Pretenden tomarnos por tontos

“Hoy en día eso es casi equivalente a lo que fue la caída del muro de Berlín”. La desatinada comparación que Iván Duque realizó el 23 de febrero de 2019 en la ciudad de Cúcuta, durante el concierto Venezuela Aid Live, ha quedado registrada como una más de esas anécdotas jocosas que el gobierno nos ha dejado, si no para la galería de la historia, por lo menos para la del humor.

No hubo muro que derrumbar. Como demostró días después el periódico The New York Times, incluso la quema de uno de los camiones que pretendió pasar la frontera fue producto de la acción de los manifestantes que estaban del lado colombiano en apoyo a Juan Guaidó. Todo lo que ocurrió ese día, en realidad, fue una puesta en escena que terminó ocultando los verdaderos intereses que estaban en configuración y de los cuales tenemos algunas certezas y unas preguntas necesarias.

El denominado “cerco diplomático” contra Nicolás Maduro ha sido un fracaso. Esta primera conclusión resulta de constatar que la estrategia que pretendió dotar de respaldo internacional a Juan Guaidó para generar una dualidad de poderes en Venezuela, ofrecer amnistías a miembros del Ejército Bolivariano para provocar su división, o por lo menos erosionar el respaldo que este le brinda a Maduro, y estimular la confrontación social interna, no produjo ningún resultado concreto más allá de ser una bandera transitoria del gobierno de Iván Duque.

La interinidad de Guaidó resultó ser ilusoria y permanente. Luego de más de un año de presidencia autoproclamada, lo cierto es la división de la oposición entre un sector que apuesta por la vía violenta, con María Corina Machado y Leopoldo López a la cabeza, y otro que se inclina por una vía más institucionalizada y de transición con el liderazgo de Henrique Capriles. Con una estrategia sin resultados y una oposición dividida, habrá Maduro para rato.

Espejismo también resultó ser la ayuda humanitaria. No sólo porque la precariedad de las condiciones sociales y económicas del otro lado de la frontera no se mitigó en nada y la migración de millones de desposeídos que recorren el continente para calmar el hambre continuó, sino también porque la presunta caridad de las donaciones terminó en los bolsillos de unos pocos.

Detrás del escenario de esta ayuda -en lo absoluto humanitaria- y del concierto -para nada benéfico- se inició la organización de las acciones iniciales de lo que sería una invasión militar de Venezuela con la anuencia de los Estados Unidos y organizada en territorio colombiano. Siguiendo las revelaciones de Associated Press, diversos medios de comunicación han descrito la manera en que el exmilitar venezolano Clíver Alcalá y el exsoldado norteamericano Jordan Goudreau, encargado de la seguridad de Venezuela Aid Live y mercenario a cargo de la compañía Silvercorp, fraguaron una invasión militar que fue montada sobre un guion de tinte cinematográfico que pretendió ser de acción y resultó en comedia.

Nada que no sea de público conocimiento puede agregarse sobre estos hechos. Lo que sí resulta necesario es preguntarse por el papel del gobierno colombiano en todo esto. En una entrevista con María Isabel Rueda para el periódico El Tiempo, el ministro de defensa Carlos Holmes Trujillo, fue enfático en señalar que la política del gobierno Duque ha sido la vía diplomática para apoyar la oposición venezolana en la pretensión de desatar cambios en Venezuela.

Con tono de sentencia que evite lugar a cuestionamientos, el ministro señaló que tanto el gobierno colombiano como la fuerza pública “(…) no han tenido absolutamente nada que ver en esos asuntos”. Aceptemos, por un momento, que el gobierno no tuvo participación: ¿pero no tuvo conocimiento de las reuniones organizativas realizadas en el hotel Marriot y los campamentos de entrenamiento dispuestos en La Guajira? ¿cómo es posible que la inteligencia militar, la misma que está en posibilidad de perfilar a 130 periodistas y líderes sociales, no tenga la capacidad operativa para conocer que estas acciones se estaban adelantando en territorio colombiano? Y si por un momento se revelara que el gobierno tuvo información sobre estas acciones ¿qué hizo para garantizar la soberanía nacional ante estas evidentes maniobras militares en suelo patrio?

Es posible que en la opinión pública cauce un mayor impacto el reconocimiento que, en esa misma entrevista, realizó el ministro sobre la existencia de una división en el interior del Ejército. Este secreto a voces no es nuevo y, más allá de los nombres de cada bando, expresa las posiciones políticas de facciones castrenses que aprueban o rechazan el proceso de paz que se adelantó con las FARC y sus implicaciones para el país.

El gobierno adeuda algunas explicaciones para acabar cualquier posibilidad de sospecha o duda sobre la fallida conspiración militar contra Maduro. En estos tiempos de redes sociales y flujo masivo de información, es posible la existencia de una ciudadanía cada vez más enterada de los asuntos públicos y con capacidad de cuestionar. No subestimen la racionalidad colectiva por cuenta de un aumento transitorio de los índices de popularidad en las encuestas o, por lo menos, no pretendan tomarnos por tontos.

Óscar Murillo Ramírez

Magister en Ciencias Políticas, FLACSO - Ecuador. Especialista en Pedagogía, Universidad Pedagógica Nacional. Historiador, Universidad Nacional de Colombia.