¿Qué normalidad nos espera? Reflexiones políticas y filosóficas sobre la sociedad que dejará el coronavirus

John Martin - The great day of his wrath.

Se le atribuye a Aristóteles la frase: «el hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras». Es por ello que el escribir y el hablar, deberían ser acciones que cada quien realice con mayor criterio y responsabilidad, sobre todo cuando unas letras y unas voces tienen mayor eco que otras. No soy médico ni epidemiólogo. Tampoco me he formado por fuera de los claustros educativos en dicha materia. Mi lenguaje frente a estos temas es francamente limitado, por lo que también lo es mi conocimiento, acuñando al argumento de Ludwig Wittgenstein. Así, cuando se me pregunta qué opino de la coyuntura actual del Covid-19, respondo del modo como lo hizo Bartleby: preferiría no hacerlo.

Lo que sí se encuentra a mi limitado alcance, son otro tipo de reflexiones. Siendo ahora antagónico a la respuesta que daba Bartleby a las múltiples peticiones de su jefe, preferiría exponer y continuar la discusión –seguramente infértil ante la situación actual, pero profundamente interesante y apasionante– que sostienen filósofos, sociólogos y politólogos, sobre el tipo de sociedad que nos espera una vez finalice[1] la pandemia.

La pregunta común que suele escucharse desde el confinamiento es: ¿cuándo volverá todo a la normalidad? Las personas, ante esta situación, solemos pensar en todo lo que haremos una vez la vida encuentre, de nuevo, su normal curso. Sin embargo, pienso que el cuestionamiento que debe plantearse es completamente diferente. Una vez finalice esta pandemia, ¿qué normalidad nos espera? Un virus cambió las dinámicas mundiales y los Estados –unos con mayor rigidez que otros– empuñaron su espada a la que hace mucho tiempo no le sacaban filo. ¿Todo permanecerá tal cual estaba antes de que el coronavirus golpeara a nuestras puertas?

El filósofo italiano Giorgio Agamben, publicó el 26 de febrero en Quodlibet.it, una columna titulada: La invención de una epidemia. Solo su título resulta profundamente provocador. En su texto, Agamben califica como “frenéticas, irracionales y completamente injustificadas” las medidas de emergencia que tomó el gobierno italiano para hacer frente a una “supuesta epidemia del coronavirus”. Tras el recrudecimiento de la situación en Italia, donde los contagiados y los muertos alcanzaron un número alarmante, los ataques hacia Agamben no se hicieron esperar. Si bien las críticas que recibió estuvieron más que justificadas, muchas de ellas se convirtieron en argumentos ad hominem que llevaron a minimizar y a desechar importantes reflexiones que el filósofo italiano introdujo a la discusión.

Argumenta Agamben en su texto, que el coronavirus se tornó en una estrategia para “utilizar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno”. A esto se le suma la estrategia de miedo y pánico colectivo desplegada por los gobiernos que, según el pensador italiano, llevaría a la limitación de la libertad en nombre de un deseo de seguridad. Las preocupaciones mencionadas resultan completamente válidas. Si las llevamos al contexto histórico latinoamericano –el cual aún cicatriza de las acciones violentas de regímenes dictatoriales– su relevancia no resulta menor. Si bien este es un momento que llama a la unidad desde la individualidad, nunca sobrará hacerse preguntas como: ¿hasta qué punto y hasta cuándo tendrán los gobiernos poderes excepcionales?; ¿podrán ser éstos utilizados para otras tareas más allá del coronavirus?

Jean-Luc Nancy, filósofo francés, no tardó en responderle a su viejo amigo Agamben. En su texto Excepción viral, publicado en antinomie.it, Nancy argumenta que ante una situación de emergencia que superaba toda capacidad de control, los gobiernos solo pudieron optar por el camino reaccionario, convirtiéndose en simples ejecutores más que en planificadores. Ante una situación como estas, continúa Nancy, la excepción se convierte en la regla general. No está en juego una particularidad, sino la civilización tal y como la conocemos.

Ante las arremetidas, Agamben reapareció el 11 de marzo a través de una columna a la que llamó: Contagio. Muchos esperaban que el objetivo de ésta fuese una rectificación producto del difícil momento que atraviesa Italia. Para sorpresa de muchos, no lo fue. Si bien su tono resultó un tanto más mesurado, sus reflexiones no resultaron menos incisivas. Fue crítico, quizá más en la forma que en el mismo fondo, de la calificación de posible untador a la que se ven sometidos los ciudadanos, como si se tratara de potenciales terroristas que, marcados con la cruz del contagio, son castigados casi que con las mismas penas. El estornudo reemplazó al revolver y se convirtió en la nueva arma letal.

Una relación pareciera innegable: la de política y vida biológica. Luciano Sáliche rescata en su artículo: Cómo están pensando los filósofos la crisis global que provocó el coronavirus, la respuesta que Roberto Espósito –otro filósofo de origen italiano– da a Agamben. Para Espósito, más que un camino hacia el control totalitario que intuye Agamben, lo que Italia y otros países se encuentran transitando, es “una descomposición de los poderes públicos” basada en conflictos biopolíticos. Para él, la credibilidad y sostenimiento de la democracia tras la finalización de la pandemia, no está en juego. Lo que se percibe de su reflexión es que el futuro político dará un vuelco y estará permeado, más que nunca, por conflictos de naturaleza biológica.

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Cambiando el mapa de las anteriores reflexiones, nos encontramos con el análisis de la filósofa estadounidense, Judith Butler. Esta importante pensadora ha direccionado la discusión hacia las afectaciones –y exposiciones– que el coronavirus está generando a conceptos como el de igualdad. Butler señala que el virus ha puesto en evidencia, una vez más, la fragilidad del ser humano. Éste no discrimina, pero sí saca a la luz las profundas desigualdades sociales y económicas de la mayoría de países, sobre todo, de aquellos de mayor vulnerabilidad. Siguiendo esta línea argumentativa, la filósofa no se guarda sus críticas al razonamiento que afirma que debe ser el mercado el único quien decida cómo se desarrolla y distribuye una posible vacuna. Bajo clara indisposición, Butler escribe en su texto –que lleva el título de El capitalismo tiene sus límites– las siguientes palabras: “seguramente veremos a los ricos y a los que poseen seguros de cobertura de salud apresurarse para garantizarse el acceso a dicha vacuna cuando esté disponible, aun cuando esto implique que solo algunos tendrán acceso y otros queden condenados a una mayor precariedad”. Parafraseando al químico y filósofo español, Santiago López Petit, así como la mano invisible puede poner por momentos cada cosa en su respectivo lugar, también puede en otros humillar y ser descaradamente desigual.

En la misma dirección de los cuestionamientos que surgen al sistema capitalista, se encuentra el análisis del filósofo, sociólogo  y crítico cultural, Slavoj Žižek. El pensador esloveno afirma que el coronavirus es un golpe de muerte al capitalismo que conduciría a la humanidad a la reinvención del comunismo basado en la confianza en las personas y en la ciencia. Al utilizar la expresión golpe de muerte, Žižek hace referencia a la “técnica del corazón explosivo de la palma de cinco puntos” utilizada por Beatrix en la película de Quentin Tarantino, Kill Bill 2. Este ataque hace que, después de efectuado, la víctima muera por la explosión de su corazón tras dar cinco pasos. Para este filósofo marxista de origen esloveno, el coronavirus representa a aquel ataque de corazón explosivo el cual es efectuado contra el sistema capitalista. Agotado por su propia naturaleza, el capitalismo se encuentra dando sus últimos pasos para dar cabida a un cambio radical.

Adicionalmente, Žižek afirma que el Covid-19 desató otra epidemia: la del virus ideológico al cual solo le faltaba una pequeña llama para por fin explotar. La particularidad de este virus ideológico es que se trata de un virus de naturaleza beneficiosa y su infección resulta deseable. Una vez contagiados será posible pensar en una sociedad alternativa que vaya más allá del Estado-Nación y que se actualice a sí misma en formas de solidaridad y cooperación global. De esta manera, la reflexión de Žižek es un ataque frontal a los argumentos de autores como Francis Fukuyama, el cual argumentó en su texto: The end of history and the last men, que el fin de guerra fría trajo consigo el final de la evolución ideológica; la universalización de la democracia liberal y de la economía de mercado, constituyen la fase última de gobierno. Tras esta epidemia, ¿podemos estar tan confiados en la tesis de Fukuyama?

Las predicciones de Žižek, tal y como él mismo las reconoce, son formuladas desde un razonamiento radical pero necesario, motivo de la insostenibilidad –en todo sentido– a la que el mundo se ha visto conducido por el sistema capitalista. Pero ¿puede realmente el coronavirus cambiar el sistema político y económico reinante? Quizá replanteando la pregunta de forma menos drástica, las reflexiones de Žižek resulten más próximas a un escenario probable. Tomándonos tal atrevimientos, preguntémonos: ¿será el coronavirus un nuevo punto de inflexión en la historia de la humanidad que dé apertura a discusiones frente el sistema político y económico sobre el que actualmente se rige la mayor parte del mundo?

El filósofo surcoreano, Byung-Chul Han no fue menor a la reflexión y salió a dar respuesta al texto de Žižek. A través de su columna titulada: La emergencia viral y el mundo de mañana, publicada por El País el 22 de marzo, Han es contundente en afirmar que el filósofo esloveno se equivoca: “Žižek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal, y evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podría hacer caer al régimen chino. Žižek se equivoca. Nada de eso sucederá”. A renglón seguido, y como contra argumento, afirma que el increíble modelo chino que demostró éxito al momento de mitigar el virus, contrario a debilitarse, será imitado y hasta vendido a los Estados que lo requieran. El modelo chino está lejos de desaparecer. Por el contrario, podría convertirse en el modelo a seguir de países en emergencia.

Lo más interesante del texto de Han es la noción –si se quiere oriental– de libertad que ofrece a sus lectores. Resulta sorprendente, para un lector occidental, enfrentarse al sistema de vigilancia de última tecnología del gigante asiático y continuar creyendo que se es libre. Pero, contrario a esta preocupación, gran parte de la población china toma estos mecanismos de vigilancia como normales; no les parece descabellado que constantemente se les observe. Su concepción de la libertad está profundamente permeada por las tradiciones y creencias con las que su cultura se ha edificado; conviven con ellas sin percibirlas. Podría adaptarse a nuestros tiempos la frase del alcalde de Ciudad Gótica en el filme: Batman el Caballero de la Noche, como una gran conclusión: la vigilancia es el costo de la seguridad biológica.

Otro asunto de gran relevancia es el relacionamiento que hace Han de los acontecimientos actuales con su obra: La sociedad del cansancio. El fin de la negatividad ha llegado, afirma el filósofo surcoreano, y con él el de la noción de enemigo. Los peligros que enfrentan los individuos son los del exceso de positividad, que se entiende como una superabundancia de rendimiento que termina por dejarnos permanentemente cansados. Si antes existía una relación víctima-victimario, esta se desdibuja. Pasamos a ser nuestros propios verdugos. Negamos el ocio y si no nos encontramos realizando alguna actividad productiva, nos condenamos. Así, el mundo de la positividad excesiva da pie a la depresión y a la autoexplotación voluntaria. Los males contemporáneos comienzan en la cabeza de los individuos.

El proceder de Han resulta impecable, pero se tropieza cuando se enfrenta a reflexiones de autores como Carl Schmitt. Este polémico y brillante filósofo del derecho, se ocupó de aproximar una respuesta a una de las preguntas que, hoy por hoy, continúa haciéndose la ciencia política, esta es: ¿cuál es la esencia de lo político? O como diría el profesor y filósofo del derecho argentino, Andrés Rosler, ¿cuál es el negocio del que se ocupa lo político? La demarcación que ofrece Schmitt es de criterio. El pensador alemán pone de manifiesto cuáles son las categorías estrictamente políticas, es decir, cuál es el dominio específico de lo político que lo diferencia de lo económico, de lo moral, de lo estético, entre otros. Así, Schmitt dirá que el dominio de la moral es la distinción entre el bien y el mal; el de lo estético, entre lo bello y lo feo; el de lo económico entre lo rentable y lo no rentable. ¿Cuál es el entonces el dominio de lo político? “La distinción política específica, aquella a la que pueden reducirse todas las acciones y motivos políticos, es la distinción de amigo y enemigo”.  

Incomodarnos –material e inmaterialmente– es el primer paso del pensamiento. Sembrar dudas sobre las situaciones de excepcionalidad de los Estados como hacen los pensadores italianos y cuestionar las condiciones materiales, de igualdad y del sistema político y económico reinante, como lo invitan a hacer Butler, Žižek y Han, son una de las muchas repercusiones que ha dejado el coronavirus. Ante la incertidumbre, son más las preguntas que las certezas: ¿qué normalidad nos espera?, ¿a qué tipo de conflictos y de enemigos enfrentaremos una vez la epidemia sea controlada?

Sin duda, el conflicto está más vivo que nunca. Volver a Schmitt pone en evidencia, una vez más, la naturaleza conflictiva propia de todas las relaciones humanas. La sociedad contemporánea y sus dinámicas han llevado a que el enemigo externo resulte, por momentos, innecesario. Sin embargo, la noción de enemigo no desapareció, solo mutó. Ahora cada individuo se ha vuelto su propio enemigo y lucha permanentemente contra sí mismo. La aparición del coronavirus generó que, por un momento, dejáramos de mirar hacia adentro para hacerlo hacia afuera. Ha surgido un nuevo enemigo que ha fortificado las murallas de la tesis hobbesiana y weberiana del monopolio de la fuerza. El gran Leviatán no había muerto, solo se encontraba dormido.

Referencias:

Agamben, G. (2020). Sopa de Wuhan: pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias. ASPO.

Han, B. C. (2017a). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder, segunda edición   ampliada.

Sáliche, L. (28 de 03 de 2020). Infobae. Recuperado el 31 de 03 de 2020, de Infobae: https://www.infobae.com/america/cultura-america/2020/03/28/como-estan-pensando-los-filosofos-la-crisis-global-que-provoco-el-coronavirus/

Schmitt, C. (2009). El concepto de lo político. Alianza Editorial: Madrid.

[1] Escribo finalicen en cursiva ya que, según dicen los expertos, el virus no finalizará, aprenderemos a vivir con él.

Felipe Murillo Carvajal

Soy politólogo con énfasis en gobierno y políticas públicas de la Universidad EAFIT. Magíster en Ciencia Política y Sociología por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales – FLACSO, sede Buenos Aires, Argentina.

Cuento con una experiencia de cinco años en el sector público como
asesor político en el Concejo de Medellín. Adicionalmente tengo un recorrido de dos años en el campo de la docencia y la investigación académica.