Premio Nobel al estudio y la regulación del sistema bancario

Resumo los aportes de los premiados y comento la posición de la Escuela Austriaca de Economía sobre ellos.

El Premio Nobel en Ciencias Económicas de 2022 fue otorgado a tres autores estadounidenses: Ben S. Bernanke, Douglas W. Diamond, y Philip H. Dybvig. Según la Real Academia Sueca de Ciencias (Fuente AQUÍ), a los premiados se les destaca por sus investigaciones acerca de los bancos y de las crisis financieras. Sostienen que: “sus descubrimientos mejoraron la forma en la que la sociedad lidia con las crisis financieras”.

¿Qué significa esto? En primer lugar, Diamond y Dybvig (DyD) publicaron un paper en 1983 que tiene alrededor de 12 mil citas de otros autores. Por ende, una gigantesca cantidad de estudiosos de la economía tomaron dicho trabajo como base para posteriores investigaciones.

¿Qué decían DyD allí? Dos puntos importantes. El primero, que los bancos comerciales cumplen un rol clave en la sociedad que es el de intermediar entre ahorro y crédito y, especialmente, entre distintos plazos de depósito e inversión. Según explican, en Suecia los bancos tienen deudas de corta duración (los depósitos de la gente), mientras que sus activos son créditos de largo plazo (por ejemplo, la compra de una casa o la construcción de una fábrica). Y el rol que han desarrollado históricamente las instituciones financieras es calzar estos plazos, haciendo que los depositantes puedan disponer sin problemas de sus depósitos en el plazo deseado, al mismo tiempo que a los inversores-deudores no se les exige amortizar anticipadamente sus préstamos.

Esta es la realidad de todos los días de alguien con una cuenta bancaria. Usted tiene 100mil pesos depositados en el banco, y parte de ese dinero es prestado a un inversor que está pensando en ser el próximo “Mercado Libre”; la magia del banco es que permite que tanto usted como el inversor puedan disponer “del mismo dinero, al mismo tiempo”. Esto ocurre así porque los bancos operan con un sistema de Reserva Fraccionaria. Es decir, de su depósito de ARS$ 100.000, se prestan ARS$ 90.000. Ahora bien, si usted quiere retirar sus 100 mil pesos, no hace falta que el banco le pida al futuro Marcos Galperin que pague su crédito ya, puesto que puede usar los ARS$ 100.000 de otro depositante para darle el dinero que pidió.

Esto nos lleva al segundo aporte de DyD. Y es que el segundo punto que hicieron fue sostener que este mecanismo puede llegar a ser inestable si los depositantes comienzan a impacientarse por cualquier motivo y entonces se abalanzan a exigir sus depósitos en forma masiva. Desatada una corrida bancaria, luego el banco corre un alto riesgo de irse a la quiebra, dado que su sistema de Reserva Fraccionaria no es capaz de responder a la demanda de un gran número de depositantes, simultáneamente.

Sumada a esta tesis aparece un trabajo de Bernanke (Enlace AQUÍ), el cual explica que las crisis económicas se ven reforzadas por los pánicos bancarios. El jurado sueco destaca precisamente este trabajo de Bernanke (Fuente AQUÍ), donde el autor muestra que gran parte de la caída del PBI durante la crisis de los 30’s se debió a la debacle del sistema bancario.

Así que los aportes de Diamond, Dybvig y Bernanke exponen la importancia de los bancos para una economía de mercado, pero, al mismo tiempo, la importancia de evitar que haya pánicos bancarios. Para esto último, los primeros autores, especialmente, ofrecieron una solución: que el Estado intervenga el sistema ofreciendo seguros para los depósitos y, también, que el Banco Central opere como prestamista de última instancia. Es decir que, si los bancos no pueden atender la demanda de sus depositantes, siempre debe haber otra institución –el Banco Central– lista para emitir el dinero necesario.

Y esto fue nada más ni nada menos lo que Ben S. Bernanke hizo cuando fue Presidente de la FED durante la crisis financiera de 2008. Redujo a cero la tasa de interés y multiplicó por cuatro (4) la base monetaria con sucesivos programas de Quantitative Easing.

Se cierra así un círculo que va desde la influencia de los trabajos académicos en otros académicos, a la influencia en materia de políticas públicas, lo cual hace que entendamos por qué este año el premio fue para estos autores. Ahora bien, ¿qué críticas podemos encontrar?

El debate “Austriaco” por la Reserva Fraccionaria

Entre los economistas de la Escuela Austriaca de Economía, existe una divisoria de aguas precisamente por el tema en cuestión: el sistema bancario y financiero. Algunos coinciden perfectamente con el diagnóstico de Diamond y Dybvig (DyD): que el sistema de banca con Reserva Fraccionaria es inherentemente inestable, aunque no coinciden con que la solución pase por establecer un prestamista de última instancia o un seguro de depósitos estatal.

Para este grupo de autores (Jesús Huerta de Soto o Murray Rothbard), la solución es aún más drástica: se debe prohibir el proceso de “transformación de plazos” y establecer un coeficiente de caja del 100%. Esto significa que: se debe prohibir el sistema bancario tal como funciona en todo el planeta en la actualidad y transformarlo por completo.

Lejos de esta tesis, pero también de la de DyD, tenemos a otro grupo de economistas que defienden una política de free banking. Es decir, una política pública donde no exista un prestamista de última instancia ni un seguro pagado por el Estado, sino que cada banco sea libre de organizarse como mejor le parezca. La idea no es caprichosa. De hecho, según George Selgin, ni DyD descartan de plano una solución privada a eventuales corridas bancarias (Enlace AQUÍ).

Además, se enfatiza en que el prestamista de última instancia puede evitar los costos de una corrida, pero incrementando la toma de riesgos excesiva de los bancos asegurados, lo que se conoce como Riesgo moral. Un sistema puramente privado, en cambio, donde los accionistas se hagan cargo 100% de sus éxitos y fracasos, tendría los incentivos en línea para generar un buen manejo del riesgo. Y claro, esto no evitaría la quiebra de los bancos malos, pero sí podría evitar los pánicos generalizados (Véase White AQUÍ).

Estos autores no hablan solo de teoría. Lawrence H. White y George Selgin se han ocupado de investigar casos históricos de sistemas desregulados, concluyendo que: no es necesario un Banco Central para conseguir la estabilidad financiera. Un trabajo más reciente (Fuente AQUÍ) llega a la misma conclusión en el caso de los sistemas bancarios en países dolarizados, donde el Banco Central, puesto que no puede emitir dólares, tampoco puede directamente funcionar como prestamista de última instancia.

Ahora bien, ni las regulaciones sobre las reservas bancarias ni el problema del riesgo moral son ignorados por la Real Academia Sueca de Ciencias. Al final de su breve explicación del trabajo de los laureados, sostiene que:

“La investigación no puede proporcionar respuestas finales sobre cómo debe regularse el sistema financiero. Los seguros de depósitos no siempre funcionan según lo previsto; pueden alentar a los bancos a participar en inversiones riesgosas donde son los contribuyentes los que pagan la cuenta si las cosas salen mal. La necesidad de salvar el sistema bancario durante las crisis también puede conducir a ganancias inaceptables para los propietarios y empleados de los bancos. Otros tipos de reglas sobre el capital bancario y que limiten el monto de los préstamos en la economía pueden, por lo tanto, ser necesarios.”

Conclusión

El Premio Nobel en Ciencias Económicas de este año fue para tres autores que estudiaron la importancia y los riesgos del sistema bancario en las economías modernas. A juzgar por su influencia en casi todo el mainstream de la profesión, y también en las políticas públicas que se generan sobre la temática, es un premio muy bien otorgado.

No obstante, también debe destacarse que otros pensadores –escribiendo sobre la misma temática– arriban a conclusiones distintas. El sistema bancario no es un sector intrínsecamente distinto al resto de la economía y, por lo tanto, no necesita sí o sí de entes estatales, seguros públicos y regulaciones específicas para funcionar de forma adecuada. Tal vez los autores de la Escuela Austriaca de Economía sean los que más y mejor han enfatizado este punto (un excelente debate entre estas dos posiciones puede observarse ACÁ).


Otras columnas del autor aquí: https://alponiente.com/author/ivancarrino/

La versión original de este artículo apareció por primera vez en el sitio web oficial de Iván Carrino, y la que le siguió en nuestro medio aliado El Bastión.

Iván Carrino

Economista, escritor, conferencista internacional y docente. Actualmente, dirige «Iván Carrino & Asociados»: empresa de investigación y asesoría económica y financiera. Es investigador asociado de FARO UDD: Núcleo de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad del Desarrollo (Chile), y entre 2018 y 2022 fue subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas del Instituto Universitario ESEADE (Argentina). Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires, máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de España y máster en Economía Aplicada de la Universidad del CEMA de Argentina. Ofrece además, charlas y conferencias en congresos especializados, reuniones empresariales y eventos no gubernamentales; asesora a empresas en temas de coyuntura macroeconómica y sectorial.

Es profesor de «Historia del Pensamiento Económico» en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad del Desarrollo, donde también dicta el curso «Economía, Política e Instituciones». Escribe columnas en medios como La Nación, Ámbito Financiero, El Cronista, Infobae, El Bastión, entre otros. Cuenta en su haber como autor con cinco libros: «Cleptocracia» (2015), «Estrangulados» (2016), «Historia Secreta de Argentina» (2017), «El Liberalismo Económico en 10 Principios» (2018) y «La Gran Desproporción: economía y política de la pandemia de Covid-19» (2021).

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