“Sentí que doy más de lo que recibo, y eso ya es mucho más de lo que puedo dar.”
He de confesar que entré en una relación tóxica, de esas que por más que quiera abandonar las, no puedo. Y ni quiero, o si quiero, pero, aún no me convenzo de quererlo ¿me hago entender?, Sentí que doy más de lo que recibo, y eso ya es mucho más de lo que puedo dar. Me estorba su presencia, pero cuando está frente a mí, siento como que el tiempo pasa volando, no sé si soy feliz, tan solo soy. De ahí porque he deseado muchas veces que no se repitan estos momentos. Pero, desde que me despierto hasta que me acuesto solo pienso en tenerle en mis manos y satisfacernos mutuamente con el roce de mis dedos por su ser al bajar.
Así es, mi relación tóxica es con mi celular. Si la descripción parece curiosa, más curioso fue como descubrí mi dependencia a este aparato tecnológico; me pareció demasiado curioso que a la hora de echar la nutria al río, hundir el zeppelín, plantar un pino, esculpir un cilindro, lanzar un misil o ensuciar la porcelana. Mi prioridad de manera (in)consciente era ir por mi ventanita de internet, y más curioso era sobreponer tiempo de más mis posaderas en el trono, hasta el punto de adormecerlas. Porque antes sucio que no saber las “10 curiosidades de Evaluna y Camilo”.
Siempre he sido partidario de que las mejores ideas nacieron, nacen y nacerán en aquel momento de vulnerabilidad, donde todos estamos expuestos a nuestras desgracias y el inconsciente debe de volar a la par de que desterramos nuestros males y nos purificamos de aquellas frijoladas. Siendo así que, el idealizar el patrón de las baldosas, contar los cepillos de dientes o intentar calcular cuántos cuadritos de papel serán necesarios para desempeñar la labor, son abre-bocas de grandes ideas revolucionarias que surgirán después. Algo parecido a un entrenador de grandes ideas.
Y sé que no soy el único. He presenciado a mis “roomies” recibir llamadas a esta hora sagrada. También, echarse una partidita de Parchís, porque ya que de bloqueo vamos, el intestinal no es nada comparado con el de este juego. Además de hacer un sinfín de cosas que no son propias de este tiempo de reconciliación consigo mismo.
Hasta qué punto he llegado, que ya no tengo privacidad. Mi celular me hace sentir inseguro de mí. Y sé que sin él no puedo pasar ni un segundo de existencia. Además, me aparta de mis amigos y me proporciona información innecesaria, la cual nunca le solicité, pero que siempre estoy dispuesto a escuchar y ver. Quisiera decirle un “no eres tú, es un Iphone mejor”. Pero aún no soy claro con mi sentir.
Pero a quién engaño, se supone que debería de ser feliz, porque soy privilegiado. Tengo al menos la posibilidad de que me quiten a mí lo “Smart” y se lo den a mi “phone”. No pienso ser desagradecido en estos tiempos de clase virtual, trabajo virtual, amor virtual, sexo virtual, amistad virtual, virtual, virtual, virtual…
Y no veo que tenga la pantalla rota, solo veo mi verdadero reflejo en él. le amo. Pero, tener accesibilidad a internet no es tan importante como el poder cagar a gusto.