plazo, las corrientes históricas con la acción humana. «Optimismo» no es un término muy apropiado, pues la creencia de que las cosas irán a mejor no es más racional que la creencia de que las cosas siempre irán a peor. Kelly (Kevin) propone «protopía», donde el prefijo pro alude al progreso y al proceso.”
– Steven Pinker, En Defensa de la Ilustración.
Si algo ha quedado en evidencia en este contexto de pandemia en Colombia, es la inestabilidad de ingresos de los colombianos y la insuficiencia o carencia de política social destinada a mitigar el impacto del detenimiento de la acción humana. Aún no poseemos datos que sustenten lo último con rigor, y se debe reconocer avances como la devolución del IVA o el Ingreso Solidario. No obstante, las banderas rojas, las manifestaciones, las sospechas de corrupción en las entregas de mercados o la suma simple de los beneficiarios de estos programas, son indicios de algo palpable: no es suficiente.
En este escenario, conviene traer a la discusión pública y defender, desde una perspectiva liberal, la denominada Renta Básica Universal (en adelante RBU), estudiando su viabilidad en el escenario colombiano. Esta RBU es esencialmente la entrega de recursos en dinero por el mismo monto a todos y cada uno de los individuos por parte del Estado, sin condiciones o distinciones de ningún tipo.
En el ideario liberal esta idea se remonta al siglo XVIII con Thomas Paine, el cual en “Justicia Agraria” (1967) propuso la creación de un fondo nacional del que se entregaría una renta como compensación por el establecimiento de la propiedad privada como institución, sobre la propiedad colectiva de la tierra disponible. Actualizando esa idea, Hillel Steiner en su Essay on Rights (1994), refiere a la propiedad colectiva de los recursos naturales como fuente primaria de la riqueza; Hoy sabemos que el crecimiento económico depende de materias primas, energía, información, y sobretodo, conocimiento aplicado para generar valor.
Otros autores liberales que sabían esto también aceptaron la idea de una renta básica. Hayek, como un ingreso mínimo en sociedades que han alcanzado cierto nivel de riqueza, y Friedman, a través de su famoso Impuesto Negativo de Renta5, el cual implica un subsidio autofinanciado a todos los ciudadanos.
Ahora, ¿cómo es posible que este tipo de política sea coherente con el ideario liberal? Lo es, por varias razones. Primero, Adam Smith refirió como función del Estado, el sostenimiento de obras e instituciones públicas, lo cual sirve de fundamento al pensamiento liberal moderno para reconocer el beneficio de sistemas de educación y salud públicas, entre otras cosas, como manifestaciones del principio de igualdad de oportunidades.
Segundo, porque contraintuitivamente, esta política supone de facto, una oportunidad para reformular el modelo de impuestos a través de un recaudo único que simplifique al máximo el aparato fiscal, de gasto social unificando todos los programas sociales preexistentes, minimizar la corrupción dada una mayor capacidad de veeduría, el paternalismo por eliminación de requisitos para acceder al beneficio, el clientelismo al disminuir la capacidad de favorecer a grupos de presión con beneficios estatales, erradicación de la pobreza extrema, e incidir de forma positiva en cuántas variables se nos ocurran en relación a lo que puede significar tener un ingreso mínimo garantizado (como la eliminación del salario mínimo que distorsiona el mercado laboral) para despreocuparnos así en gran medida de mercado, servicios públicos o lo que sea en que queramos usar el dinero.
A partir de este enfoque liberal, la RBU no es ni la utopía que imaginan algunos donde el Estado nos mantiene, ni la distopía que proyectan otros donde nadie querrá trabajar y se subsidiarán las inmoralidades. La RBU sería una protopía, que mal o bien ha sido puesta en práctica a pequeña escala en países como Canadá o Finlandia, y de forma plena en Alaska, donde a través del Alaska Permanent Fund, se le entrega una renta considerable a toda la población.
Luego, los principales reparos a la RBU se pueden sintetizar en i) puede generar inflación, ii) es demasiado costosa, y iii) desincentiva el trabajo. Con respecto a la inflación, fenómeno eminentemente monetario, esto se puede prevenir proscribiendo cualquier forma de emisión del Banco de la República para su financiación soportada en deuda pública. Frente al desincentivo al trabajo, esto cobra especial relevancia cuando se discuten rentas elevadas que pueden sustituir los salarios, empero, una renta básica en Colombia, por su monto, no podría representar una amenaza a esto. De hecho, se ha demostrado que, incluso las rentas elevadas no afectan la ocupación laboral.
Atendiendo a los costos, si no eres dios, muéstrame tus datos: en cifras aproximadas, el Estado colombiano ingresó $271,7 billones de pesos para el año 2020, de los cuales $172,1 son para funcionamiento, $59,3 para pagar deuda y $40,4 para inversión. En este contexto, se necesitarían aprox. 136 billones de pesos para darle a todos los colombianos una renta por encima del umbral de pobreza extrema: $225.000 pesos (1.9 dólares diarios según el Banco Mundial), los cuales son imposibles actualmente.
Una propuesta a considerar podría ser la siguiente: si se desmontan gradualmente los billonarios subsidios a las pensiones públicas más altas, unificamos los programas sociales existentes (Familias en Acción, Colombia Mayor, etc.), priorizamos recursos de inversión, se establece un fondo de regalías y dividendos por minería y petróleo, entre otras cosas, podríamos rodear 40 billones de pesos que, nos permitan una renta básica mensual –no universal- por encima del umbral de pobreza para 15 millones de personas de estrato 1 y 2, o la misma renta para 30 millones de personas, cada dos meses, o limitando el auxilio a mayores de edad o a un monto máximo por hogar. Esto podría significar, asimismo, la unificación de los 11 impuestos nacionales en uno solo de renta, evitar subidas de impuestos y en lo posible, la disminución gradual del IVA. Esta es solo una de las fórmulas, lo importante es la discusión.
Finalmente, el liberalismo ha quedado relegado en la medida que sus otrora ideales –derechos humanos, igualdad ante la ley, crecimiento económico, democracia, etc.- son logros que hacen parte del paisaje habitual en gran parte del mundo occidental, pero aún es relevante, porque puede imaginar propuestas transformadoras de aceptación popular como la renta básica universal que, significarían más que nunca, el progreso humano en el futuro post-pandemia. Al fin y al cabo, la pobreza y la torpeza estatal son virus que aún no hemos podido derrotar.
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