Existe una compleja relación entre la crisis global de la biodiversidad, las formas en que actualmente valoramos los servicios ecosistémicos y los concetos sobre los cuales se toman las decisiones políticas y económicas sobre la naturaleza. Hoy los servicios ecosistémicos son usados de manera irracional e insostenible por la mayoría de los seres humanos propiciando un acceso y una distribución inequitativas, generando con ello un aumento de la desigualdad entre las personas que habitan el planeta. Los valores utilizados carecen de un enfoque holístico que aborde la crisis climática y de la biodiversidad de tal manera que se integre nuevamente a los seres humanos como parte de la naturaleza y que, por lo tanto, así como los arboles y los demás productores primarios están conectados para capturar, utilizar y reciclar la energía, los seres humanos y nuestro modo de vida esté conectado a los biomas en los que vivimos y nuestro impacto en ellos sea neutro o positivo.
Lograr esta visión requiere un cambio transformador a nivel sistémico que incorpore los diversos valores de la naturaleza y se alinee con los objetivos de justicia y sostenibilidad en dimensiones económicas, sociales y ambientales. El enfoque actual en la formulación de políticas prioriza aquellos valores de la naturaleza que pueden cuantificarse en términos económicos, aquellos a los cuales les podemos dar un precio, dejando de lado el valor asociado con las contribuciones de la naturaleza, o, dicho de otra manera, a dar valor a nuestra vida en la naturaleza.
Los seres humanos nos relacionamos con la naturaleza de múltiples maneras que son complementarias entre sí; vivimos de, con, en y como la naturaleza. Estas reflejan las distintas cosmovisiones que tenemos de nuestra relación con ella. Al vivir de la naturaleza hacemos uso de los servicios ecosistémicos de aprovisionamiento, tomando de ella los recursos que necesitamos para sobrevivir y en la mayoría de los casos, sobreexplotándolos y contaminándolos. Se vive con la naturaleza cuando nuestra cosmovisión tiene un sentido de comunidad alrededor de la naturaleza, hacemos uso de sus servicios y somos conscientes de que van más allá de solo proveernos, sino que regulan nuestro entorno y nos brindan soporte en nuestra calidad de vida. Los seres humanos hacemos parte de la biodiversidad y vivimos en un mundo de relaciones mutuas, un mundo biométrico y entendemos que el uso, la explotación y la contaminación de los servicios ecosistémicos nos perjudica porque vivimos en la naturaleza. Por otro lado, al transcender las cosmovisiones antropocéntricas y biocéntricas de la naturaleza, podemos pasar a visiones cosmocéntricas y pluricéntricas, donde nos entendemos como parte de la naturaleza y desde allí podemos valorarla más allá de los conceptos de econométricos y de mercado. Percibimos la naturaleza como una parte física, mental y espiritual de nosotros mismos y la valoramos con un sentimiento filial hacia ella, por tanto, no todo tiene un precio y el valor que le damos es demasiado alto para llevarse a términos mercantiles. “Estas interpretaciones de la naturaleza no son mutuamente excluyentes, y un marco de vida no es inherentemente mejor que otro. En cambio, pueden expresarse juntas en combinaciones variables en diferentes momentos y contextos.” (IPBES: The diverse values and valuation of nature).
Los procesos ecosistémicos contienen diferentes interacciones entre los sistemas y los subsistemas de un bioma. Nuestra relación dentro de la naturaleza es tan estrecha como la simbiosis existente entre las raíces de los arboles y los hongos, micorriza. Como humanos hacemos parte de un nicho y gracias a nuestra capacidad de moldear y transformar nuestro entorno podemos entendernos a nosotros mismos como una especie clave en la biosfera, ya que nuestro alcance como especie es global y nuestra cosmovisión actual antropocéntrica del mundo que nos rodea. Nuestro accionar interfiere con la productividad primaria de la mayoría de los ecosistemas, influimos con el calentamiento global el ciclo hídrico y alteramos la capacidad de los servicios ecosistémicos de regular y soportar los demás ciclos que permiten la diversidad de nichos y el mantenimiento de la biodiversidad en el planeta. Nos vemos a nosotros mismos como la cúspide de la evolución y no vemos lo irracional de nuestra conducta al buscar desesperadamente nuestra propia autodestrucción. El pensamiento occidental que se impuso en todas las culturas del mundo y el cristianismo como religión y filosofía, nos llevaron a sentirnos un escalón arriba de la naturaleza, o no pensarnos en ella y como parte de ella, sino a ponerla a nuestro servicio para alimentar nuestra visión capitalista de prosperidad y riqueza. Un cambio en esta visión es urgente, un cambio en nuestra cosmovisión es imperativo para garantizar nuestra supervivencia como especie en el planeta, el mundo a soportado crisis más grandes que la creada por el hombre y la vida a cambiado y resurgido, al desaparecer los seres humanos, la naturaleza sabrá como restaurarse sin nosotros, no debemos entender que la crisis creada por el hombre lo va a destruir, solo nos destruirá a nosotros mismos.
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