
El exalcalde Daniel Quintero, convencido de que tiene en el bolsillo la “segunda fuerza electoral de Antioquia, sino es ya la primera” -un grave caso de percepción alterada de la realidad- se anda presentando en cuanto medio le da espacio como el perseguido de una poderosa élite político-económica que no le perdona su victoria en las elecciones del año 2019. Así, Quintero pavimenta un perfil de victimización con el cuál espera engañar incautos en la carrera por la Casa de Nariño.
Sin entrar en detalles sobre el proceso que lo tiene ad-portas de una imputación por presunta corrupción en el sonado entramado de Aguas Vivas, el exalcalde, entre el sarcasmo y la irritación, decidió asumir su proceso judicial como una “oportunidad” para hacer campaña electoral y de paso despotricar contra todas las instituciones. De esa forma, Quintero se quita la máscara y se presenta ante el país como lo que realmente es: un dictadorzuelo de manual.
En Medellín ya conocemos los alcances de aquel dictadorzuelo desnudo, quien, aupado en un aire de falsa renovación se presentó como un “independiente sin jefes o partidos políticos” pero que apenas llegó al poder se dedicó a gobernar con los sectores más rancios de la politiquería paisa; quien decía ser un demócrata y un aliado de los estudiantes, pero que no desestimó oportunidad para ridiculizar y hostigar a la oposición, sin olvidar, y le hablo a los universitarios de todo el país, que no dudó en autorizar el ingreso del Esmad al campus de la Universidad de Antioquia.
Ahora, dice ser un candidato presidencial perseguido -cuando ni siquiera se ha abierto el periodo de inscripción de candidaturas- y tampoco duda en presentar propuestas abiertamente dictatoriales, siendo lo más grave una que viene repitiendo hasta el cansancio desde su altavoz en X, que si gana la presidencia su primera decisión consistirá en “cerrar el Congreso”. Como si un presidente tuviera esa facultad constitucional, o como si eso no fuera una ruptura en el orden democrático.
Si alguien todavía tiene dudas sobre el carácter dictatorial de Quintero solo póngale lupa a semejante despropósito. Mezcla de populismo barato y autoritarismo de cuño. Antecedentes en la región no nos faltan, empezando por el ingeniero Fujimori y recientemente con Bukele.
Y ciertamente el Congreso es una institución viciada y desprestigiada que se tiene que reformar, pero esa es una responsabilidad que tenemos sobre todo los electores, porque si elegimos mejores representantes y senadores, pues tendremos un mejor Congreso.
Volviendo a Quintero, en su intensa gira de medios como candidato-víctima, debería aclararle al país el grado de responsabilidad política que le asiste por los cerca de 40 exfuncionarios de su administración que han sido imputados por la Fiscalía en gravísimos procesos de corrupción; ¿Acaso, todo fue a sus espaldas?, ¿Acaso, no tenía control sobre sus subordinados?, ¿Acaso, estaba tan preocupado en pavimentar su candidatura presidencial desde la alcaldía que se desentendió de gobernar a Medellín?
Su alcaldía no solo fue un ejemplo de pésimo gobierno y de promesas traicionadas, sino que, a la primera oportunidad, cuando vio que el barco se le estaba hundiendo en medio de una creciente impopularidad, renunció para hacerle campaña a un candidato-títere que, así haya infestado la ciudad de vallas, afiches y pasacalles, no sacó ni el 10% de la votación en las elecciones de 2023. Y la explicación es sencilla: el electorado le pasó cuenta de cobro a Quintero y decidió masivamente volver al pasado de Federico Gutiérrez.
Se volvió al pasado de Fico porque la “Medellín Futuro” resultó siendo un completo desastre. Quintero dilapidó su propio capital electoral.
Ojalá en el resto del país no coman cuento a los avances de aquel dictadorzuelo de manual. En Medellín ya aprendimos la lección. Yo, aprendí la lección.
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