Muy bien, se hizo lo correcto, el acosador Defensor del Pueblo renunció. Este suceso fue abundante en sexo, sudor y lágrimas, como nos gusta a todos, incluso a los hipócritas. Pero un gran sinsabor me dejó este debate y es el de no haber elevado el tema al nivel que merecía: el acoso como fenómeno socio-político y el asunto de género en específico.
Me refiero a develar la funcionalidad del poder, su capacidad de someter, en especial a las mujeres, y los mecanismos explícitos y sobre todo implícitos que se tejen en la complejidad del acoso.
El acoso, sexual, laboral o social es un ejercicio de violencia en cualquiera de sus formas y es posible rastrearlo en todos los escenarios, públicos y privados, e incluso en aquellos de los cuales hacen parte mujeres libertarias.
Creo que eso le faltó a este debate con el Defensor del Pueblo. Algunas mujeres líderes se destacaron en el control político y así debía ser, pero ninguna llevó el tema al nivel de reflexión necesario y generador de un impacto emblemático en el país. ¡Bien por Robledo, Lozano, Piedad y Viviane, incluso por Vicky en la FM, otras apenas se asomaron al tema, y qué falta hizo Claudia López!
Además, qué falta hicieron las organizaciones de mujeres con pronunciamientos contundentes y no simples comunicados de prensa, con los cuales no haremos la revolución. Fueron nuevamente los hombres quienes lideraron el tema y uno de ellos fue el que dio una de las claves para entender la infamia: lo privado como barrera de protección para posibilitar la violencia.
Mi admiración para Astrid. Todo el respaldo a esta mujer que valientemente expuso su intimidad al escarnio público con las consecuencias políticas que hoy conocemos.
¿Qué tal si debatimos?
Por: Mario León Calle Cano
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