“exijamos a esos poderosos que paren la guerra, porque al fin y al cabo, ellos no son los que terminan en fosas comunes en Gaza o el Donbás”.
Parece bastante obvio insistir en la consigna de parar la guerra, sin embargo lo obvio a veces parece que se diluye y se hace necesario volver a mencionarlo, porque lo que no se menciona, lo que no se nombra, no existe.
Y para ello tenemos que mencionar que hoy el planeta está en guerra, distintas guerras que tienen centenares de miles de víctimas, y como se nos muestra el futuro, no tienen un fin anunciado y por el contrario vemos como se proyecta la prolongación de violencia y seguirán aumentando las víctimas, casi todas ellas, población civil.
Por un lado encontramos que no ha pasado un año y se nos vuelve paisaje el genocidio del pueblo Palestino y Gazatí por parte del Estado de Israel, que a la fecha cobra más de 30.000 víctimas, y lastimosamente estas cifras parecen pocas para las pretensiones de Netanyahu, quien al parecer pretende exterminar por completo un pueblo.
En Europa tampoco hay futuro de paz, en la guerra entre Ucrania y Rusia no parece haber esperanza de una resolución a través de un acuerdo político prontamente. La guerra y la violencia se sigue extendiendo y agudizando, y hoy, principalmente con mayor promoción e interés en ella por parte de los países de Europa y EE.UU.
Las posturas presentadas por Estados Unidos, entre ellas el aumento del recurso en el sector de defensa, las de Emmanuel Macron en el mismo sentido y por último y con mayor vehemencia las de Ursula Von der Leyen, quien desde la presidencia de la Comisión Europea agita las banderas de la necesidad de preparase para la guerra y el aumento del presupuesto en defensa por parte de los países de Europa ponen en evidencia que en la agenda de los poderosos del mundo no está presente la paz. Para rematar se conocen audios de una conversación entre altos oficiales alemanes, en dónde hablan sobre el conflicto Rusia-Ucrania y la posibilidad de un ataque a la infraestructura física en Crimea (territorio actualmente Ruso), dejando en evidencia que las apuestas de guerra no son hechos aislados.
Y frente este escenario, ¿qué le queda a la ciudadanía?, ¿qué podemos esperar del futuro?, ¿cuál debe ser nuestro actuar? Más allá de pretender ser autoridad moral de decirle a la ciudadanía que debe de hacer o no hacer, sí creo importante presentar la invitación de constituir una ciudadanía dispuesta a pelearse un futuro diferente, dónde la guerra no sea una opción para la resolución de ningún conflicto, donde le exijamos a esos poderosos que paren la guerra, porque al fin y al cabo, no son ellos los que terminan en fosas comunes en Gaza o en el Donbás. Una invitación a gritar fuerte ¡Que pare la guerra!.
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