“Hemos llegado a una situación escandalosamente paradójica en la que nuestro sistema de justicia parece estarse pasando al bando de los criminales”
Álvaro Gómez Hurtado (1919 – 1995)
Desafortunadamente la anterior afirmación hoy está más vigente que en su momento. Veamos por qué.
La vida en sociedad genera conflictos entre las personas, son inevitables. Una de las principales funciones del estado, a través de su aparato judicial, es solucionarlos oportunamente.
Eso no lo estamos logrando, los colombianos nos sentimos totalmente desprotegidos, indefensos, ante la descarada impunidad que se pavonea en el país. Crímenes, desfalcos, torcidos, componendas, atracos, raponazos, robos, estafas, sobornos, extorsiones, secuestros, vandalismos, etc., se han generalizado en nuestra sociedad.
Y es que, duele decirlo, tenemos ineficiencias en la fiscalía, en las cárceles, en los juzgados, en las superintendencias, en los tribunales, en las cortes; además de otros complejos asuntos como episodios de corrupción, activismo político judicial y extralimitación de funciones.
En mi opinión la inoperancia de nuestro sistema de justicia es, sin duda, la causa de los principales males de Colombia: corrupción, narcotráfico, delincuencia, incumplimiento de la ley y de los contratos.
Dentro de ese estado de cosas preocupa de manera especial el rol que han asumido las Altas Cortes, particularmente la Constitucional.
Nuestra Carta Política en su artículo 113 establece que “Son ramas del poder público, la legislativa, la ejecutiva, y la judicial.” La rama legislativa reforma la constitución y hace las leyes, la rama ejecutiva gobierna y la rama judicial aplica las leyes de manera particular a cada caso concreto.
Las Altas Cortes en ciertos eventos se han salido de su cauce. En algunas reprochables decisiones judiciales, por la forzada vía de reglas de carácter general, han ejercido funciones ajenas, la legislativa que es del Congreso y la administrativa que es del ejecutivo. Cuando las aguas se salen de su cauce, anegan, hacen estragos.
Algo adicional que pareciera de menor importancia pero que genera un inmenso y nocivo impacto, es la absurda e inexplicable práctica de dar a conocer sus decisiones por medio de comunicados o ruedas de prensa, aún antes de tener listo el texto completo y definitivo de sus sentencias.
Esta descripción nos lleva a concluir que en nuestro sistema de justicia estamos en déficit. Tenemos que reformarlo para que funcione, opere, sea eficaz, resuelva pronta y acertadamente nuestros conflictos, y sea despolitizada.
Tengo el honor y la responsabilidad de ser candidato al Senado de Colombia por Salvación Nacional. Me propongo ayudar a impulsar una reforma integral a nuestro sistema de justicia, que realmente proteja la vida, honra y bienes de todos y garantice el acceso efectivo de toda persona. Pondré mi experiencia profesional de más de 30 años en el sector privado, como abogado, docente, conciliador, secretario y árbitro, para tratar de lograrlo.
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