Hace unos días leía, en una conversación de un grupo de WhatsApp, que alguien que le hacía un llamado de atención a otra persona a que revisara sus privilegios. Por el tema de conversación, se refería a privilegios de clase. Aquel mensaje me dejó pensativo, pues aunque me parecen válidos los llamados a tomar conciencia, tal mensaje, (en apariencia) cargado de conciencia de clase, se proyectó hacia la persona, haciendo algo parecido al diagnóstico neoliberal de la pobreza, es decir, achacando toda responsabilidad al individuo e invisibilizando las relaciones económicas subyacentes a la situación. Me dejó pensativo el hecho de que quienes decimos ser que críticos con el orden social vigente y su desarrollo injusto, desigual y destructivo con la naturaleza, estuviésemos adoptando, al mejor estilo de la “racionalidad neoliberal”, una postura de impugnación hacia nosotros mismos por la posición socioeconómica en la cual nacimos o alcanzaron unos y otros, sin preguntarnos por las estructuras. Y me refiero a “racionalidad neoliberal” por la base de la competencia que resaltan Laval & Dardot al recuperar en sus análisis sobre el neoliberalismo, este concepto desarrollado por Foucault en su curso de 1979 en el Collège de France. Según Laval & Dardot, esta racionalidad tiene “como característica principal la generalización de la competencia como norma de conducta”[1]. Conducta que si es llevada a cabo por quienes dicen oponerse a la lógica de la mercantilización de la vida y la naturaleza, y entre ellos mismos esta aparece “en forma de envidia y deseo de reducir todo a un nivel común”[2], reclamando cualquier supuesta superioridad moral, se resultará desviando la dirección y el ímpetu del conflicto social hacia donde no debe ir.
Pues bien, digo esto porque aquel llamado a revisar los privilegios de clase, me pareció, aunque valioso, un tanto desconectado del mundo actual y su estado de cosas, ya que no solo en lo económico se expresa la violencia sistémica del capitalismo contemporáneo; si así fuese ¿dónde quedaría entonces el valor de las reivindicaciones feministas y género, las medioambientales y sobre los derechos de la naturaleza, las estudiantiles, las indigenistas, nuevas epistemologías, entre muchas otras?
En un análisis sobre el proceso en movimiento del Paro Nacional (21N)[3], Sergio de Zubiría observa un conjunto de contradicciones en el marco de las protestas, al igual que nuevos posibles escenarios. Una de las contradicciones principales que identifica el profesor Zubiría, es la tensión que existe en el sujeto de transformación social: entre la constitución de un “sujeto unitario” y un “sujeto múltiple”. Dicha tensión se evidenció, por un lado, respecto al rumbo que debía tomar el proceso, si a través de negociaciones por parte de los sectores tradicionales del movimiento social encarnados en los sindicatos (sujeto unitario), o si por el contrario, debía desarrollarse mediante nuevas formas de expresión democrática (no necesariamente institucionalizadas) por parte de sectores emergentes en la lucha social, tales como algunos sectores campesinos, los movimientos estudiantiles, feministas, indigenistas y medioambientalistas (sujeto múltiple).
Para sorpresa de muchos, al interior de tal sujeto múltiple se encuentran presentes expresiones de formas alternativas de vida y sociabilidad con el mundo, por lo que ignorarlas o reducirlas a asuntos secundarios sería desperdiciar un potencial de diversidad democrática para la constitución de nuevas redes poder efectivo. Otra cuestión relacionada frente a las relaciones entre ejes de resistencia, es el respeto y reconocimiento hacia la diferencia. Por ejemplo, existe claridad de que los hombres no deben abanderarse de las luchas feministas, al igual que es claro quiénes no deberían tomar protagonismo en las reivindicaciones indigenistas y anticoloniales; pero ¿es claro quién es el sujeto de transformación social que deba llevar a cabo la superación del capitalismo en su forma contemporánea?, ¿o será que el estancamiento en la discusión acerca de cuál forma reivindicativa se debe priorizar, lejos de generar autocrítica, propicia el espacio de división y por consiguiente ventaja de los sectores reaccionarios del statu quo? Más que tratar de reconciliar intereses o articular objetivos, la reflexión sobre una forma de contrahegemonía al sentido común construido desde la orilla de la competencia y el capital no será la incompetencia de la división, sino cooperación en la unión. Al fin y al cabo, si impugnamos en clave de competencia, a la o el del lado, por su falta de conciencia ambiental, de género, de clase, etc., en vez de redireccionar el conflicto a la pedagogía y las verdaderos agentes y raíces de la situación, continuaremos, tal como me dijo alguna vez un profesor, reflexionando fuera del recipiente.
[1] Laval, C., & Dardot, P. (2013). La nueva razón del mundo. Editorial Gedisa, p. 15.
[2] Marx, K. Manuscritos económico-filosóficos. Fromm, En. (1962). Marx y su concepto del hombre. Fondo de Cultura Económica.
[3] Zubiría Samper, S. (2020). Contradicciones y horizontes del 21N. Revista Izquierda. Disponible en https://www.revistaizquierda.com/secciones/numero-82-febrero-de-2020/contradicciones-y-horizontes-del-21n-1