Discurso incendiario, de Gustavo Francisco Petro Urrego en su recorrido por las regiones, atizó el fuego, exaltó el miedo, y reactivó los temores frente a un socialismo radical extrapolado a Colombia. Salidas en falso de su mandatario toman un aire similar al de Cuba, Venezuela o Nicaragua que llama a la reflexión nacional.
Anuncio de una Asamblea Nacional Constituyente, que hizo su presidente en el marco de Puerto Resistencia con la minga indígena en Cali, es la punta de un iceberg que busca desviar la atención del país, eclipsar la inoperancia del gobierno y minimizar la pésima capacidad de gestión que tiene Gustavo Francisco Petro Urrego. Discursos plagados de datos engañosos, desmesura y agresiones contra la oposición, el empresariado y la prensa, trasgreden los límites de la coherencia y agudizan la polarización de los colombianos. Mitomanía de su mandatario que exalta los ánimos beligerantes de los gestores de paz, las milicias urbanas, los colectivos populares, los cabildos indígenas, las asambleas estudiantiles, entre otros, comienza a tener consecuencias en los altos tribunales donde hacen tránsito expedito las solicitudes de rectificación y retractación pública en contra de quien se autoproclama como el mesías de los oprimidos.
Coyuntura de cambio, político y social, que transita Colombia, de mano de la izquierda, se agudiza y encuentra puntos de disrupción en la narrativa de su presidente, pronunciamientos cargados de odio y resentimiento que dirige a las comunidades que visita. La plaza pública se constituyó en escenario de amenaza y sentencia contra todo aquel que piense diferente a Gustavo Francisco Petro Urrego, o tenga una visión divergente de país. Las verdades a medias de su mandatario alimentan las fake news, incrementan las tensiones desde rumores, alucinaciones y paranoias, de un personaje que pensó que ostentar la dignidad presidencial era igual o similar que comandar un frente guerrillero. Contrastación de los hechos denotan que, sin fundamento y evidencias, o elementos de juicio, su dignatario arremete, con ráfagas de palabras, contra quien se visualice como un enemigo o contradictor del cambio.
Alucinante resulta la bifurcación social entre ricos y pobres que plantea Gustavo Francisco Petro Urrego, relato de igualdad, aterrizado a la fuerza en la política pública, que desconoce la evidente codicia de los militantes de izquierda por lograr los bienes ajenos, y estar en superioridad de condiciones a los demás sin importar lo que toque hacer en el camino para conseguirlo. Poco a poco en Colombia se establece como norma, en la oratoria presidencial, la calumnia y el propagar en el ambiente, contra uno y otro, falsas insinuaciones de corrupción. Peligroso es que desde la Casa de Nariño se está envolviendo la injusticia social, política y económica, en mentiras, o afirmaciones carentes de exactitud, que son aún más graves dentro de la agenda de hechos que atomiza el dietario informativo nacional. Los falsos testimonios y señalamientos traen consigo una diversidad de situaciones que rememoran la oscura confrontación política del pasado entre liberales y conservadores o bolivarianos y santanderistas.
Testimonio del todo vale, todo se puede en la carrera por lograr las metas, trazan en el discurso de Gustavo Francisco Petro Urrego una política de la mezquindad. La especulación se convirtió en la base ligera, no soportada, para hablar de falsos costos en las obras públicas que ya se realizan, transformar los bloqueos ciudadanos en acciones perpetradas por grupos al margen de la ley, visualizar reuniones de la oposición con empresarios para compras votos y tumbar a su presidente con la Constituyente, acusar a los exministros de desviar fondos de la educación para proteger el negocio de las EPS, conversar de forma falaz sobre la reconstrucción de San Andrés, o culpar a un expresidente de no cumplir con sus compromisos tributarios como propietario de predios en el Urabá. Lo que hace su mandatario frente a cientos de ciudadanos no es más que otra salida en falso, característica propia de la estrategia de comunicaciones de la administración Petro Urrego.
Actitud caudillista de Gustavo Francisco Petro Urrego trascendió la plataforma social X y se apoderó de la plaza pública, la ambigüedad de sus palabras hace el mismo daño que perpetró en su etapa como militante del M-19, o la malevolencia que lo acompañó al publicar imágenes de hospitales de Venezuela, o masacres acaecidas en Brasil, para decir que correspondían a hechos sucedidos en Colombia. Es hora de dejar los delirios de persecución, esos mismos que invaden a su presidente y le impiden aceptar que fue incapaz de gobernar, constituir una coalición, implementar su propuesta programática de campaña, y por ello fue derrotado políticamente en el legislativo. El fundamento de los argumentos es cada vez más escaso en la izquierda colombiana, la ideología de extremo les impide aceptar las diferencias y reconocer que en una opinión diferente no siempre se delinea una intensión de exterminio.
Convergencia de anuncios populistas, defensa a ultranza de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, otorgamiento de subsidios, entrega de tierras, ataques a sectores políticos, empresariales y periodísticos, evidencian que en su mandatario hay muchos datos imprecisos, un camino que no tiene rumbo exacto y la ruta perfecta para un futuro incierto. El escrutinio de la realidad que circunda al Pacto Histórico, y su propuesta de cambio en Colombia, devela que todo se fundamentó en un castillo de naipes, mundo de fantasía que hoy antes que beneficiar a quien lo formuló, surte un efecto contrario de desprestigio contra la izquierda, sus militantes, y Gustavo Francisco Petro Urrego, personajes que se ven cuestionados permanentemente frente a sus predicamentos. Límite entre el abismo y la viabilidad como nación indica que llegó el momento de mirar atrás, aprender de las bases que se tienen como sociedad, y pese a las divisiones de clases sociales, los orígenes étnicos y las ideologías políticas se debe propiciar un movimiento de reconstrucción en comunión con los principios, la justicia y el bien común.
Esta debe ser una semana de reflexión que sirva para tender puentes a la reconciliación, para hablar de paz se requiere dar espacio al restablecimiento de la verdad. Riesgoso resulta creer y ponderar los hechos y las acciones que llegan de las palabras de un bandido, agentes que quieren dar su versión de la historia bajo la construcción de falsedades. Desconexión del ente gubernamental con la crisis y el caos que reina en la nación encumbra una desobediencia civil dentro de un colectivo social que está asfixiado. Convocatoria a defender la Constituyente si quiere lograr trascendencia, deberá superar los elementos desestabilizadores y vandálicos que han caracterizado a las primeras líneas, el reproche ciudadano requiere de inteligencia política, social y propositiva que lo lleven de la arenga a la acción legislativa.
Alzheimer histórico, que caracteriza a la población nacional, sirve de estandarte a proyectos políticos de caudillos, mesías populistas, que hacen estupendo uso de los micrófonos, y los escenarios sociales digitales, para adoctrinar, incautos que van por el mundo sin saber por qué. Desde ese discurso que expresa lo que la gente quiere oír, y no lo que necesita saber, taumaturgos de feudo electoral aprovechan para hacer su show, mentir, deslegitimar las instituciones y desmoralizar a los ciudadanos. El entorno de corrupción y desprestigio que circunda a la administración Petro Urrego en nada contribuye a enfrentar el problema social colombiano, pero sí propende por bajar la guardia y abrir la puerta al socialismo progresista radical. Por la vida, la paz y la democracia, Gustavo Francisco Petro Urrego debe de dejar los esfuerzos por dinamizar la polarización, quienes critican a su mandatario no lo hacen porque están en contra del progreso y el cambio, van en oposición a quien roba las esperanzas del pueblo colombiano.
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