Recorridos de ciudad (IV): Templo del Sagrado Corazón de Jesús

“La fachada externa de la iglesia es una oda a la arquitectura neogótica: un conjunto de arcos ojivales se presentan de manera abundante tanto en los laterales como en la parte frontal de la edificación; las cruces –elemento icónico de este estilo arquitectónico– también aparecen acompañando los arcos de la estructura exterior; pero, para que no quede duda del estilo que inspiró la construcción del monumento, sobre la cúspide de la torre se dibuja una aguja que mira al cielo, señalando la conexión que hay entre aquél que mora en lo alto y aquellos que lo alaban desde el templo.”


Quien se adentre en las profundidades de Barrio triste probablemente sentirá el cambio de tonalidad cuando el gris de los talleres da paso al color fulgurante del hermoso corredor verde que se extiende alrededor del templo que se corona en el centro del barrio. Se trata de una extensión de plantas de variopinto tamaño y color, sembradas sobre canecas, llantas, baldes y otros elementos clandestinos, puestos allí con la intención no solo de embellecer el entorno, sino de generar un sentimiento de proximidad entre la comunidad y la iglesia, o, al menos, eso es lo que me cuenta el párroco:

“Eso fue una iniciativa de la pastoral social, pero no se hizo solamente para que se viera bonito, sino que en el proceso se vinculó a la comunidad en condición de habitantes de calle, a las trabajadoras sexuales, a los trabajadores informales y a toda la comunidad del sector para que   recordaran que la iglesia no es solo un templo físico, sino también espiritual. Es algo que crece en uno”

La fachada externa de la iglesia es una oda a la arquitectura neogótica: un conjunto de arcos ojivales se presentan de manera abundante tanto en los laterales como en la parte frontal de la edificación; las cruces –elemento icónico de este estilo arquitectónico– también aparecen acompañando los arcos de la estructura exterior; pero, para que no quede duda del estilo que inspiró la construcción del monumento, sobre la cúspide de la torre se dibuja una aguja que mira al cielo, señalando la conexión que hay entre aquél que mora en lo alto y aquellos que lo alaban desde el templo.

Vale la pena señalar, además, la predominancia del ladrillo compacto en la materialidad del templo. Este hecho no sorprende, pues este fue un material privilegiado de la arquitectura antioqueña durante el periodo republicano, debido a su “fácil producción en Antioquia por la calidad de sus tierras”, además de que resultaba sumamente versátil tanto en términos funcionales como estéticos (Restrepo, 2016). Materiales como el cemento y el yeso también aparecen para complementar algunos detalles estéticos, pero cumplen un papel más bien secundario

Al llegar a la entrada principal, me sorprende ligeramente la sobriedad de la puerta: una estructura de madera de unos dos metros y medio de altura aproximadamente, bordeada por un arco de cemento de dos bases que culmina, en su parte superior, con una pequeña estatua de un Cristo. La imagen es serena y parece carecer de la imponencia que representa la figura del templo, pero al echar un segundo vistazo con mayor detenimiento, me percato de un detalle que no puedo catalogar más que como maravilloso: la figura del Cristo, sencilla y sobria, se alinea perfectamente con la segunda escultura que acompaña la catedral: la cruz central que, grandilocuente, pero discreta, se presenta como el final del camino del hombre que se encuentra inmediatamente debajo de ella (véase Figura 1). La entrada lateral se presenta de manera idéntica a la anterior, salvo que esta no se encuentra bordeada ni acompañada por otros elementos estéticos.

Figura 1. Vista desde un plano inferior de la entrada principal del templo.

Dando por terminada la observación de la fachada externa, me dispongo, entonces, a ingresar a la iglesia, encontrándome en primer lugar con un elemento novedoso: una entrada de vidrio inmediatamente después de la puerta de madera. Al atravesarla, me sobrecoge una intensa emoción por lo que encuentro, pues, frente a mí, se vislumbra el interior del templo, imponente con su presencia sobrecogedora.

Despierta mi fascinación la aparición constante de arcos ojivales, repitiéndose indefinidamente y no dejando dudas al estilo arquitectónico al que pertenece la iglesia. En la Figura 2 se evidencia muy bien este fenómeno, pues se entrevé esta forma particular entre las bases que dan sostén a la estructura; también aparece en la forma de los ventanales que transforman la luz natural –junto con los rosetones–, y le confieren al templo, a través de las formas grandilocuentes y polimorfas que adopta el vitral, un aspecto que podría definirse como celestial. Pero hay más: encima de los arcos que se forman entre columnas se encuentran más ventanas con esta figura particular, esta vez sin ningún tipo de juego de luz y permitiendo que esta entre de forma natural a la capilla.

Figura 2. Lateral del templo visto desde el interior

Situado nuevamente en la entrada principal, observo, a la izquierda, una pequeña escalinata de mármol que conduce a la pila bautismal, actualmente en desuso. Al fondo, se encuentra el altar desde el cual se oficia la misa (en el centro), un espacio para contemplación y devoción a la virgen María (a la izquierda) y la salida lateral (a la derecha); así, vista desde arriba, el interior de la iglesia tiene la forma de una inmensa cruz.

Como la línea central está exclusivamente dedicada a las bancas, me centraré aquí en sus laterales. Ambos tienen elementos en común, tales como el confesionario (ubicado uno en cada lado) y las pinturas que rodean toda la pared desde la entrada hasta el altar; en cuanto a estas últimas, dos de ellas se presentan como las más importantes del templo: la pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, ubicada en la parte izquierda y copia de la original realizada por la Casa Castaman de Venecia; y la Imagen de la muerte de San José, que resalta en la parte derecha, junto a la entrada lateral. Particularmente, cada una de estas pinturas tiene en frente una estructura de mármol, muy vistosa y elegante, destinada a colocar el cáliz que se empleará durante las ceremonias.


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Llegado así a la parte delantera del templo, me encuentro con varios elementos sumamente llamativos: el primero de ellos, el púlpito, se presenta con su gran majestuosidad y sus características únicas en el país: se trata de una estructura de mármol de carrara, con forma helicoidal y doble escalinata (véase Figura 3); esta figura se conserva en muy buen estado y mantiene un aura cuasi sagrada, razón por la cual se usa en muy pocas ocasiones. Por otra parte, se destaca también el baldaquino, una estructura de gran tamaño que se sostiene a través de columnas de mármol de colores y que cuentan con una serie de mosaicos de estilo veneciano en su interior, los cuales, a su vez, representan escenas bíblicas, específicamente: el bautizo de Cristo, la última cena y los cuatro evangelistas. Este último se encuentra ubicado al fondo de la iglesia, en la parte central, y es desde allí que se ofrece la ceremonia por parte del sacerdote, dándole este elemento un carácter aún más místico al ritual, pues sitúa a este como una figura central, rodeado de una arquitectura de gran belleza.

Figura 3. Púlpito

Con la presencia sobrecogedora del templo en mis pensamientos, me pregunto si este recibe la acogida que se merece por parte de la comunidad, teniendo en cuenta que no se trata de un sector residencial, sino de uno exclusivamente industrial y con diversos problemas de orden público. Le hago saber mis inquietudes al párroco, quien me indica que, de hecho, es precisamente ese sector de la población el que da vida a la iglesia: por un lado, dice, están los trabajadores del sector, que religiosamente destinan sus momentos de descanso a asistir a las ceremonias religiosas; por el otro, están los trabajos de la Pastoral Social con las trabajadoras sexuales y los habitantes de calle, con quienes se han llevado a cabo actividades como la implementación y cuidado del corredor verde previamente mencionado. De esta manera, concluye, el templo cumple con una función de cohesión social y trabajo con las comunidades que resulta fundamental para la población.


Todas las columnas del autor en este enlace:  https://alponiente.com/author/joaristizabal/

Referencias

Entrevista a Julián Darío Gómez Mejía, Párroco del Templo del Sagrado Corazón de Jesús. Realizada por Jorge Andrés Aristizábal Gómez el 05 de diciembre de 2021.

Restrepo, L. (2016). “Arquitectura neogótica en Antioquia, Colombia”. En: M. Checa and O. Niglo, eds., El Neogótico en la Arquitectura Americana historia, restauración, reinterpretaciones y reflexiones. Ariccia: Ermes, pp.176-198.

Nota: Todas las imágenes empleadas en esta columna fueron tomadas del archivo fotográfico del autor.

 

Jorge Andrés Aristizábal Gómez

Historiador. Apasionado por el urbanismo, la pedagogía y los estudios culturales. El concepto de "asfaltonauta" me identifica considerablemente.

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