La propaganda se ha convertido, de forma indiscutible, en la principal proveedora e impulsora de las decisiones políticas de una sociedad; además de diseñadora del pensamiento social de las grandes masas, sobre su postura ante los acontecimientos actuales modernos.
El referendo británico del ‘Brexit’ en Gran Bretaña, que logró su retiro de la Unión Europea; las elecciones presidenciales en EE.UU, que dieron la victoria al magnate republicano Donald Trump y la decisión del Plebiscito en Colombia, en la cual el voto popular dijo «No» a los acuerdos de paz entre el Gobierno Nacional y las FARC-EP, son ejemplos de trascendentales decisiones políticas que marcaron cada país, y donde la propaganda política fue sumamente fuerte e influyente en cada decisión. La capacidad de propaganda de los lados vencedores fue a límites insospechados, con el fin de lograr su objetivo político. Estos hechos proporcionan una capacidad de influencia y poder a los medios frente a hechos parecidos. La capacidad de ofrecer dudas a la realidad, distorsionada por el detentado poder del discurso demagógico, se vuelve un arma imprescindible, a la hora de ejercer la política en las sociedades del mundo moderno.
Colombia, es un país donde sucede de impacto el fenómeno, en que la propaganda de los medios pesa más que los mismos acontecimientos, y la veracidad de los hechos no es nada frente a ciertos discursos oportunistas difundidos por las maquinarias propagandísticas. Trayendo los hechos a un ámbito local, en una urbe que está entre las verdes montañas antioqueñas y se jacta de la felicidad de su primavera eterna, que contrasta con la cruda desigualdad social entre sus habitantes, Medellín fue la ciudad que recientemente ofreció un hecho particular. Si bien el colombiano promedio hace a un lado y rechaza la política, cuando ésta se ve involucrada en razones económicas inmediatas, el beneficio material, cambia su indiferente parecer, y convenientemente exporta la corrupta y oportunista ideología de los negocios al campo donde, prescriptivamente, la base de su correcto funcionamiento es la virtud. Entiéndase por virtud, el amor al bien común y el respeto del Estado de derecho; la participación activa en el cumplimiento de la ley, que es la expresión del interés común, y los fines sociales fundamentales del Estado. Pero lamentablemente esto es basura ideológica para el homo economicus colombiano, quien sólo busca el bien individual sin importar la provocación del malestar general. El lucro no tiene ningún tipo de barrera, ni morales, éticas o humanitarias.
El caso de la Asociación Chapecoense de Fútbol es un ejemplo muy particular. En el avión viajaba el equipo brasileño con rumbo a la ciudad de Medellín, para disputar el partido de ida, del final de la copa sudamericana con Atlético Nacional. El accidente dejó 71 (setenta y uno) personas muertas y 6 (seis) heridos. Entre los heridos estaban la tripulación, futbolistas, su entrenador, su presidente, la mayoría del cuerpo técnico del equipo y varios periodistas.
La naturaleza de la tragedia fue grande y su desastre humanitario lamentable. Los medios de comunicación nacionales, el equipo propagandístico del Atlético Nacional, y la Alcaldía de Medellín, guiados por su discurso altruista y social que caracteriza a los inspirados por el dinero y los réditos, fueron rápidamente al lugar de la tragedia y se asumieron a su cargo la superioridad moral, solidaria y fraternal frente a la desgracia.
Como en su momento señaló el señor Alejandro Nadur, el acto supuestamente solidario de los directivos del equipo, fue un gesto demagógico, al resaltar en los medios la propuesta de que el Chapecoense recibiera la copa debido al incidente. Un hecho que busca posicionar al Atlético Nacional como un equipo solidario y fraterno a la imagen internacional, a pesar que en los sentimientos del equipo, estos valores no se acercan a lo más mínimo al interés de su corazón, cuya visión se dirige enteramente a lo lucrativo.
Los medios nacionales, en particular el Radio Canal Nacional, demostraron lo bajo que puede caer la empresa televisiva con el fin de cubrir ciertos eventos, así sean de naturaleza macabra, sólo por el rating. RCN resaltaron en su momento con orgullo, que sus periodistas estuvieron primero en el lugar de la noticia, y la cobertura especial que ofrecieron al siniestro, fue más de un programa de entretenimiento que el informe de una calamidad.
El Alcalde de la ciudad de Medellín, Federico Gutiérrez y el Gobernador de Antioquia, Luis Pérez, dieron discursos de condolencias el pasado 30 de Noviembre en el Estadio Atanasio Girardot de la ciudad de Medellín, en el transcurso de un acto de conmiseración y de homenaje para las víctimas del hecho. Los respectivos mandatarios en sus discursos, no dieron ofrecieron más que palabras vacías frente a la tragedia y los hechos. El alcalde de Medellín fue señalado de un discurso regionalista, en donde sus palabras daban una conclusión donde se podría inferir de ellas, que fue bueno que la tragedia sucediera en Antioquia, debido a que demostró la gran «solidaridad» del pueblo paisa. Un discurso de homenaje a las víctimas del siniestro, fue desarrollado como un discurso de auto- idolatría y egocentrismo. El señalamiento de Medellín como gran ciudad solidaria ante éste hecho internacional, fue llevada con gran propaganda por los medios con el intento de ofrecer ésta imagen de Medellín dentro y fuera del país. De la Medellín solidaria frente a los males. Ésta Medellín «solidaria», fue la misma que aplicó su solidaridad a las víctimas del conflicto armado al ser una de las principales ciudades que votó ‘NO’ en el plebiscito nacional. La misma ciudad que es una de las mayores receptoras de víctimas del conflicto, y con sus decisiones políticas les da la espalda. La misma ciudad cuyo Alcalde, después de ser presionado, dijo a último minuto a regañadientes que apoyaba los acuerdos y el ‘SI’ en el plebiscito. La misma en que muchos de sus ciudadanos indiferentes e hipócritas no les interesaba la postura de su Alcalde frente a los acuerdos y la paz del país, sino que simplemente exigían que gobernara sin su opinión a ésta. La ideología de un Alcalde influye en su gobernanza, y si esta no es afín a la paz de un conflicto de más de medio siglo, no son buenas noticias que se prevean para Medellín. Ésta ciudad tiene un compromiso moral y político con las víctimas del conflicto armado colombiano, y su alcalde debe ser de los primeros políticos en aceptar y promover los acuerdos para la paz, cuestión que no hace ni se preocupa. La única preocupación del Alcalde de la ciudad de Medellín es aparecer en las pantallas y tomarse fotos en todos los eventos. Exponerse como un producto en las redes y el marketing nacional e internacional ha sido su trabajo, no gobernar.
Este jueves en la noche, el Alcalde de la ciudad de Medellín, Federico Gutiérrez, y el denominado ‘ángel’ de la tragedia, Johan Alex Ramírez; viajarán a Brasil para cumplir una cita con el presidente de aquel país, Michael Temer, donde se rendirá homenaje a las personas y al pueblo Colombiano que ayudaron a los sobrevivientes del siniestro. Cabe señalar por último que el joven Johan Ramírez, según palabras que brindó a Caracol Radio, «se siente mal por salir del país por una tragedia». Mientras tanto, el Alcalde de Medellín, se siente orgulloso de poder representar a Medellín y Antioquia» en el vecino país.