Andrés Molina Betancur tiene una historia de héroe tras de sí que destacamos en este relato, es un colombiano que ha pasado las verdes y las maduras y que en las más difíciles, tuvo una revelación divina a través de Guadalupe, la virgen de América.
De muchacho fue Vallet Parking, después en el mismo establecimiento en que trabajó fue promovido a mesero, luego lo llevaron a la cocina y allí fue destacado por su labor, pero en el negocio de otro dueño, el anhelo de tener lo propio siempre estuvo vivo y no feneció.
Con la comida de México se enamoró desde que probó siendo muy infante flautas, quesadillas, picantes y más y se juró, algún día como no, explorar su propio cuento con los sabores del país del mariachi y el pique.
Buscó oportunidades en los EEUU y allí con su entonces novia y actual esposa Natalia Herrera comenzaron la aventura del sueño americano. Con muchos propósitos y escasos recursos se le midieron a todo, lavaron baños, cocinas, fueron meseros y con mucho esmero de ambos, para forjar un mejor porvenir, siguieron día a día ahorrando dolaritos, esta realidad que se sigue multiplicando hoy por millones de seres humanos en los 5 continentes que se trazan el Norte de América, que con EE.UU y Canadá son el gran objetivo migratorio para millones que en el orbe, buscan nuevas latitudes en el anhelo sempiterno de mejorar la calidad de vida.
Tras la aventura yankee de esos inicios del nuevo milenio, la joven pareja regresa al país y miran su próxima oportunidad en el viejo continente, creando una travesía hacia España, donde tienen nuevamente la experiencia en todo tipo de cocina, sabores y colores. La pareja debe separarse en Bilbao, donde residían porque el padre de Andrés, entró en penosa enfermedad por lo que decide regresar a Bello, Antioquia y despedirse de su paters familia.
Es en este viaje de retorno que con pocos recursos y ya en suelo bellanita, una plaza que hasta ese entonces no tenía una amplia oferta gourmet, Andrés Molina Betancur decide gestar una propuesta pionera de comida mexicana en el norte del Valle de Aburrá a la que llamó Restaurante Guadalupe, en honor a la Madre de América. Fue la primera sede en el populoso sector La Obra 2.000 y con dos empleados, se consolidó una oferta texmex de óptima calidad, a un precio muy competitivo con los colegas restaurantes y sus menús.
El negocio comenzó en la hoy reconocida buena esquina, con sillas de múltiples colores y una clara oferta culinaria mexicana, el restaurante Guadalupe abría para el público con los anhelos de hacer patria con los bellanitas y para los bellanitas, y de tal suerte que así fue.
Al inicio tuvo algunos comentarios nocivos de algunos malintencionados que tras la apertura, decían que el establecimiento era una guardería por los colores de las mesas, otros no daban un «peso de cuero» por esa disruptiva apuesta de comida mexicana en Bello.Sin embargo y tras la muerte del padre de Andrés, se dan unos dolorosos momentos de duelo y no boyantes ingresos económicos en los primeros meses, pero con la fe en la virgen guadalupana y en la exquisita oferta con bellos precios, los bellanitas comenzaron a hacer suyo el establecimiento y el crecimiento del local fue exponencial.
Los mismos bellanitas sumistraron préstamos de material de construcción para Andrés y la expansión del local, fueron ellos sus primeros clientes y también empleados. Actualmente existen 5 establecimientos de la marca ( 2 en Bello, Belén, Laureles e Itagüí) y son la revelación de la comida texmex en Antioquia, desde Bello, para el orbe y sus estrellas. Natalia fue llamada de urgencia a que regresara a Colombia y coliderar este sueño, pero en su propio terruño.
Detrás de las filas interminables en todos sus locales, hay varias matices que logran que esto suceda con Guadalupe, por ejemplo cada año y en dos épocas del mismo, los propietarios visitan México con 6 meseros y empleados todo pago para hacer turismo gastronómico, nutrir la carta y la receta del local, brindando a destacables historias humanas dentro de su personal, la posibilidad de conocer nuevos territorios, montar en avión, conocer el mar y amar.
El restaurante Guadalupe ofrece 150 platos en su carta, una explosión de mágicos olores y sabores, una espléndida atención del personal, una decoración impactante en sus locales donde brilla el relato de México y su magno acervo cultural, Frida, el día de los muertos, una amplia oferta en cócteles y licores, también la virgen guadalupana como la gran soberana en cada local y 153 empleados que hoy se sienten familia, de Bello para el mundo, con calidad orbital.
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