Relatar un viaje en la era digital

“Más allá de la tecnología, la esencia del periodismo de viajes está en tres acciones: observar, interpretar y emocionar”.


París ya está contada. Roma ya está contada. Bogotá ya está contada. Y así, podría seguir nombrando cientos de ciudades y lugares que ya fueron descritos por muchos de distintas maneras. Este panorama pareciera desolador porque da la impresión de que ya no hay nada para decir. Sin embargo, aún hay esperanza y mucho por relatar.  

El otro día asistí a una conferencia titulada Ser periodista de viajes en la era de TikTok impartida por Paco Nadal, un referente en periodismo de viajes en España y el mundo. Paco ha sabido adaptarse muy bien a los avances tecnológicos y ha sido pionero en contar historias de viaje en formato audiovisual. Durante su charla comentaba que existen tres mandamientos cuando se quiere relatar un viaje. El primero es observar. Recordé la época en la que estudié la maestría en periodismo de viajes y Santiago Tejedor, otro gran referente en este tema, decía lo mismo. Para observar hace falta entrenarse. No basta con mirar a tu alrededor, se necesita dejarse sorprender por las pequeñas cosas, por lo cotidiano, porque ahí se puede encontrar lo extraordinario.

El segundo mandamiento es interpretar. Puede que muchas personas sean espectadoras de una misma escena; aquello que hará diferente cada relato será la manera como cada una la interprete. Cada historia estará marcada por las ideas previas que se tengan frente a un tema o a asuntos culturales que nos permitirán percibir de cierta manera algunos detalles. En este punto está la clave que nos diferenciará a la hora de relatar un viaje. Todos podemos pararnos en medio de los Campos Elíseos en París, pero solo algunos nos detendremos en los detalles, en eso que parece ser visible para todos, pero no lo es. Ahí es donde aparece esa historia que podemos contar. Ya no hace falta hablar de la torre Eiffel o del Castillo de Versalles, eso ya se encuentra en los libros de historia y en las guías turísticas. Si queremos realmente impactar al lector es importante contarle eso que nos llamó la atención a nosotros como viajeros. En otras palabras, salir del lugar común.

El tercer y último mandamiento es emocionar. Ya lo he hablado en otros textos, y lo reitero aquí. Si hay un espacio que aún le podemos ganar a la inteligencia artificial es el de los sentimientos y las emociones. Las tecnologías son capaces de escribir textos de miles de caracteres en segundos, pero no pueden transmitirnos emociones. Si hay algo que como lectora amo al tener un libro en mis manos es que éste me lleve a sentir empatía con quien escribe o con los personajes que se presentan. Si hay que llorar, lloro y si hay que reír, río. Para mí es fundamental que el texto no me deje indiferente. Eso mismo debe suceder con las crónicas de viajes. El periodista está llamado a mostrarse en el texto que presenta. Quienes no hemos podido estar en el lugar descrito queremos sentirnos parte de él, así que esperamos conectar con los olores, las sensaciones y toda la atmósfera del espacio relatado.

Creo que un gran desafío de quienes amamos viajar y luego contar lo que vivimos es lograr transmitir al otro aquello que no ha podido ver de manera directa. También motivarlo a que se convierta en el próximo protagonista de la historia. Los relatos de viajes deben funcionar en doble vía. Por un lado, ofrecer una experiencia del lugar que se visita desde un punto de vista único, y por otro, servir de provocación al lector para que decida conocer ese lugar que estamos mostrando. Por supuesto, no es una tarea sencilla. Se necesita ser muy perspicaz, tener un buen olfato y caminar, sobre todo, esto último. El ejercicio de caminar ayuda a despejar la mente y a estar abiertos a pillar aquello que parece invisible a los ojos de los demás. Me atrevería a decir que los mejores viajes han sido aquellos en los que me he permitido recorrer cientos de kilómetros con mis dos pies como medio de transporte.

He sido viajera desde que estaba en la barriga de mi mamá. Bebí en el tetero horas y horas de viajes y de historias que relataba mi papá sobre sus constantes visitas a tierras desconocidas. En ese entonces, las tecnologías no nos ofrecían vistas panorámicas ni listas de lo que se debía o no hacer en ciertas ciudades. Todo era muy artesanal. Con un mapa en mano y la adrenalina moviéndonos a descubrir algo nuevo nos aventurábamos a pasear por diferentes lugares del globo terráqueo. Una vez apareció internet, nos dimos cuenta de que ya no hacía falta fijarnos en los sitios turísticos para tomar las mejores fotos, había que transformar la forma de acercarnos a una nueva cultura. Aprendí que hablar con los locales era quizás la clave para esas nuevas narrativas. En esas charlas me fui reconociendo en el otro, ya no era tan diferente a lo que yo pensaba. Compartíamos ideas y en aquello que no estábamos de acuerdo podíamos discutir y llegar a conclusiones distintas. Esto ha enriquecido mi experiencia viajera y mis escritos sobre mis recorridos por el mundo.

Aunque a veces regreso a los mismos espacios, la vivencia siempre cambia. Eso me hace sentir que tengo algo distinto para contar y que los temas son inagotables. Si bien internet abrió las puertas a conocer de manera inmediata algunos destinos, y ahora la tecnología se empeña en darnos todo sin salir de casa, aún hay lugar para narrar desde el detalle, desde aquello que no todos se detienen a mirar. Incluso con los nuevos formatos audiovisuales hay un campo de acción muy interesante para hablar de viajes. Los pódcast, los videos y los documentales, entre otros, nos sugieren que relatar lo que vivimos es una labor que está lejos de extinguirse. Agradezco inmensamente a Paco por resumir en tres acciones la esencia del periodismo de viajes: observar, interpretar y emocionar. Eso es lo que nos corresponde hacer a quienes queremos seguir en este mundo del periodismo de viajes en la era digital.


Todas las columnas de la autora en este enlace: https://alponiente.com/author/mpmendez/

Maria Paula Mendez Penagos

Soy literata y periodista de viajes. Me encanta escribir sobre viajes, empoderamiento femenino y temas de crecimiento personal. Dicto talleres de escritura terapéutica.

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