Quebranto

«Vivíamos entonces en una época extraña, como las que suelen seguir a las revoluciones o a las decadencias de los grandes reinos.»

Sylvie, Gerald De Nerval.


La mayoría de los escritores célebres tuvieron una educación ortodoxa, asentada en los valores de la religión y en la fe ciega en el dogma.

Como Fernando González y su relación de amor y odio con los jesuitas y su muladar escolástico; como Eduardo Escobar, la mayoría de malditos y ascetas de los piedracielistas, los melenudos de los nadaístas, todos afrontaron su propio quebranto interior, esa primera muerte de Unamuno.

Durante muchos siglos la educación fue un dominio de la religión; las distintas órdenes religiosas tenían a su disposición los espacios para educar, la elaboración de currículums -si se les puede llamar de esta forma dada su poca variedad en cuanto a los campos de estudio- y la instrucción de los siervos que vagaban en el purgatorio.

La conciencia moral de la religión, detentadora del poder-sempiterno y terrenal-, definia tanto los valores como la forma en que debiamos llevar a cabo el conocimiento de sí mismo y del mundo.

Esta conciencia moral, la primera de caracter universal, definia a Dios como primer principio filosófico, dotando al hombre de un sentido en su existencia -anteriormente dado por el poder-, de una dimension propia como hombre -no como cosa- y consiguiendo arraigarse fuertemente en los distintos grupos de marginados.

Las experiencias de ruptura varían de lo místico a lo goliardesco -como en Onfray-, pero concurren en el fuerte quebranto, en la desgarramiento emocional, en el ocaso del dogma, la muerte de su yo anterior, enfermo de mitos y panegíricos. Esta ruptura suscita en el escritor -como parte del conjunto humano- la necesidad de explicarse en palabras; de hayar un nuevo infinito.

La pérdida de un paraíso, que tiene como consecuencia la abertura de ese caos anchuroso y aterrador, como lo narraba John Milton, a consecuencia del descendimiento incesante, la consecuencia inmediata de la muerte de ese sentido dado por la fe y la Religion.

Ya sus oráculos no explican, ya sus apóstatas no convencen, vemos los angeles caer como Anatole France. Vemos los empireos ser devorados por una niebla putrefacta que todo lo seca.

Estamos aferrados a un pedazo de madera flotando en el río incesante de los eventos impredecibles, angustiados como los desterrados del infinito de kierkegaard. No somos las almas lastimeras de las fabulas escatologicas de la antiguedad. No tenemos derecho a queja alguna, retorciendonos en nuestra nostalgia, clamando por volver a la vida.

Somos más bien los témpanos de hielo eterno del helheim de los vikingos, siempre fríos, tiritando, vacíos de ternura, hambrientos de calor humano, de un sincero gesto de humanidad.


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Vicente Rojas Lizcano

En mis inquietudes esta la búsqueda de una forma autentica y novedosa de retratar las problemáticas sociales (conflictos armados, emergencias ambientales, actualidad política, la cultura). Ello me ha llevado a incursionar en la novela de ideas, el cuento, y demás formas narrativas como herramienta de teorización sobre la política y la sociedad.

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