Eufemismos en el conflicto armado

para redireccionarlo a una era de paz, se debe empezar por nombrar las cosas con su nombre, sin disfraces ni palabrerías bonitas


Nací y crecí en un país en guerra. Durante mi infancia escuchaba y veía los noticieros de televisión, en que el setenta por ciento o más de las noticias eran sobre la guerra entre el gobierno nacional y los grupos armados irregulares. Siempre escuchaba términos como: falsos positivos, para reemplazar a las ejecuciones sistemáticas de jóvenes fuera del contexto de la guerra; alteración del orden público para reemplazar guerra; autodefensas para referirse a los paramilitares; daños colaterales, para hablar de muertos y heridos.

Lo anterior, por parte del bando del Estado, pero si vemos los bandos contrarios, podríamos encontrar muchos más como: retenciones, para referirse a secuestros; financiamiento para nombrar al narcotráfico; cuotas colaborativas para justificar las extorsiones; mujeres de consuelo, a las mujeres que son obligadas a prostituirse; limpieza social al asesinato de personas señaladas como delincuentes; retenciones a los secuestros o prisioneros de guerra para nombrar los secuestros de miembros del bando contrario.

Hoy se han ampliado un poco más estos términos eufemísticos sobre todo por parte de quienes detentan el poder. Al hecho de tener un familiar relacionado con prácticas de narcotráfico, se le llama tragedia familiar; a las personas que tienen en sus casas un fusil y salen a disparar a manifestantes, se les llama gente de bien; o a las masacres le llaman muertes colectivas.

El hecho de cambiar el nombre de las cosas, y aparentar una menor gravedad de la que tienen, nombrándolas con sinónimos menos violentos de lo que realmente son, ya constituye una levedad que jamás tendrá la guerra. La primera víctima de estos eufemismos, es la verdad, pues no se permite a las personas no involucradas directamente en el conflicto, comprender la realidad y la crueldad de los hechos de la guerra. Y esto lleva a un hecho aún más grave: la justificación y la aprobación de la guerra, por parte de gran parte de la sociedad, que probablemente no manda a sus hijos al campo de guerra.

Gran parte de la culpa del uso de estos eufemismos, la tienen los medios de comunicación tradicionales, que dejan de un lado en ocasiones su ética periodística y su profesionalismo, poniéndose de un lado del bando, olvidando que el periodismo tiene límites, y que en ocasiones es necesaria su neutralidad e imparcialidad. Por otra parte, los actores y protagonistas de la guerra, también son culpables al intentar ocultar la verdad llena de crueldad y gravedad con términos eufemísticos. Tanto el gobierno como los distintos grupos armados ilegalmente, intentan justificar sus actuaciones violentas con términos que no evidencian lo que son realmente, y ocultan su verdadero significado.

Ya va siendo hora de que empecemos a llamar las cosas por su nombre, y que empecemos desde nosotros, los espectadores de este conflicto, que durante años hemos sido engañados y confundidos al escuchar términos a veces tan incomprensibles, que han hecho que le quitemos gravedad a temas tan atroces como la guerra.

No, no son falsos positivos, y no creo que el término de ejecuciones extrajudiciales tampoco sea el más adecuado para referirse al asesinato sistemático de jovencitos por parte de las fuerzas militares. Y no, no se le puede llamar seguridad democrática a una política pública que propició el escándalo más vergonzoso y sádico de la historia contemporánea de América Latina; el engaño a miles de muchacho para asesinarlos y disfrazar sus cadáveres de guerrilleros, para mostrar a la prensa unos resultados militares inexistentes.

No se le puede dar el simple nombre de alteración del orden público a una guerra que ya deja una cantidad incontable de víctimas a lo largo y ancho del país y un sin fin de personas desplazadas de sus territorios y familias divididas por la muerte, el secuestro o las desapariciones forzadas.

No se puede llamar autodefensas a personas que han usado su poder militar y la complicidad del Estado para cometer crímenes de lesa humanidad y delitos aberrantes y escalofriantes, como si no tuvieran límite alguno.

No se puede hablar de simples daños colaterales cuando se acaba con la vida o la integridad de un ser humano.

Los secuestros, no son simplemente retenciones, son una violación a los derechos humanos que atenta contra la libertad, integridad y tranquilidad de las víctimas.

El narcotráfico es un comercio o tráfico ilegal de drogas tóxicas en grandes cantidades que afecta la salud y la vida de miles de personas en el mundo, no es una justificación de financiamiento de la guerra.

La extorsión es un delito que consiste en obligar a una persona, a través de la utilización de violencia o intimidación, a realizar u omitir un acto jurídico o negocio jurídico con ánimo de lucro y con la intención de producir un perjuicio de carácter patrimonial o bien del sujeto pasivo y bien normalizado, no un aporte voluntario o colaborativo a una guerra degradada.

Las mujeres violadas sexualmente, no son mujeres de consuelo, la violación es un delito.

El asesinato de una persona, cualquiera que sea, es un delito, no una limpieza social.

Y no es una tragedia familiar tener un familiar relacionado con narcotráfico, tragedia familiar es que secuestren, engañen o desaparezcan y asesinen al hijo de una familia para usarlo como carne de cañón para mostrar falsos resultados por el hecho de ser pobre.

Nadie puede ser gente de bien, si tiene un fusil en su casa y sale a disparar a manifestantes pacíficos.

No se le puede llamar un homicidio colectivo a la masacre de centenares de personas desprotegidas por el Estado, ni casos aislados al asesinato sistemático de líderes sociales.

Si se quiere empezar a generar una conciencia y una reflexión que pueda cambiar el rumbo violento de este país, para re direccionarlo a una era de paz, se debe empezar por nombrar las cosas con su nombre, sin disfraces ni palabrerías bonitas. Se debe empezar a educar a las generaciones actuales, para que comprendan la realidad de la guerra, una realidad cruel, cruda, desmedida e inhumana. Si empezamos a llamar las cosas por su nombre, empezaremos a tomar conciencia real de las cosas, esa es la verdad.

Leonardo Sierra

Soy bogotano, me gusta leer, amante del arte, la literatura, y la música. creo en el cambio, así que propongo cambios para esta sociedad colombiana en la que vivo, creo en la paz, la reconciliación y el perdón. respeto y defiendo toda clase de libertad y expresión.

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