Sí, quedan muchas impresiones al ver el vídeo de Petro recibiendo dinero de esa manera, y empacándolo en bolsas. En parte porque es la imagen con la que creció esta generación asociando a los narcos: en efectivo y por montón. Pero no sólo esta generación, a estas alturas todos asociamos esas imágenes a ese tipo de prácticas, y si se juntan con la política, no hay buen pensamiento que salve la escena.
Empezaré por decir que no me gusta Gustavo Petro, nunca ha tenido un voto mío, y la verdad, no creo que lo consiga alguna vez. Y a pesar de ello, en medio de la escandalosa imagen del vídeo, empieza a quedar la sensación de que es más la bulla que la gravedad, en parte porque considero que, aunque quedan algunos sinsabores, en lo fundamental, Petro ha sabido explicar y ser claro, o al menos ha sabido construir un buen caso.
Pero una cosa es lo mediático, otra las responsabilidades y otra el trasfondo. Lo mediático pasa, y Petro tendrá que demostrar, desde todos los frentes, lo que hasta ahora ha dicho. Y aun así, pese a lo delicado de las imágenes, si incurrió en irregularidades o no, eso al final será algo que termine por empañar su discurso y su figura, lesionar la confianza de quienes le han creído y, por último, comprometer sus aspiraciones políticas futuras. Sin mencionar las implicaciones legales que él, como Gustavo Petro, tenga que enfrentar en el peor de los escenarios.
Y bueno, sí, muy grave, ¿pero tanto como para desviar al foco de una discusión de Estado?, donde no se compromete la trayectoria ni las aspiraciones de una persona sino que, mucho más allá de la política, el trasfondo se lleva por delante la agonizante institucionalidad del país, porque a estas alturas ya uno no sabe muy bien de qué habla cuando habla de “las instituciones de Colombia”. ¿En serio alguien cree que son igual de graves los hechos en discusión?, porque si los vamos a llevar al mismo nivel, francamente, tenemos que devolvernos al kínder porque aquí nadie entendió nada.
Y no, no estoy minimizando el vídeo de Petro, estoy solamente ponderando las consecuencias de un caso y otro, y no sé a los demás, pero a mí me parece que el asunto del fiscal y Odebrecht compromete la institucionalidad del país, sin mencionar el profundo daño que le están haciendo a la poca confianza que queda en los ciudadanos. Y lo más grave, es que en medio de las bolsas de Petro, ya hay terna para fiscal ad hoc, y más aún, poco se ha discutido el fondo de los detalles de esa inhabilidad del fiscal, sin mencionar la “ley de financiamiento” (reforma tributaria).
Sí, estamos sacando los monstruos por la puerta y el diablo está metiéndose por la ventana, y mientras discutimos la fecha del vídeo, la procedencia de los recursos y si eran billetes de 5 o 50, los tiempos legales van corriendo; las pruebas de Pizano se van esfumando en custodia de una fiscalía en la que nadie cree, y la persona llamada a investigar todos estos escándalos de Estado, hace parte del mismo entramado, fungiendo como juez y parte con total protección e impunidad.
Por ahora, van logrando lo que querían, y a este paso, quién sabe… al final del día, el llamado no es a defender bandos, ni a la derecha ni a la izquierda. Al final del día se trata de defender un país, uno que no nos dé pena dejarle a las próximas generaciones. Si mañana Petro sale por la puerta de atrás, será una gran decepción para las personas que estos años han confiado en él, se sentirá mucha impotencia al contrastar los millones de votos recibidos, los cargos ocupados y las aspiraciones ejecutadas, pero es algo que no compromete, de fondo, la institucionalidad del país, como sí está ocurriendo con el fiscal y Odebrecht.
No, no podemos prestarnos para izar banderas, porque aquí con la única que tenemos un deber real es con la tricolor, con ninguna más. A estas alturas todos deberíamos entender que esto no se trata de defender un gobierno o una oposición, es algo mucho más serio que nos compromete como ciudadanos, y que no podemos dejar pasar inadvertido.