“Colombia necesita redefinir su rumbo superando una polarización anquilosada en el pasado para poder sacar adelante los proyectos de fondo que necesitamos y encontrar así un destino común como nación”.
Colombia ha pasado de ser un país casi inviable, a un país que mira hacia adelante con grandes posibilidades desde las cuales puede construir un futuro promisorio. Pero para lograrlo, debemos comenzar por cambiar las narrativas del pasado, conversar civilizada y creativamente sobre los desafíos que tenemos, para que en lugar de ser motivo de confrontación, sean puntos de acuerdo a partir de los cuales podamos definir nuestro sueño nacional, trazar las prioridades y establecer una agenda común que nos permita dirigirnos hacia sus metas de manera cohesionada. Una sociedad se organiza mejor cuando lo hace sobre la base del respeto a todas las visiones de sus ciudadanos. Por eso, el punto de partida deberá ser no solamente reconocernos, sino además valorarnos como una Colombia diversa, vibrante y multicultural, que sin embargo, puede encontrarse en lo esencial.
¿Y qué es lo esencial? Creo que empezar por entender que somos parte de una misma patria a la que todos engrandecemos o deshonramos, pero también que juntos debemos aportar a las transformaciones que necesita el país en sectores cruciales para su desarrollo: la educación debe sin duda ser el pilar más valioso, pues es la herramienta más eficaz para acabar con círculos viciosos de pobreza, desigualdad y violencia. En este sentido, potenciar las capacidades de la gente y conectarlas de forma pertinente con el sector productivo, es la mayor inversión que podemos hacer a largo plazo. Es importante entender que la economía del conocimiento y la cuarta revolución industrial, son realidades a las que hay que ajustar tanto los modelos económicos como los modelos educativos, invertir mucho más en investigación, ciencia, tecnología e innovación, crear valores agregados y formar en competencias para la era digital; sin olvidar que en nuestra tierra, emergen y se cultivan las mayores riquezas.
Nuestro desarrollo debe ser inclusivo, equitativo y sostenible. Esto implica hacerle frente con mayor contundencia al desempleo, a la informalidad y al trabajo poco calificado; apoyar el dinamismo empresarial y la cultura del emprendimiento a través de un ecosistema que les permita crecer y encontrar oportunidades en el entorno; fortalecer la seguridad y la presencia del Estado en todos los territorios de la nación para seguir incentivando el turismo, atrayendo la inversión y garantizando los derechos y libertades ciudadanas; generar infraestructuras digitales y físicas modernas, redes de comunicación eficientes y carreteras, puentes, puertos y aeropuertos que estén a la altura de los retos del presente siglo.
Todos los beneficios que trae el crecimiento, deben verse reflejados en la disminución de la desigualdad que persiste como una de las más altas en el mundo y aprovecharse para impulsar el progreso de aquellos territorios del país que están aún rezagados en términos socioeconómicos. Por supuesto, estas transformaciones deberán hacerse en el marco del respeto por el medio ambiente y la implementación de medidas que realmente protejan nuestra biodiversidad.
Pero fundamentalmente, el país requiere devolverle la confianza a los ciudadanos sobre lo público; y para eso, hay que robustecer las instituciones democráticas del Estado, sacar adelante reformas importantes en los sistemas judicial, de salud, educación, tributario, laboral y de pensiones; mejorar la implementación de los acuerdos del posconflicto y avanzar en la construcción de una Paz que incluya a múltiples sectores y con la que todos los colombianos nos veamos realmente representados.
Colombia necesita redefinir su rumbo superando una polarización anquilosada en el pasado para poder sacar adelante los proyectos de fondo que necesitamos y encontrar así un destino común como nación. Los líderes políticos y las instituciones del Estado, deben conectarse no solamente con las necesidades de la gente, sino también con sus sueños, sus capacidades y los anhelos de transformar un país, al que sin duda muchos queremos apostarle.
Tenemos fuerza en nuestras montañas, ríos y selvas; en nuestros mares y océanos; en nuestra pujanza, nuestros valores y extraordinario potencial humano. Tenemos fuerza en la mente, las manos y los corazones ¡Tenemos con qué! Unámonos por un propósito de país.
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